El 1º de mayo sirve de excusa para encontrarnos con un grupo de maestras, y conversar sobre las condiciones de trabajo en un gremio mayoritariamente femenino como el docente. Las largas jornadas laborales en la escuela y el hogar, los reclamos pendientes y las reivindicaciones, narradas en primera persona.
Viernes 1ro de mayo de 2015
Con la intensión de conmemorar este 1° de mayo, y para hablar sobre la actualidad de las trabajadoras de la educación, desde La Izquierda Diario convocamos a un grupo de docentes de diferentes niveles educativos, mayoritariamente del distrito de Morón, y algunas de Merlo. Participaron Anita, Graciela y Miriam de la SB 39, Isabela profe de teatro, Soledad y Patricia de la EP 4 de Morón, Verónica, Silvana, Sandra, Amanta y Mariela, de Castelar y por ultimo Caro de la EE 505 de Merlo. Las entrevistadas, todas ellas mujeres, se atrevieron a hablar de cosas que muchas veces no se escuchan. Se sorprendieron hablando de un día de trabajo, de la vida cotidiana. Y las invitamos a pensar como sería un día de trabajo ideal.
En muchos lugares, esta pequeña entrevista sirvió para juntarse entre varias y hacerse de ese espacio necesario para conocerse un poco más, compartir más que los problemas propios de la escuela, poder hablar de los que no se habla, ni siquiera se insinúan, cuando los medios de comunicación hablan de “los docentes”. A propósito nos dijeron: “fue bueno encontrarnos, porque nos dimos cuenta que no sabemos mucho de nuestras vidas, porque es poco el descanso y el tiempo que tenemos las profesoras de compartir en las escuelas… se generó un lindo clima y pudimos reírnos”.
Así descubrimos que el día arranca a las 5:30/6 de la mañana para la mayoría. ¿Para qué? Para empezar a preparar la casa antes de salir a trabajar, así como lo contaron Amanda, Caro o Soledad que levantan a su hijos, los preparan para ir a la escuela, y los llevan antes de salir para la suya propia. Algunas como Adela o Laura, viajan hasta una hora para llegar.
Todas relatan qué significa ser docente, llegar antes que los chicos y las chicas en el caso de las primarias, recibirlos, hacer las actividades propias de la profesión. Y si son profes, comenzar en una escuela para seguir en otra, y otra. Medio día y salir corriendo. Silvia, Amanda, Silvana, Anita, o Verónica en una mágica hora, salieron del colegio, prepararon la comida, y la que no compartió el desayuno con sus hijos hizo lo propio en el almuerzo para alistar al resto de sus hijos para llevarlos a la escuela. La tarde nuevamente se prepara para estar en otra escuela, nuevos directivos, nuevos padres, nuevos alumnos.
La tarea escolar finaliza a las 17:30/18:15 para algunas “privilegiadas” que se van a su casa, pasan por el colegio a buscar a su hijo, por el super para organizar la cena, meriendan, hacen las “tareas de la casa” como nos cuenta Myriam, o se van a cuidar a su nieta como lo hace Graciela. Otras tantas, como Anita o Patricia continúan en la vespertina o con clases particulares. Y después de estas tareas, la mayoría cuenta que a eso de las 9/10 de la noche, se ponen a planificar para el día siguiente. Sandra, casi a escondidas, aceptó que un rato “boludea”, después de finalizar, lo que ella llamó la tercer jornada de trabajo (no reconocida), y alguna se atrevió a decir “cansada, extenuada, me voy a dormir a las 12 o 1".
Llamativamente, en estas idas y venidas, no hubo lugar para el esparcimiento, el tiempo de ocio o descanso, a la que le queda un hueco lo usa para planificar o prepararse para otra clase. Corridas, mal viajadas, horas paradas frente al curso, el desgaste de las cuerdas vocales, el entender y estar con cada necesidad de los y las estudiantes. Las contracturas por llevar colgando hojas y hojas para corregir, varices, lumbalgias, dolores de espalda, rectificación de columna, y muchos más etc en diagnósticos son también, parte de la vida cotidiana.
Hablar de días ideales
Fueron las respuestas más difíciles, poder jugar con eso que uno desearía que suceda si pudiera elegir. Trabajar una jornada, dejarme algunas tardes libres, no tener que trabajar de noche. ¿Para qué? Para disfrutar a mis hijos, para poder llevarlos yo a la escuela, para tocar un instrumento, para poder tener un tiempo de esparcimiento.
Tan lejos no parecen estar las principales demandas de aquel 1° de Mayo, cuando se planteaba 8 horas de trabajo, 8 horas de ocio y 8 horas de sueño.
Nora de Lucía, que con sus más de $50.000 de sueldo, al igual que otros funcionarios, viven completamente alejados de nuestras realidades, con sus sueldos, viajes y casas de lujo.
Y sobre todo, tienen el descaro de seguir refiriéndose a nosotras como “docentes vagos”, cuando nuestro salario actual roza los 7 mil pesos en un cargo y tenemos que hacer grandes jornadas laborales para poder alcanzar un sueldo relativamente digno. Lo que significaría, tener que trabajar por siete meses para poder cobrar lo que estos funcionarios cobran en uno.
Y Baradel, preocupado por las internas de las próximas elecciones, alineado detrás de los que no pagan los sueldos, pone paños fríos y nos pide que tengamos paciencia.
Las trabajadoras de la educación somos mayoritariamente mujeres, y esto de lo que hablamos, no es lo que viven unas pocos, sino la realidad de la mayoría. Y en este 1° de Mayo, este también es nuestro reclamo.