La pantalla nos arrastra a Nueva York. Un asesinato. Un culpable perfecto. Todos apuntan contra Nasir Khan. ¿Qué harías si tu único aliado fuera un abogado de credenciales dudosas?
Celeste Murillo @rompe_teclas
Domingo 18 de septiembre de 2016
Cuando parecía que nadie iba a levantar el guante de True Detective (no hace falta hacer aclaraciones sobre la segunda y fallida temporada), los guionistas Steven Zaillian y Richard Price crearon el universo de The Night Of. Basada en Criminal Justice de la BBC, HBO produjo esta miniserie de 8 capítulos que cuenta la historia de Nasir Khan.
Muy lejos de la ciudad perfecta de las comedias, las calles de Nueva York están sucias, sus habitantes sufren, la violencia y el racismo son una realidad cotidiana. Los blancos desprecian a los afroamericanos, los afroamericanos a los latinos, todos odian a los musulmanes. Un retrato casi perfecto de la Nueva York post 11S, donde se respira islamofobia casi en cualquier esquina.
Cuando se cumplen 15 años de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el odio contra la comunidad musulmana sigue en auge. Si en 2001 estos crímenes de odio alcanzaron el pico macabro de 500, en los años que siguieron hasta ahora la tasa de asesinatos motivados por la islamofobia quintuplican las cifras pre 11S, según el informe anual del FBI (entre 100 y 150 crímenes por año). A esto se suma la existencia de al menos 78 organizaciones antimusulmanas, según el Council on American-Islamic Relations.
No es una excepción. El crecimiento del odio, alimentado por el miedo y los prejuicios, se da en un contexto de racismo y discriminación contra afroamericanos y latinos en Estados Unidos. Black Lives Matter es uno de los movimientos más visibles de los últimos años, con protestas y pronunciamientos que llegan hasta los ámbitos más populares como los deportes y la industria del entretenimiento.
Ese es el escenario en el que se desarrolla la historia de Nasir Khan, que parece sacada de un folleto del “sueño americano”. Hijo de una familia trabajadora de origen pakistaní, de padre taxista y madre ama de casa, Naz, como lo llaman todos, vive en un barrio popular de Queens y reparte su tiempo entre los estudios universitarios y su trabajo de tutor.
Trailer de The Night Of (HBO)
Los acontecimientos se concentran en una noche. Naz le roba el taxi a su padre para ir a una fiesta en Manhattan. Conoce a Andrea. Andrea no quiere estar sola. Toman éxtasis en las orillas del río Hudson. Van a la casa de Andrea. Drogas, alcohol, sexo, muerte (en ese orden).
El culpable perfecto
Lo que sigue es un recorrido frenético con avances y retrocesos en el laberinto del sistema penal estadounidense. El accionar de la Policía está absolutamente contaminado de racismo, las detenciones son racistas, el trato que reciben los procesados es racista, las “castas” carcelarias son racistas, las conductas que se esperan del acusado son racistas y los prejuicios del jurado serán (oh, sorpresa) racistas.
Para quienes acusan es simple: chica blanca, chico pakistaní, drogas y sexo; Naz es culpable. Para quienes lo defienden también es simple: chico bueno, chica de “dudosa conducta sexual” adicta a las drogas, Naz es inocente. Ambos lados de la Justicia apelan a prejuicios igual de imbricados en la sociedad, racismo, sexismo, islamofobia, misoginia, todos juegan en el juzgado.
Sabemos más o menos lo mismo que Naz: lo vimos salir de su casa, lo vimos charlar con Andrea, los vimos besarse, compartir una pastilla de éxtasis y unos tragos de tequila. Lo vimos despertarse aturdido. La vimos apuñalada en su cama. Hasta aquí la historia para no spoilear detalles.
De este lado de la pantalla, tenemos el privilegio de ver cómo se construyen en paralelo los casos de la fiscalía y la defensa. Cada uno por su lado parece tener buenos argumentos, y explotan los puntos débiles del contrincante. La fiscalía tiene de su lado a la Policía, encabezada por el obsesivo aunque atribulado detective Box. La defensa tiene de su lado la sabida ineficacia y burocracia de la Policía, encabezada por el mismo Box.
Lejos de los laboratorios asépticos de diferentes sucursales de C.S.I. y los dilemas de los innumerables shows del mundo criminal, en The Night Of todo se logra a fuerza de amenazas y mentiras en el baño de una comisaría. En la sala de interrogatorios se violan todos los derechos, no existen garantías ni rectitud profesional. El encanto y la exactitud de la medicina forense solo existen en la medida que sean necesarios para la fiscalía.
No hables con nadie
Es el primer consejo que recibe Naz después de contratar a John Stone (John Turturro) como su abogado defensor. Decir que Turturro es un gran actor es una verdad de Perogrullo. Sin embargo, no es posible hablar de The Night Of y no hablar de la interpretación que hace Turturro de ese abogado mezcla de perdedor, conocedor del oficio y la roña de las comisarías y juzgados.
Stone conoce el sistema al dedillo, desde las leyes y recursos legales hasta el color adecuado de la camisa que debe llevar en el juicio un acusado de homicidio. Su tarjeta de presentación, en castellano y en inglés, promete trabajar gratis hasta que su defendido esté en libertad. Stone sabe que sus clientes son pobres y que la mitad habla castellano. ¿Existe una aproximación más sucinta y precisa de los que están en el banquillo de los acusados en la vida real?
Como indican los manuales de novela negra, nuestro héroe no es exitoso pero es inteligente, no es un triunfador pero sabe cómo ganarle al sistema, no es un perdedor pero suele perder. Su vida está llena de problemas porque nuestro héroe es como nosotros. A todas estas características se suma un problema que atormenta a Stone, un eczema en sus pies que se convierte en estigma social y cloaca financiera y lo obliga a andar en sandalias en el invierno neoyorkino. Ese rasgo, con tanta humanidad como escatología, completa uno de los pilares del drama. No es injusto decir que el Stone de Turturro es un enorme y peculiar aporte a la historia.
No hay lugar para lecturas ingenuas
The Night Of no es una serie de denuncia política, pero desborda política. En el Estados Unidos actual, atravesado por el movimiento contra el racismo y la polarización política y social, no hay lugar para lecturas ingenuas. Requiere más artilugios hoy ocultar que mostrar la realidad, y sin embargo en eso sigue consistiendo gran parte del negocio del entretenimiento que se exporta a todo el mundo.
La industria cultural estadounidense no es obtusa y aprende a recrearse, como lo hizo otras veces en su historia, en su forma y en la producción de sus contenidos. The Night Of, como otras series, es testigo de esa reconversión que intenta seguir el ritmo que marca el espíritu on demand de la época, a la vez que muestra un retrato un poco más crudo y más sucio de la realidad. No recomendable para ansiosos, la producción de HBO se parece más a una película de 8 horas donde los personajes crecen mientras la trama se cocina a fuego lento, que a una expendedora de efectos y acción. Quizás en algo de eso resida su encanto, el resto parece ir por cuenta de John Turturro y la realidad devastadora que transpira The Night Of.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.