Soy candidata a Directora de la Carrera en la lista 17 "La Izquierda en Sociología", un colectivo de profesores, graduados y estudiantes de izquierda, agrupados y no agrupados, que aunamos esfuerzos porque creemos que es imprescindible una voz anti-capitalista para impulsar una carrera que reconstruya la relación entre la sociología y las luchas de las y los trabajadores y los oprimidos
Miércoles 28 de agosto de 2019 12:44
Mi vida como investigadora en Sociología y mi vida política empezaron empujadas por un mismo proceso: la crisis de 2001 en Argentina. El aumento de la desocupación masiva, el empobrecimiento de las y los trabajadores y el florecimiento de organizaciones populares, me llevaron a preguntarme por las formas de hacer política “desde abajo”, y también a cuestionar los discursos dominantes de las ciencias sociales que se habían sumado a las tesis de “la muerte del proletariado”, para proponer, como único horizonte posible, una aceptación (más o menos disconforme) del capitalismo y sus aberrantes injusticias.
Las crisis profundas, como la del 2001, muestran brutalmente que los llamados al “realismo” y la confianza infinita en las instituciones, no son otra cosa que una invitación a la resignación. Por eso, en esos días, empecé a ligarme a los que no se resignaban. A las obreras de la textil Brukman que luego de que el patrón cerró la fábrica, la ocuparon y la pusieron a producir. Y pasaron de la aceptación de la famosa frase de Perón “del trabajo a casa y de casa al trabajo”, a la invención de una frase que nos dejó helados en el furioso calor del verano de 2002: “si podemos dirigir una fábrica, podemos dirigir el país”. Una obrera textil, mujer, de más de cincuenta años, desafiaba todo “realismo político” creyéndose capaz de ser la dirección de su destino. Me ligué también a los obreros de Zanón, en Neuquén, que venían construyendo su organización fabril de base desde fines de los 90, y que, cuando se encontraron con el portón de la planta cerrada, la tomaron y la transformaron en un ícono de las fábricas ocupadas, en la “fábrica del pueblo”, en la referencia obligada de todos los y las luchadoras de la región. Me ligué, de la mano de estas experiencias, al Partido de Trabajadores Socialistas (PTS, hoy parte del FIT Unidad) y a las ideas del trotskismo.
En ese momento, la Carrera de Sociología tuvo también su pequeña “revolución”: las elecciones directas (una persona – un voto) que llevaron a mi compañero Christian Castillo a la dirección de la Carrera. Empujados por la puesta en duda de todas las instituciones del sistema, los estudiantes de Socio impusieron una democratización radical, cuestionaron los claustros, la ponderación del voto y la “rosca” que tan fácil se expande en los pasillos de la Facultad, y reclamaron su derecho a elegir en asambleas multitudinarias. Muchos despotricaron y combatieron el “exceso democrático” de los estudiantes. Casi 20 años después, y mirando el carácter cada vez más clientelar de la política en la Carrera y en la Facultad, la tendencia a que los cargos se vuelvan prebendas negociadas en pasillos y oficinas, ese pasado de “exceso democrático” se vuelve una necesidad imperiosa del presente.
Los años que siguieron al 2001 fueron de una rica experiencia. Comencé mi trabajo de campo etnográfico en un barrio obrero de la Zona Norte del conurbano y allí, desafiando la tesis del fin de la clase obrera, fui testigo del proceso de organización y lucha fabril que se conoció con el nombre de “sindicalismo de base”: jóvenes, trabajadores, que enfrentaban no sólo al patrón sino también a sus dirigencias sindicales para obtener sus derechos. De eso trata mi libro La disputa por la dignidad obrera. Esa experiencia de investigación me llevó a formar el equipo de docentes que hace 9 años sostenemos el Seminario de Investigación de la Carrera de Sociología “Los trabajadores en la Argentina actual”, con quienes publicamos el libro colectivo “El gigante fragmentado: sindicatos, trabajadores y política durante el kirchnerismo”. Allí nos dedicamos a dos de las cosas que más nos gustan. La experiencia del aprendizaje: en el aula junto a los estudiantes y “en el campo”, a través de la práctica de la investigación sociológica. Y la búsqueda teórica que, en mi caso, va de la mano de la voluntad de enriquecer las ideas del marxismo, voluntad compartida con mis compañeros y compañeras de la Revista Ideas de Izquierda.
