El cuento que forma parte de la compilación “La Fuerza de los fuertes y otros cuentos”de Ediciones IPS, es una historia apasionante.
Martes 6 de diciembre de 2016
Mañana temprano, camino al trabajo en el tren Roca. Luego subtes, combinaciones de líneas, caminar. Lo de todos los días, ni más ni menos que lo que hacen muchos trabajadores para ganarse el sustento diario. Pero esa mañana el viaje fue distinto.
Llevaba en mis manos el libro de Jack London “La fuerza de los fuertes y otros cuentos”.
Jack, ese escritor que logró lo que pocos: acercar la literatura a muchos trabajadores, me acompañaba y me trasladaba al mundo de la imaginación y las emociones, dándome la posibilidad de ponerme en la piel de cada uno de sus personajes.
Los cuatro cuentos de esta edición son imperdibles, pero yo me voy a detener en uno: “Un pedazo de carne”.
Al leer el muy buen prólogo de Nicolás B., creí que este cuento sería el que menos me iba a atrapar, quizás por tratarse de algo tan lejano a mí como lo es el boxeo. Y me equivoqué por completo.
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Desde que comencé a leer la historia de Tom King supe que estaba ante un cuento diferente. Porque no solo habla de la vida de un boxeador que conoció la gloria y que ahora, ya grande, se encontraba en la miseria. A medida que lees la historia, la sentís como tuya. Sentís el hambre de ese hombre, la desesperación por no tener un pan para compartir con su mujer y sus hijos. Y entonces, cuando parece que no hay salida, surge la oportunidad de una pelea con una joven promesa del boxeo que le permitiría poder llevar un pedazo de carne a su mesa.
Porque ya no se trata de la gloria y el dinero que supo ganar de joven, peleando contra otros boxeadores mayores. Ahora la pelea era más profunda, más a todo o nada, era la pelea por seguir vivo, por su dignidad como ser humano. Se trata de la “experiencia y juventud que se enfrentan por la vida materializada en un pedazo de carne”. “El principal recurso de King era la experiencia. A medida que su vitalidad se apagaba y su vigor se debilitaba, los había ido reemplazando con astucia, con la experiencia nacida de largos combates y el ahorro cuidadoso de energía. No solo había aprendido a no derrochar sus fuerzas, sino también a obligar a su contrario a malgastar las suyas”.
Y las historias se repiten: ahora pudo realmente comprender el llanto de Stowsher Bill, aquel viejo boxeador al que supo dejar fuera de combate cuando Tom era joven. Pudo entender que lo que estaba en juego en ese ring era la vida misma, que dentro de este sistema no tiene valor, es descartable.
Ilustración Iara Rueda
El relato de la pelea es sinceramente brillante, una verdadera obra de arte. Estás en el ring con él, o mejor dicho sos él. Sentís el cansancio, pensás en sus movimientos y los de su rival. Te alegrás cuando el joven Sandel comienza a flaquear y cae, te pones nuevamente en guardia cuando se levanta y todo vuelve a empezar. Querés que gane, sí, porque Sandel tendrá otras oportunidades, es buen boxeador, y podrá triunfar. En cambio Tom si no gana, no comen nuevamente ni él ni su familia…
Pocas veces uno termina de leer algo llorando de emoción como me ocurrió esta vez. Solo les digo que agradezco a Jack London estas historias, y entiendo que solo alguien con una vida tan fuera de lo común como la suya pueda meterse tan a fondo en la piel y los sentimientos de personajes así.
Los invito a leer este hermoso libro cuando salgan a pelear diariamente ustedes también, por ese pedazo de carne.
Podés adquirir el libro en Riobamba 144 CABA , a través de www.edicionesips.com.ar o en las principales librerías del país.
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