Viernes 27 de febrero de 2015
Fotografía : Philipe Alcoy
Tres horas y media de ruta separan Sarajevo de Tuzla. Tres horas y media de música ex yugoslava acompañan durante el trayecto. En medio de un lindo camino montañoso, un desolador paisaje de sitios industriales ex yugoslavos, semi abandonados o directamente en ruinas, aparece poco a poco. Bienvenidos a (lo que queda de) la Tuzla obrera.
Ciudad industrial por excelencia en el tiempo de la Yugoslavia “socialista”, con gran tradición de lucha obrera como durante la revuelta minera de 1920 en la Yugoslavia monárquica, hogar de resistencia antinacionalista durante la guerra de 1992-1995, Tuzla es hoy en día un verdadero “cementerio de fábricas”. O el hogar de empresas agonizantes.
Muchas ciudades miserables existen a través de un mundo marcado por la explotación y la espoliación de los pueblos semi colonizados por un puñado de países imperialistas. Pero no es exactamente lo mismo confrontarse a una ciudad devastada por la desindustrialización. Los vestigios de lo que fue y las promesas de lo que pudo ser surgen violentamente en cada esquina, en cada rincón de la ciudad.
Abandonada, con construcciones cayéndose a pedazos. A diferencia de Sarajevo, el interés por la especulación inmobiliaria es menor. Prácticamente, no hay grandes torres nuevas y lujosas. A diferencia de Sarajevo, en Tuzla la tasa de desempleo que está en la boca de todo el mundo no es de 40% sino de “más de 50%”.
Como en Sarajevo, la ciudad y sobre todo los edificios públicos que representan el poder político siguen estigmatizados por la cólera popular del año pasado. “Muerte al nacionalismo”, “revolución” son algunas de las inscripciones que quedan en el edificio en el que se encontraba el gobierno cantonal. Vidrios rotos. Paredes destruidas por el fuego. Como si hubiera pasado ayer. Como si todo fuese a explotar de nuevo mañana.
El nuevo gobierno del cantón asume y, como prueba del peso de las organizaciones obreras, convoca a los representantes de los trabajadores de distintos sindicatos, de distintas fábricas, a una cita para “discutir” de sus reivindicaciones. Muy probablemente nada harán para satisfacerlas. Todo es una cuestión de forma. 150 obreros y obreras de distintas fábricas y empresas acompañan la reunión en la calle frente al cordón policial.
Poco después de que la reunión terminara una columna de obreras se dirige, silenciosa, hacia la fábrica de calzados “Aida”, a solo unos metros de ahí. La fábrica está completamente paralizada. Las obreras de esta empresa perteneciente al cantón de Tuzla exigen, desde hace varios años, que éste pague las cotizaciones patronales correspondientes a la obra social y a los aportes jubilatorios impagos desde hace… 18 años. Como afirma un militante que acompaña las luchas obreras desde hace varios años: ¡Se trata de una empresa pública que evade impuestos!
De ahí nos dirigimos al local del sindicato Solidarnosti, un sindicato que reagrupa varios obreros de las principales fábricas en lucha en la ciudad y surgido luego de la explosión social de hace un año.
En una pequeña pieza, cubierta de un humo de cigarrillo espeso, la única con pieza con calefacción, se amontonan varias personas. Un pequeño grupo de mujeres se encuentra ahí. Son trabajadoras del “Hotel Tuzla”. En un proceso de privatización opaco, los trabajadores fueron llevados a endeudarse para comprar acciones de la empresa bajo la promesa de que un “inversor-socio estratégico” los reembolsaría. Esto nunca ocurrió. Hoy en día los más de 100 trabajadores se encuentran endeudados por casi 10.000 euros cada uno, una fortuna. Una de estas mujeres presentes en el local se encuentra bajo la amenaza de ser expulsada de su casa. Una situación desesperada frente a una justicia abiertamente del lado patronal. Los trabajadores exigen la anulación del contrato de privatización y la anulación de la deuda de los empleados.
Las discusiones continúan sobre la situación de Dita, una empresa de fabricación de productos de limpieza y de cosméticos, muy importante en la época yugoslava, hoy en quiebra. Uno de los obreros explica que por más que las máquinas sean viejas se podría lanzar la producción pero que para eso necesitarían por lo menos 250.000 euros para comprar insumos. La empresa está completamente endeudada, sus cuentas bloqueadas y el dueño prófugo. Seguimos hablando de expropiación, de control obrero, de Zanon, de que las deudas las tienen que asumir los capitalistas y no los obreros. Uno de los sindicalistas pensativo afirma: “para imponer eso hace falta una revolución”…
En esta ciudad obrera, con gran tradición de lucha, en donde comenzó una gran conmoción social hace un año, a pesar de todas las dificultades objetivas y subjetivas, la clase obrera sigue en pie de lucha. En medio de tanta barbarie capitalista, la resistencia obrera no es una cuestión de elección sino una necesidad. Una cuestión de vida o muerte. Una cuestión de supervivencia obrera.