Tras la insistencia del gobierno mexicano de reanudar las clases presenciales, existe -además de la presión de los empresarios nacionales- una presión de los organismos internacionales que en los últimos meses vienen declarando que “la reapertura de las escuelas no puede esperar”.
Jueves 19 de agosto de 2021
La Unesco y la Unicef lanzaron en julio de este año una carta dirigida a los gobiernos y autoridades educativas de los distintos países, sobre todo en América Latina y el Caribe, que es donde las escuelas han permanecido cerradas una mayor cantidad de tiempo, para urgir su reapertura.
En el mundo, los empresarios y sus gobiernos tienen la contradicción de no permitir que producto de la pandemia se vean nuevamente afectadas sus ganancias con nuevos cierres de actividades económicas, al mismo tiempo que -por las mismas razones- no pueden evitar que surjan variantes del virus -más peligrosas y más contagiosas- y emerjan nuevas olas de contagios masivos. Con un acumulado de 4.2 millones de fallecidos (de los cuales casi el 6% son de México, con el 1.6% de la población mundial) y más de 203.2 millones de personas infectadas, la pandemia continúa afectando principalmente a los más jóvenes. La principal razón es poca cobertura de vacunas en este sector de la población.
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Los principales argumentos que utilizan para la reapertura de las escuelas son: el rezago educativo -que tiene consecuencias a largo plazo para el sostenimiento de las economías-, las dificultades psicológicas, la exposición a la violencia y el maltrato, la ausencia de comidas y vacunas en la escuela, y la limitación de las habilidades sociales. También el abandono escolar que en millones de niños y niñas no será temporal (en México se reconoce que entre 6 y 9 millones de alumnos de educación básica desertaron durante la pandemia).
Partiendo del reconocimiento de que la educación a distancia generó un profundo rezago y separó aún más la brecha de la desigualdad económica al no dotar a alumnos ni docentes de insumos tecnológicos, presionan a los gobiernos a reabrir las escuelas a toda costa ya sea de forma totalmente presencial o de forma híbrida o bimodal.
Uno de los argumentos que todos los organismos internacionales repiten -OCDE, BM, FMI, ONU, UNESCO, UNICEF- es que no existen pruebas contundentes de que la reapertura de las escuelas sea un factor de peso en el incremento de los contagios, sin embargo, existen casos emblemáticos que demuestran lo contrario, como el de Israel, donde los contagios en un bachillerato rápidamente se acumularon hasta formar el brote más grande en una sola escuela posiblemente en el mundo; o el de Argentina, donde 2 de cada 3 escuelas que reabrieron tuvieron contagios.
La Unicef y la Unesco sostienen que la reapertura de las escuelas no puede esperar a que todos los profesores y alumnos estén vacunados porque existe escasez de vacunas, en lugar de exigir que se liberen las patentes.
Otra posible motivación de los organismos internacionales para presionar por la vuelta a clases presenciales, es mantener el control ideológico que se ejerce a través de la educación, ya que la juventud puede convertirse en un poderoso factor de inestabilidad, como se ha visto en varios países, pues se le niega el futuro (no tiene derechos, no puede acceder a la educación superior, no cuenta con trabajos estables, no tiene vivienda propia ni la podrá comprar y un largo etcétera) y son los mismos jóvenes quienes más se verán afectados por los efectos -económicos, sociales y psicológicos- de la pandemia a largo plazo.
Exijamos condiciones seguras para la reapertura de las escuelas
En aquellos países donde la reapertura de las escuelas fue más o menos exitosa, hubo factores importantes que mitigaron los riesgos: inversión en educación para mejorar las condiciones de infraestructura, test masivos a la población educativa, garantizar condiciones de infraestructura para facilitar la distancia social, buena ventilación en las aulas, confinamiento inmediato de las escuelas con contagios, seguimiento de los infectados y sus familias y resguardo de las y los trabajadores vulnerables. En algunos casos, estas medidas se lograron imponer gracias a la lucha y organización del gremio docente.
Ninguna de estas medidas está contemplada en el decálogo de la SEP para un regreso a clases presenciales.
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Es por ello que las y los docentes necesitamos organizarnos, junto a las madres y padres de familia para exigir condiciones seguras para poder reabrir las escuelas. Exijamos a los delegados del SNTE que realicen asambleas en cada escuela para que la comunidad defina cuáles son las condiciones y necesidades para una reapertura realmente segura.
Es indispensable exigir vacunas para toda la población y que se invierta en investigación para generar vacunas para los niños y niñas. Que se aumente el presupuesto educativo, y se invierta parte de los recursos que se destinan a la deuda externa o la guardia nacional, por ejemplo, para construir más escuelas y dotar a las existentes de todo lo que requieren: agua, jabón, etc.
Pongamos en pie un movimiento por un regreso a clases verdaderamente seguro. Urge que la CNTE y los sindicatos que se reivindican democráticos pasen de las palabras a los hechos y convoquen al magisterio y las madres y padres de familia a definir un plan de lucha unificado para defender la salud y la vida de nuestros niños y niñas.
Sulem Estrada, maestra de secundaria
Maestra de secundaria