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Red Internacional
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Catalunya. “Un País en Comú”: un partido nuevo con viejos lastres

Una nueva formación que mantiene el legado de ICV y EUiA: gobiernos de coalición con el PSC, ambigüedad con el referéndum y un programa respetuoso con la gran propiedad capitalista.

Pere Ametller @pereametller

Jueves 20 de abril de 2017

Foto: EFE

El pasado día 7 de abril empezó a andar el nuevo partido que unirá a ICV, EUiA, Barcelona en Comú, Equo y, de momento, una parte de Podem. El proyecto está encabezado por Xavier Domènech, tiene como principal figura mediática a la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y cuenta con el sostén de la estructura partidaria de ICV y EUiA. Este nuevo partido pretende situarse a la izquierda del PSC y en gran medida se reclama heredero de la tradición del PSUC, formación de la cual provienen directamente ICV y EuiA.

La “inspiración” de Syriza y el “Ayuntamiento del cambio” en Barcelona.

Los partidos que forman esta nueva confluencia vienen participando en distintas candidaturas desde las municipales de 2014: “Barcelona en Comú”, desde la que lograron ganar la alcaldía de la capital catalana, “Catalunya Sí Que Es Pot”, con la que se presentaron a las autonómicas del 27S, y “En Comú Podem”, la marca del nuevo reformismo que se situó como primera fuerza política en las generales del 20D y el 26J.

La nueva formación, popularmente conocida como la de “els comuns”, se presenta como la representante de la “nueva política del cambio”. Sin embargo, atendiendo a sus componentes y sus planteamientos hay poco de nuevo y el “cambio” que se defiende deja las cosas bastante igual que antes.

“Els comuns” son parte de los nuevos fenómenos reformistas de izquierda que emergieron con Podemos en 2014 y antes en Grecia con Syriza, y que tienen en común la negativa a defender medidas contundentes que avancen sobre los intereses, beneficios y derechos de propiedad de los grandes capitalistas.

Todas las formaciones integrantes de “Un País en Comú” apoyaron también sin reservas a Syriza antes de la victoria de Tsipras y no han realizado ninguna crítica a dicho partido, a su acuerdo de gobierno con la derechista ANEL o al hecho de que esté llevando a cabo todos los dictados de la Troika en Grècia. Según su visión, el gobierno de Tsipras no tenía otra opción y ello muestra la necesidad de reformar la UE. El silencio ante las políticas de recortes de Tsipras es clamoroso y los sitúa en los hechos en la defensa de una estrategia que vuelve con el “no hay alternativa” y que lleva a aplicar medidas que van en contra del pueblo y los trabajadores, como el recorte en pensiones, la subida del IVA y las privatizaciones.

Una aceptación de los “marcos de lo posible” que se redita en pequeño allí donde gobiernan. El caso más cercano es su “gobierno del cambio” en Barcelona, en el que se sigue pagando la deuda municipal, aceptando el techo de gasto de Montoro (que a la vez respeta el de la Troika) y se niegan a avanzar ninguna medida de remunicipalización de los grandes servicios. En este caso la huella de algunos componentes de este espacio -ICV y EUiA- es palpable. Estos partidos vienen siendo parte del gobierno municipal de la ciudad junto a los social-liberales del PSC desde los años 80 y han sido pieza central de la construcción de la “marca Barcelona”.

Si hay un ejemplo que ilustra los límites de este “nuevo” “cambio” ese el la política respecto a la empresa pública de transporte TMB. En ella el gobierno Colau se ha enfrentado a sus trabajadores y sus reivindicaciones contra la precariedad laboral, con métodos que podría haber empleado perfectamente un alcalde de CiU -como enseñar las nóminas de los trabajadores “privilegiados” o imponer servicios mínimos de hasta el 40%-. Pero el punto más ilustrativo ha sido la defensa de los más de 600 directivos con un salario medio de 100.000 euros, la mayoría excargos de PSC, ICV y EUiA. También estas formaciones se han beneficiado en estas décadas de esta puerta giratoria, y “els comuns” no pueden ni siquiera cuestionarla porque sería impugnar la tradición más reciente desde la que se están fundando.

La ambigüedad calculada sobre el derecho a decidir.

Si de su programa social y su apuesta por los pactos con el PSC no se augura nada nuevo, ni mejor, que lo ofrecido por los ecosocialistas y exeurocomunistas en las últimas décadas ¿Qué hay del programa para dar respuesta a las grandes demandas democráticas?

Sobre el llamado ‘procés’ independentista catalán se han declarado a favor de la “creación en Cataluña de una república social, democrática y ambientalmente justa, como máxima expresión y realización de su soberanía nacional. Esta república quiere compartir soberanías con un Estado plenamente de carácter plurinacional”. Sin embargo ninguna de sus formaciones apoya el derecho a la realización de un referéndum unilateral de independencia en Catalunya.

