Con su propio partido en contra, y un amplio rechazo popular, el presidente sudafricano tiene los días contados. Lentamente el final está asegurado, la pregunta que se abre es ¿y después qué?
Diego Sacchi @sac_diego
Sábado 10 de febrero de 2018 09:35
El final del mandato de Jacob Zuma como presidente de Sudáfrica parece inevitable, acosado por los escándalos de corrupción, con un amplio rechazo popular y convertido en un peso muerto para su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA). Solo se alarga su mandato porque los líderes del CNA buscan pactar su dimisión voluntaria para no arriesgarse a una fractura interna.
Para evitar una crisis mayor se ha puesto en marcha un “golpe palaciego” para lograr su destitución. Zuma no tiene el apoyo de la dirección ejecutiva del CNA y hace tiempo que viene perdiendo el apoyo en la mayoría del partido. El actual presidente del partido y vicepresidente del país, Cyril Ramaphosa, busca una salida “pactada” que permita una rápida transición.
Recordemos que el presidente sudafricano es elegido por el Parlamento, donde el CNA tiene una abrumadora mayoría. Sin el apoyo del partido, Zuma queda aún más en el aire. Pero el actual presidente conoce de estas situaciones, en especial porque fue protagonista del “golpe palaciego” que empujo a la dimisión del ex presidente Thabo Mbeki, a finales del 2008.
Justo a tiempo para reciclar al oficialismo ¿o ya es tarde?
El reclamo para que Zuma salga de la presidencia no es nuevo, como tampoco lo son los casos de corrupción que ahora la cúpula del CNA usa para presionar al presidente. El #ZumaMustFall (Zuma debe caer) se ha transformado en un lema recurrente en manifestaciones de la oposición y varias luchas sociales, en los últimos años.
Entonces ¿Por qué el CNA ha decidido empujar la dimisión antes del fin de su mandato? La respuesta es simple: la fracción mayoritaria del CNA quiere evitar que el desprestigio presidencial dañe aún más al partido sostén del régimen sudafricano.
Así es que Ramaphosa alcanza la presidencia del CNA con un discurso anticorrupción y de revitalización económica. Pero él y el sector que ha puesto en marcha el “golpe palaciego” contra Zuma han sido socios y garantes del gobierno actual. Se beneficiaron del control del estado para empoderarse como una nueva elite negra que se enriqueció siendo socios menores de las empresas multinacionales.
La “ruptura” con Zuma solo busca relegitimar a una nueva dirección del CNA para que este partido pueda continuar cumpliendo su papel que transformó a la alianza de gobierno de combatientes contra el apartheid a representantes del orden y garantes de los negocios imperialistas en el país.
El horizonte aparece poco claro para el intento de reciclar al CNA (y su alianza con el PC sudafricano y la central sindical del país) en un partido anti corrupción y que responda a las demandas sociales y económicas. El descontento social pasó de la calle a las urnas, y en la última elección del 2016 el CNA perdió un 7,5% de votos en general y obtuvo muy bajos resultados en distritos claves como Pretoria o Mandela Bay.
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Si ese descontento no se ha expresado en una ruptura política más profunda se debe al rol jugado por una parte de la burocracia sindical y antiguos miembros del CNA, hoy en la oposición, que canalizaron el descontento, usando un discurso izquierdista, en falsas expectativas de cambio exclusivamente por la vía parlamentaria.
Adiós Zuma y después ¿qué?
La crisis presidencial en Sudáfrica no es un dato menor para la región. La principal economía de África subsahariana y sostén de la estabilidad regional en el sur del continente no puede darse el lujo de tener un partido de gobierno que desgasta su legitimidad.
Solo la búsqueda de un cambio sin mayores sobresaltos, como podría ser la ruptura de un sector del CNA que apoye a Zuma, explica el largo y lento camino hacia el recambio presidencial y la llegada al poder del actual líder del CNA, Cyril Ramaphosa.
De concretarse la dimisión de Zuma, un nuevo gobierno tampoco garantiza la renovación del crédito a la alianza de gobierno. Ramaphosa, indicado como el próximo presidente, tiene un largo y oscuro currículum que incluye estar acusado como autor intelectual de la represión que llevó al asesinato de 32 mineros, en Marikana, siendo en ese momento dirigente del sindicato minero NUM.
Una nueva administración tampoco tiene un escenario simple en lo económico. La amenaza de una posible degradación para Sudáfrica por las grandes agencias calificadoras complicaría mucho la situación del país y pondrían muy cuesta arriba revitalizar la economía sudafricana. Justamente ese es el principal factor a mejorar si el CNA pretende evitar un aumento del descontento social contra su gobierno, aunque el pronóstico del FMI es pesimista y augura un 1% de crecimiento para el 2019.
Por otro Ramaphosa es representante de un sector del CNA que mantiene relación directa con la burocracia sindical de la COSATU y el PC. Si bien esto le agrega un punto de estabilidad al nuevo gobierno, lo enfrenta directamente con los dirigentes del Sindicato Metalmecánico (NUMSA) y de la Federación Sudafricana de Sindicatos (SAFTU por sus siglas en inglés). En una reciente declaración desde el NUMSA dicen "Cyril Ramaphosa es un multimillonario capitalista profundamente comprometido, con las manos manchadas con la sangre de las 34 víctimas de Marikana que fueron asesinadas a sangre fría por el estado para proteger al capital del monopolio de los blancos en general y a la minera Lonmin en particular".
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La declaración del NUMSA, el mayor sindicato industrial del país, contra el que sería futuro presidente muestra la reubicación de un sector de las direcciones sindicales pasando a la oposición política. Es que al conocerse la designación de Ramaphosa como presidente del CNA, los dirigentes del NUMSA desempolvaron, la resolución tienen varios años ya, un llamado para construir un partido de trabajadores tomando como ejemplo el PT de Brasil con un programa que conserva puntos históricos de las demandas anti Apartheid.
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El primer paso que debe dar Ramaphosa y la cúpula del CNA es lograr un acuerdo con Zuma para su dimisión, parece ser la más simple de las tareas que le esperan. Hasta qué punto este intento de “transformación” y renovación del CNA podrá contener el proceso de ruptura de sectores obreros, estudiantiles y del pueblo pobre con su dirección histórica.
La ausencia de derechos básicos y acceso a la salud, educación o condiciones de vida digna para millones, que había prometido resolver el CNA tras la caída del régimen racista, sigue siendo el motor del descontento, al que los casos de corrupción ayudaron avivar como el combustible al fuego, y nada indica que un nuevo gobierno pueda resolver alguno en un futuro próximo.
Diego Sacchi
Nacido en Buenos Aires en 1977, militante del Partido de Trabajadores Socialistas desde 1994. Periodista, editor en la sección Internacional de La Izquierda Diario y columnista de temas internacionales en el programa de radio El Círculo Rojo.