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Red Internacional
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Análisis. Turquía y sus "relaciones peligrosas" con el Estado Islámico

El 29 de junio un brutal atentado en el aeropuerto de Estambul dejo 41 muertos y cientos de heridos. El gobierno responsabiliza al Estado islámico. Relaciones "peligrosas" fuera de control.

Josefina L. Martínez

Josefina L. Martínez @josefinamar14

Martes 5 de julio de 2016

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Foto: AFP

Según un artículo publicado hace unos días en el New York Times (NYT), citando como fuente el acceso a cientos de páginas de documentación de la agencia de inteligencia francesa, la mayoría de las personas que viajan a Siria para incorporarse al Estado Islámico lo hacen pasando por Turquía, tienen sus pasaportes sellados en Turquía, muchos llaman a sus familiares desde Turquía y utilizan servicios de transferencia de dinero desde locales de ese país.

El gobierno turco del AKP ha oscilado entre una política de estímulo al Estado Islámico en sus orígenes y una posición ambivalente o de “doble juego”, que hoy se vuelve contra la población de Turquía en brutales atentados de enorme magnitud.

El director del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos, Bulent Aliriza, consultado por NYT, sostiene que Turquía y sus aliados occidentales no fueron lo suficientemente rápidos para reconocer la amenaza del EI. Y asegura que cuando los grupos rebeldes (opositores al gobierno de Al Assad) comenzaron a cobrar fuerza, Turquía contó con la aprobación de la CIA y el MI6 británico para permitir el paso de armas y voluntarios a través de sus fronteras hacia Siria, que se sumarían al EI.

Esta política de “dejar hacer” o colaboración del gobierno turco con el EI ha sido denunciada en Turquía por la oposición y las formaciones de izquierda, responsabilizando al gobierno por los atentados del EI dentro de Turquía. Ese fue el caso de la masacre ocurrida en el ataque contra una manifestación de la izquierda pro kurda en octubre de 2015 en Ankara, y en julio de ese año en otro atentado en Suruc.

El enfrentamiento militar del EI con los kurdos -en el norte de Siria e Irak- siempre fue visto con buenos ojos por el gobierno turco, que mantiene una enorme ofensiva militar y represiva contra el pueblo kurdo en el sur de Turquía. En las ciudades de Cizre, Silopi o Diyarbakir, las escenas sangrientas se repiten. El ejército rodea las ciudades e impone el “toque de queda” mientras vehículos blindados recorren las calles disparando, frente a la resistencia del pueblo kurdo.

En mayo de 2015 dos periodistas denunciaron en el periódico turco Cumhuriyet la complicidad del gobierno en el abastecimiento de armas para el Estado Islámico, presentando imágenes que mostraban que el servicio secreto turco había enviado un cargamento de camiones con armas para el EI hacia Siria en 2014, haciéndolo pasar por “ayuda humanitaria”. La fiscalía turca pidió cadena perpetua para ambos periodistas, acusados de “espionaje”.

Posteriormente, en el marco del enfrentamiento entre Rusia y Turquía tras el derribo de un avión ruso por Ankara, Putin acusó a Erdoğan en persona de enriquecerse con la venta de petróleo contrabandeado por el Estado Islámico desde Siria.

En julio de 2015 Turquía permitió a Estados Unidos el uso de su base aérea de Incirlik, para el despliegue de aviones para combatir al Estado Islámico en Siria e Irak. Poco después, se sumó a la coalición internacional contra el EI, con bombardeos propios. Sin embargo, los combatientes kurdos denuncian que la mayoría de los bombardeos han sido sobre posiciones kurdas, mientras se seguía permitiendo el tránsito de milicianos del Estado Islámico en territorio turco.

Aún con toda su ambivalencia, este cambio político ha situado a Turquía entre los objetivos del EI, un país aliado clave de occidente en la región. El gobierno turco ha colaborado con el fortalecimiento del EI en Siria en Irak y ahora recibe el golpe en su propio territorio, a costa de la vida de cientos de personas víctimas de los brutales atentados.

Turquía se encuentra en una situación de enormes contradicciones políticas y sociales, con su economía estancada en el último período, una guerra abierta del Estado contra el pueblo kurdo y el cercenamiento de libertades democráticas elementales para toda la oposición. En este contexto, los atentados del Estado Islámico, que recaen sobre la población, agregan graves las tensiones en esta situación crítica.


Josefina L. Martínez

Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.

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