Hasta ahora venían defendiendo un referéndum pactado con el Estado central. Hoy el contenido de su propuesta no ha variado, aunque prefieren presentarlo como un referéndum “efectivo y con garantías”. Sin embargo, estos requisitos, el que se cuente con la venia del Estado central, son en la práctica una negación del derecho de autodeterminación del pueblo catalán, ya que el Régimen del 78 y sus instituciones ya han dejado claro que no aceptarán consulta alguna. Unas simples declaraciones del ex rey Juan Carlos I sobre Franco son suficientemente ilustrativas: "Antes de morir lo único que me pidió fue que preservara la unidad de España". Y así se reflejó en la Constitución que se redactó con la supervisión y bajo las exigencias del Ejército.

Además sorprende que no consideren que se deba apoyar un referéndum que cuenta con “solamente” con la mayoría del pueblo catalán. Recordemos que en una reciente encuesta el 80% manifestó que votaría en un referéndum convocado sin el acuerdo con el gobierno español.

Una manera de cubrirse por izquierda ante esta formulación es que su manera de ayudar a que se haga el referéndum es buscando apoyos en el resto del Estado y Europa. Sin embargo todavía no se ha visto mover un dedo a Podemos y el resto de socios de “Un País en Comú” para organizar la más mínima movilización en el Estado español en contra de la ofensiva españolista del gobierno del PP, el PSOE, Cs y la Judicatura. Su recogida de apoyos es del mismo tipo que la que está haciendo el Govern de Puigdemont, meramente simbólica. Una muestra de como ni “els comuns” ni desde el “procesisme” se preparan para que se pueda llevar adelante un referéndum sin la venia del Régimen heredero de la Dictadura y sus instituciones. Sin la movilización del pueblo catalán, con la clase obrera a la cabeza y el apoyo de los sectores populares del resto del Estado, será imposible poder ejercer ese derecho. Pero tanto a una cosa como a la otra se niegan tanto “els comuns” como JxSí.

Sin duda esta posición ambigua sobre el derecho a la autodeterminación liga con la tradición del PSUC y del PCE. Durante la Transición estos partidos aceptaron renunciar a la república, a juzgar a los militares, jueces y policías franquistas, a tocar la propiedad de los capitalistas en favor de la clase trabajadora y a defender el derecho de autodeterminación de los pueblos del Estado español. La lógica que les llevo a aceptar todas estas renuncias entonces es la misma por la cual hoy niegan el derecho de la autodeterminación: para conquistarlas había que poner en marcha una gran movilización de la clase trabajadora y los sectores populares, y eso entrañaba el “ riesgo” de que se pudiera ir más haya del orden establecido y abrir una situación de caída revolucionaria del régimen franquista.

La utopía de recuperar soberanías respetando las ganancias y la propiedad capitalista.

El nuevo partido repite sin cesar la idea de ganar “soberanías”. Sin embargo nos preguntamos como piensan tener soberanía si no es enfrentándose a los grandes capitalistas. Ellos detentan el poder económico. Y solucionar los grandes problemas sociales sin proponerse expropiar, socializar y democratizar los medio de producción se está demostrando una utopía.

¿Como poner fin al desempleo y la pobreza sin repartir las horas de trabajo y subir los salarios a costa de las ganancias de los capitalistas? ¿Cómo poder atender las grandes necesidades de sanidad, educación o dependencia sin dejar de pagar la deuda?

Hablan también de soberanía alimentaria, energética y sobre la vivienda. Pero ¿Qué poder de decisión puede tener las clase trabajadora y los sectores populares sin expropiar a los grandes propietarios de viviendas que especulan con ella? ¿Qué soberanía alimentaria puede existir sin expropiar a los grandes terratenientes? ¿Qué soberanía energética podemos tener si expropiar a las grandes empresas eléctricas?

Hablar de soberanía sin proponerse medidas elementales contra los grandes capitalistas no es más que repetir discursos vacíos, a los que ICV y EUiA ya nos tiene acostumbrados, que no se proponen una transformación real, sino la simple gestión de la miseria del capitalismo. Son discursos que llevan a seguir el fracaso de Syriza y de la izquierda reformista del Estado español durante los últimos cuarenta años.

Todas estas “soberanías” solo se puede conseguir mediante la lucha y la movilización de la clase trabajadora y los sectores populares que transgreda el marco del Règimen del 78 que lo dejó todo atado y bien atado, y permita avanzar sobre los intereses y beneficios de un puñado de capitalistas.