Reflexiones después del 8M en el aeropuerto. Unidad de efectivas y tercerizadas contra patronales misóginas y esclavistas.
Viernes 9 de marzo de 2018 16:26
Una. Del millón de postales. Elegimos una. Una del millón. Es arbitraria la elección. Sucedió en el Aeroparque. Más precisamente en la covacha de descanso del personal de trafico de Latam. La fuerza de esa postal no corresponde a las involucradas directas. La fuerza de esa foto se concatena con millones de imágenes que fueron quedando a la vera del poderoso paro internacional de mujeres. Las conexiones son infinitas. Empezó temprano. Para cuando el gerente de Latam advirtió que no permitiría que se levante ninguna compañera de los mostradores. Sugiriendo que serían sancionadas. La opción de las organizadoras fue dejar correr el tiempo. Un tiempo que correría a favor. Esperar a que el poder del paro internacional ubicara en su lugar las pretensiones de la gerencia. Así fue. Poco a poco las acciones de miles y millones de mujeres gritando por su propia libertad llego y le susurró al oído del patrón. “Mejor sin sanciones” le dijeron desde España, Palestina, Brasil, Francia, México y tantos otros países donde se sucedió el movimiento de mujeres.
Tempranamente las trabajadoras despedidas del Posadas inundaban las pantallas y los grupos de Whatsapp. Ellas también le susurraron al patrón: “sin sanciones” le insistieron. Así las cosas las compañeras de Latam dejaron sus mostradores y las tareas operativas del embarque y se aprestaron a ser parte del torbellino femenino que hizo temblar a la patronal misógina. Esa misma patronal que manda mensajes cariñosos, regala algún bomboncito y te manda una flor digital en el 8M. La asamblea no pudo ser mejor. En la sala colmada de mujeres trabajadoras se hizo presente una nutrida delegación de las compañeras tercerizadas de Latam. Entonces empezó el intercambio. Un intercambio que llevaba años pero que el patrón se obstino en ocultar. A ellas, que tan solo las separa una cita de equipaje y unos cuantos metros de pista, nunca se les permitió mirarse. Mirarse de verdad. Conocerse. Ellas que ponen a funcionar los poderosos aviones (no vaya a creer el lector que aquello es solo cuestión de pilotos) tuvieron su oportunidad. Vaya si la supieron aprovechar.
Y entonces fue cuando sucedió. Mujeres, sí. Pero mujeres trabajadoras más aún. La espontaneidad de esas admirables oradoras inundo todo con un sentido de pertenencia. Somos mujeres trabajadoras. Y queremos respeto. Fue cuando contaron el conflicto que doscientas familias están viviendo producto de un oscuro traspaso de empresa que no para de hostigarlas. Estaban presentes allí dos compañeras que la empresa Latam y Securitas se niegan a tomar como empleadas. Una con licencia médica y otra con una niñita recién nacida. También esta Luchito, aclaran las compañeras, poniendo en relieve su calidad de luchador. Hubo una previa, algo que se fue construyendo en la lucha misma. Fueron las compañeras de planta permanente quienes acudieron a la movilización de las compañeras en las movilizaciones que se realizaron en Ezeiza y Aeroparque frente a los mostradores dejando sus puestos de trabajo y acudiendo de forma solidaria. También amenazaron con parar los aviones cuando Securitas amenazó con dejar a todas en las calle. Pero hasta entonces no habían tenido espacio común de reflexión. El 8M auspicio esta unidad. Que mejor.
A la asamblea. Variada en creatividad. No le falto nada. Incluyendo una formidable clase de defensa personal contra los acosos. Esos que se suceden dos por tres en las oscuras calles de la costanera y en tempranas horas. Cuando nuestras compañeras se las arreglan para llegar a las 6am y más de una vez entran pálidas o llorando por el acoso callejero de muchachotes embriagados de machismo. La exposición, tan formidable, de una compañera que dedica su tiempo a la ayuda de victimas de género. Y así. La cosa fue de lucha. De lucha de la mujer trabajadora. De lucha y unidad entre efectivas, contratadas y tercerizadas. Es por todo lo vivido en este 8M que elegimos una foto. Para cuando terminaba la asamblea, preludio de la enorme movilización venidera, una de ellas dijo: “Esperen, foto”. Fue cuando quedo retratada la unidad de clase. Fue una foto. Una en un millón.