Al mismo tiempo, porque no es cierto que la militancia y la inquietud intelectual son antitéticos, intenté profundizar mi compromiso con las luchas de los y las trabajadoras, fuera y dentro de la Facultad a través de mi participación en las huelgas en defensa de los derechos (tan vapuleados) de quienes damos clase; en las tomas de Facultad en las que se materializa la alianza, tan necesaria, entre docentes y estudiantes; pero también en las luchas de los y las investigadoras del Conicet (del que formo parte), como la histórica toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2016. Dando esas peleas me encontró la Marea Verde y, como a gran parte de nosotras, me arrolló con su espíritu cuestionador, provocando que la lucha por los derechos de las mujeres se combinara con la búsqueda teórica (en seminarios, artículos, charlas y debates) para reactualizar el horizonte de un feminismo socialista.
Esa es la historia que me trae hasta aquí, como candidata a Directora de la Carrera de Sociología junto a Rocío Salgueiro como Secretaria Académica y Rodolfo Elbert como Coordinador Técnico. Nos acompañan, además, decenas de compañeras y compañeros en las listas de Profesores, Graduados y Estudiantes. Las elecciones de este año en la Facultad se dan, también, en un momento de crisis. A diferencia de 2001, la “política desde abajo” aparece aún encorsetada por los llamados al “sacrificio” del macrismo y a la “mesura” por parte de Fernández-Fernández. Entre el “sacrificio” y la “mesura”, la vida de millones de trabajadoras y trabajadores (entre quienes también estamos los estudiantes, docentes y mal llamados “no docentes” de Sociales) se empobrece por la devaluación, el acuerdo con el FMI (con quien todos corren a sacarse la foto), y la especulación financiera.
Necesitamos que la Carrera de Sociología recupere el carácter contestatario. Que deje de ser un espacio en el que “el pensamiento crítico” se parece demasiado a una declamación, para ser un centro de reflexión, de organización, de resistencia, que ponga su producción de conocimiento y su práctica al servicio del cuestionamiento del orden social capitalista, de la explotación y de toda forma de opresión. Necesitamos una democratización radical que conquiste el “claustro único docente” (para que la gran mayoría de quienes te dan clase dejen de ser “ciudadanos de segunda”) y abra el debate de elecciones directas sin ponderación. Necesitamos independencia del Rectorado pero también de los gobiernos (el actual y el que vendrá) para frenar las políticas de ajuste que se legitiman en la Carrera y en la Facultad en nombre de la “gobernabilidad”. Necesitamos defender lo que hemos conquistado en años de lucha contra las reformas neoliberales que intentan imponerse desde la década del ´90 en nuestra Carrera. No hay ninguna posibilidad de una Reforma del Plan de Estudios progresiva si se decide entre cuatro paredes y bajo la presión del Rectorado y los organismos de la neoliberal LES. Esa es la enseñanza que nos dejan las reformas recientes en otras carreras en nuestra Facultad y otras facultades “vecinas” como Filo. Si quieren discutir el Plan de Estudios, pongamos en pie unos Estados Generales de la Sociología en el que debatamos, democráticamente, qué sociología queremos.
A eso te convoco junto a las compañeras y compañeros docentes y estudiantes que pueblan las listas de La Izquierda en Sociología.
Paula Varela, 27 de agosto 2019
Paula Varela
Doctora en Ciencias Sociales, Profesora de la UBA e Investigadora del Conicet. Autora del libro La disputa por la dignidad obrera y coordinadora de El gigante fragmentado. Trabajadores y política durante el kirchnerismo y Mujeres Trabajadoras: puente entra la producción y la reproducción. Lugar de trabajo y militancia en la nueva ola feminista