Sábado 13 de junio de 2015
Es la hora de arrancar la producción de las 6 de la mañana.
(No me buscan. No importa si desaparecí).
Ese hombre que llegara ebrio por la noche, al despertarse cerca del mediodía, con el cerebro destrozado, tomo un resto de comida de la heladera ¿estacionada allí hace, 2,3, 4 días? No importa.
(No me busca. No ve que desaparecí).
Las tres niñas llegan de la escuela; buscan restos en la heladera e improvisan un almuerzo.
(Aún no me buscan. No saben que desaparecí).
Es la hora del almuerzo en la fábrica, algunas (dos) mujeres preguntan entre sí:
(Aún no me buscan. No saben que desaparecí).
Ya está anocheciendo y las niñas aguardan un poco ansiosas la llegada de mamá, están solas. Siguen pasando las horas y el hambre se transformó en miedo.
No está, desapareció.
Pasan los días, pasan las semanas, pasan los meses. Daniela no está, Daniela no aparece.
–Ya no sabemos dónde llorar, ya no sabemos dónde gritar. ¿Qué importa el puesto de la línea vacío? De hecho ya no está vacío. Importa la silla a la hora del almuerzo, importa su sonrisa vergonzosa. Importa que no esté, no puede haber desaparecido.
Pasan los días, pasan las semanas, pasan los meses.
Cuando una mujer desaparece, ¿quién la busca?
Yo un día desaparecí. Desaparecí del todo. Desapareció mi mente. Desapareció mi cuerpo.
Me encontré aquí, en este lugar que no es lugar, en este tiempo que no es tiempo, en esta vida que no es vida, en este cuerpo que no es mi cuerpo, en este infierno que no es mi infierno.
Cuando una mujer desaparece, ¿quién la busca?.