Espacios que no dan abasto, falta de materiales de trabajo, precario acondicionamiento de las aulas. Una situación que no da para más en las clases de primer año.
Miércoles 17 de abril de 2019 21:00
En el día de hoy una alumna de la Facultad de Artes se descompensó y se desmayó por el hacinamiento en las aulas. La joven cursa la carrera de Artes Visuales, donde las jornadas superan las 8 horas seguidas de clase. Junto a unos 200 estudiantes, cursaba una materia teórica en el quonset, una estructura de chapa con unos pocos ventiladores de techo, con ventanas obstruidas con palos, una sola puerta, sin salidas de emergencia ni sillas para todos los cursantes.
“Salimos a buscar ayuda tras la reacción asustada de todos los alumnos, todas las oficinas cerradas salvo Sección Alumnos donde nos enviaron ¡a hablar con el Centro de Estudiantes! De no creer, tampoco contamos con un servicio médico permanente en la facultad, ni guardia, ni emergencias, ni nada”, dice un estudiante indignado.
Tirados en el piso, casi enlatados, sin poder respirar, es la realidad cotidiana para los ingresantes. Las autoridades, como la decana Estela Noli, simplemente esperan que la crisis y la deserción hagan lo suyo para que las aulas se descompriman. Pero este hecho, que pudo terminar en una tragedia, muestra que también hay déficits en las cuestiones de emergencia.
Para dar dimensión del estado de la infraestructura, el quonset en el que sucedió esto proviene de la vieja Ciudad Universitaria de San Javier, que nunca se construyó. A su vez, esta estructura había sido adquirida de la época de la Segunda Guerra Mundial, usada por los aliados.
El problema edilicio y las condiciones deplorables de cursado no son una novedad, pero se agravan con la crisis. Se precarizan nuestras vidas mientras se hipoteca el futuro. En vez de invertir en las universidad, se destinan esos miles de millones de dólares en pagarle al FMI y los especuladores. Por eso decimos nuevamente, ¡Plata para educación, no para el FMI!