En diálogo -buscado o no- con el film de 2014, Ella es hermosa cuando está enojada, de Mary Dore, Netflix estrenó en 2018 otro documental sobre el feminismo norteamericano de la segunda ola, "Feministas, ¿en qué estaban pensando?", de Johanna Demetrakas. En este caso, la directora centra el relato en las vivencias de un grupo de figuras famosas, artistas consagradas y prestigiosas intelectuales.
Entre 1974 y 1977, la artista Cynthia McAdams fotografió a decenas de actrices, escritoras, artistas plásticas, poetas, profesoras, cantantes y activistas feministas norteamericanas. Para que posaran, solo les dijo que quería ver si, en las fotografías, se notaría esa transformación que había provocado en ellas el feminismo. En blanco y negro y en dos dimensiones, Cynthia intentó capturar el movimiento: cambios y transformaciones sociales e íntimas. Esas fotografías se compilaron en un libro titulado Emergency, que prologó la reconocida intelectual feminista de la segunda ola, Kate Millet.
Casi cuatro décadas más tarde, las fotografías fueron expuestas en una galería de Nueva York, con las mujeres retratadas como invitadas especiales. Ahí es donde comienza este documental, en el que desfilan desde la famosa actriz Jane Fonda hasta la cantante Michelle Phillips, integrante de la mítica banda The Mamas & The Papas; desde la multifacética Laurie Anderson hasta la extravagante pintora Judy Chicago.
La directora enlaza las entrevistas actuales con las fotografías de los años ’70 y añade una selección de imágenes de aquellos años: manifestaciones callejeras, convenciones y asambleas, destacadas referentes del movimiento hablando en mitines y en el Congreso. También recurre a las citas audiovisuales, cuando alguna de las mujeres entrevistadas menciona la educación sexista de sus infancias en los años ’50, la publicidad, imágenes familiares o de sus carreras artísticas. En las entrevistas y la documentación audiovisual que añade la propia Demetrakas se habla del feminismo, pero no solamente. Inevitablemente, entre las reflexiones sobre la falta de derechos, los tabúes, las discriminaciones y los prejuicios contra las mujeres, aparecen el bombardeo de Hiroshima, el macartismo, las movilizaciones contra la guerra de Vietnam, la lucha palestina…
"En lo que creemos como feministas es muy simple y es la igualdad social económica y política de los sexos. Estamos en política porque la relación entre los sexos es una relación política", se le escucha decir a Kate Millet en un fragmento rescatado de un archivo. En otro, de 1971, la diputada afroamericana Shirley Chisholm toma la palabra en la Comisión de Asuntos Laborales del Congreso y reclama: "Para aquellos que piensen que el movimiento de liberación femenina es un chiste relacionado con corpiños prendidos fuego y con obtener acceso a los bares solo para hombres, debo desengañarlos. Se trata de recibir igual salario e iguales oportunidades en el mercado laboral".
"Las mujeres ya no competían entre sí por los hombres, ahora éramos parte de un mismo equipo y luchábamos por nuestra libertad.", dice una de las entrevistadas. "Recuerdo la gran energía de esos días, esa sensación de ’todo o nada’", comenta otra. Alguna refiere al trabajo de Cynthia McAdams: "Capturó a las mujeres en un momento en el que se sintieron la libertad de ser ellas mismas". Todas reviven con emoción y melancolía aquellos tiempos que vuelven a su memoria a través de sus propios retratos.
"Mujeres del mundo, uníos"
En agosto de 1970, la Organización Nacional de Mujeres (N.O.W.) había convocado a una huelga de mujeres y manifestación por la igualdad, en el aniversario de la aprobación del derecho al voto femenino en Estados Unidos. Más de 50 mil mujeres protestaron en Nueva York y decenas de miles más en todo el país. "Mujeres del mundo, uníos" decía la bandera que arrastraban en la primera línea, parafraseando al Manifiesto Comunista. Otra bandera rezaba Woman Power, el poder de la mujer. En esos años, las pancartas que las mujeres portaban en las manifestaciones rechazaban la intervención imperialista en Vietnam diciendo: "ni nuestros hijos, ni tus hijos ni sus hijos" y también "las mujeres de Vietnam son nuestras hermanas". "Huelga de mujeres por la paz y la igualdad", era una de las consignas que más se repetía en las pancartas, en manos de las mujeres blancas, las afroamericanas y las latinas.
Y aunque haya quien recuerda que "todas salimos de casa al mismo tiempo", las entrevistadas del documental no eluden que el movimiento era heterogéneo, que estaba cruzado por contradicciones y distintas estrategias. "Fue muy diferente para las mujeres negras. Fue muy diferente para las mujeres de la clase obrera. (…). Sí, éramos hermanas. La hermandad es algo poderoso. Pero las hermanas veníamos de familias diferentes. Había que reconocerlo", reflexiona la académica Catharine R. Stimpson, fundadora de la prestigiosa revista Signs, en 1975, una de las publicaciones pioneras en Estudios de Género.
