El acercamiento entre Erdogan y Putin podría tener consecuencias en el complejo escenario de Medio Oriente. El horizonte sigue sin salida estratégica. Análisis de los actores y las políticas.
Jueves 11 de agosto de 2016 01:09
Sin salida estratégica al conflicto en medio oriente
Las recientes noticias sobre el acercamiento del presidente turco Tayyip Erdogan y su par ruso Vladimir Putin, que pasaron de considerarse enemigos y traidores a asumir un trato diplomático “amistoso” da cuenta del agotamiento de una etapa en la guerra civil que acontece en Siria e Irak desde 2012. Aunque este conflicto pasó por numerosos momentos, aún no se avizora una solución negociada.
Como se advirtió en varios artículos, tras el intento de golpe de estado en Turquía se acentuaron las tendencias bonapartistas del gobierno de Erdogan. Su capacidad para incidir en la política regional coyunturalmente está debilitada. Por lo cual es una movida natural el acercamiento a Putin con la intención de reactivar las exportaciones, el turismo y realizar obras como la primer planta nuclear turca, con tecnología rusa.
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Este acercamiento da cuenta de una dinámica “por arriba”, entre dos Estados bien constituidos y con peso en la política global, que se acercan por sus intereses mutuos. Se da en un contexto en el que EEUU no tomará definiciones fuertes relativas a su política exterior hasta que terminen las elecciones y Europa no está dispuesta a “aventuras” militares cuyas consecuencias inmediatas podrían ser más refugiados en su territorio. Mientras que se acentúan las tensiones de Turquía con la UE y Estados Unidos.
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Sin embargo, el conflicto sigue muy latente por abajo en las regiones involucradas en la guerra. Se trata de un área devastada en la que no se registra un enfrentamiento entre los Estados. Se ve en cambio, una estructura estatal derrumbada y el despliegue de bandas armadas que combinan intereses políticos y económicos como el dinero, la intervención extranjera, la religión, oposiciones tribales y el legítimo derecho a la autodeterminación de los pueblos como sus motivaciones.
La complejidad del escenario
Las regiones involucradas en la guerra han experimentado mutaciones sustanciales desde antes del conflicto. Estas se remontan a la invasión norteamericana en 2003, que deterioraron el tejido social en forma permanente, dando lugar a fenómenos de regionalismo, islamización, trivialización y delincuencia absorbidos por comunidades que se organizan al margen de la estructura del estado.
La extensión de una economía ilegal que termina siendo el pilar sobre el que se garantiza la subsistencia de la población y la reproducción de la clase dominante, no sólo en regiones periféricas sino en ciudades importantes como Basora, Mossul y Aleppo, que ha creado intereses heterogéneos que sostienen su hegemonía gracias a la extensión del conflicto y han sustituido al estado en la mayoría de las funciones básicas (administración de justicia, servicios, etc.). Como ejemplo de esto son las distintas facciones que ocupan estos territorios ya sean, yihadistas, las milicias kurdas o rebeldes sirios.
Desde el punto de vista político en Irak, el fervor chiíta en el sur y la radicalización del separatismo kurdo son fenómenos antes contenidos por el gobierno del partido Baas. Pero que se han descontrolado tras años de lucha contra el ISIS. Una vez eclipsado su enemigo común no sería extraño que salgan a la superficie tensiones entre ambos, ya que sus políticas se contraponen y el gobierno irakí, al contrario del sirio, se caracteriza por no poder controlar, ni a nivel político ni militante, los territorios por fuera de Bagdad.
En el caso de Siria, el escenario no es más alentador. Si bien el gobierno logró recuperar importantes posiciones, sólo fue posible tal hazaña gracias al apoyo de la aviación rusa y no existe posibilidad de diálogo político con los sectores de la oposición política (rebeldes sirios, kurdos o yihadistas). Hasta ahora no se pudieron coordinar reuniones por motivos humanitarios, entonces difícilmente se pueda pensar en la formación de un gobierno de “unidad nacional” como en algún momento se esbozó desde Occidente.
Los intereses regionales y las potencias
Una solución a este conflicto, que sea satisfactoria para los intereses de Rusia e Irán difícilmente satisfaga a otros actores regionales de importancia, como Israel y Arabia Saudita, que colaboraron activamente en la formación del ISIS. Además han obtenido sustanciales beneficios del tráfico de armas y petróleo fomentado por la guerra y el hundimiento de países con los que mantenía una tradicional enemistad.
La construcción de un territorio continuo que comunique Irán, un Irak chiíta y Siria bajo el liderazgo de Al Assad, todos aliados de Rusia, daría lugar a un desequilibrio de fuerzas que pondría entre la espada y la pared no sólo a otras potencias regionales sino al imperialismo norteamericano y la OTAN, que desde 2003 invirtió miles de millones en guerras cuyos beneficios parecen quedarse en manos de sus principales adversarios.
Europa ha mantenido condiciones demográficas sustentables en su interior gracias a una vigorosa política represiva en sus propias fronteras. Pero también gracias al establecimiento de acuerdos con países como Turquía por el pagó de 3000 millones de euros a cambio de que absorba el flujo migratorio y el entrenamiento de tropas. Estos pactos podrían venirse abajo si se detiene la guerra o cambia el inestable marco de alianzas, con consecuencias insospechadas.
Se puede decir que se cierra un capítulo importante, que tuvo como escenario posible un enfrentamiento militar entre Rusia y Turquía, o la apropiación por parte de los turcos de regiones kurdas de Siria e Irak, ambas perspectivas parecen alejarse . Sin embargo, el conflicto puede recrudecer luego de un período de latencia. Ya que, es muy difícil que los intereses estratégicos de todos los actores involucrados puedan conciliarse.
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