Es la periodista Margaret Prescod, nacida en Barbados, una de las fundadoras de la coalición Mujeres Negras por el Salario para el Trabajo Doméstico, la que recuerda más agudamente estas contradicciones: discusiones en el movimiento antirracista por su militancia en el movimiento feminista interracial y peleas en el movimiento feminista porque se escuchen las demandas de las mujeres negras, que quedaban subordinadas en la agenda que imponían los sectores que lideraban, donde las mujeres blancas de clase media eran la mayoría.
"Pensábamos que cambiaríamos todo"
¿Qué es lo que hace que estas mujeres -ahora famosas, realizadas, ricas, prestigiosas, que viven un presente pletórico de derechos y libertades que no tuvieron en su juventud- añoren y sientan felicidad por aquellos años en los que estar divorciada era tabú, asumirse lesbiana un pasaporte al destierro, abortar un riesgo de muerte y la decisión de seguir sus vocaciones un verdadero desafío?
Son historias de aquellos años en que, en sus vidas, abundaban las frustraciones profesionales, los dolores desgarradores, los descubrimientos displacenteros, los traumas y los abusos. Sin embargo, ninguna de las mujeres entrevistadas se presenta a sí misma como una víctima. No recuerdan las quejas, sino los reclamos y exigencias, las aspiraciones y los combates colectivos por conquistarlas. Todas transmiten una gran sensación de libertad, fuerza, coraje y vitalidad al recordarse en aquella década en la que fueron retratadas. "Parecen libres. Quiero ser como ellas. Es contagioso.", dice la joven cineasta Wendy J. N. Lee cuando mira las fotografías del libro de Cynthia MacAdams.
Esas mujeres vivieron un tiempo fabuloso para creer en sus sueños. Eran tiempos de transformaciones, porque las masas explotadas, los sectores sociales discriminados y los pueblos oprimidos por el imperialismo se alzaban en todo el mundo contra los poderosos y el orden que imponían. La alegría era consustancial a saberse protagonistas de esos cambios que sacudían al mundo y a cada una. "Cualquier país sano, cualquier individuo sano, debe estar en perpetua revolución, perpetuo cambio", dice Jane Fonda mirando aquellas imágenes desde sus actuales ochenta años. Como un contraste de tonalidades, la joven Wendy Lee dice: "Con mis amigas no usamos mucho la palabra ’feminismo’. En general somos más específicas. Luchamos por la igualdad de género, por la igualdad salarial. O luchamos porque haya más mujeres en pantalla". Por el contrario, las mujeres que fueron fotografiadas en los años 70, transmiten la idea de que estuvieron envueltas en un torbellino vital de cuestionamientos y cambios radicales. Son las que consiguieron gran parte de los derechos de los que después gozaron las generaciones siguientes; pero, en todo caso, esos derechos fueron el resultado de la relación de fuerzas. Sus ansias de transformación abarcaban desde la sexualidad hasta el sistema político, desde establecer guarderías gratuitas para las estudiantes y trabajadoras que eran madres hasta enfrentar la intervención militar de Estados Unidos en Vietnam. Como dice una de ellas: "Pensábamos que cambiaríamos todo".
Las aspiraciones del movimiento del que eran parte aún no habían sido limitadas a la consumación de la igualdad jurídica ni tampoco se imaginaba aun la autonomía como un proyecto individualista, desligado de la lucha colectiva. La revolución sexual que tenían en mente aún no se pensaba escindida de una transformación social radical. Liberarse de los cánones y restricciones que imponía la construcción histórica, social y cultural de los géneros era un motor poderoso que empujaba a miles de mujeres a organizarse, tomar las calles, luchar contra los poderes políticos y el sistema económico que los sostenía, los legitimaba y reproducía. Las que aquí son entrevistadas representan apenas un pequeño sector que, seguramente, contó con mejores condiciones y determinadas ventajas socioeconómicas, educativas y culturales para sobreponerse a las dificultades y alcanzar sus objetivos. Y sin embargo, aunque no son una "muestra representativa", el espíritu de su época juvenil -que abarcó a una generación entera- se cuela en sus reflexiones.
Si fuera cierto aquello de que "todo tiempo pasado fue mejor", lo sería solo en el sentido de que las experiencias transitadas fueran una guía de dilucidación del presente y preparación del porvenir. Quizás, desde este ángulo, el documental Feministas, ¿qué estaban pensando? de Johanna Demetrakas adquiera otras múltiples significancias para las nuevas generaciones que ahora pueden verlo en Netflix. Como dice una de las mujeres entrevistadas por Demetrakas: "Queríamos ganar". Es tarea de sus hijas y nietas preparar la victoria.
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