Con un discurso que revela el rostro misógino y encubridor de la iglesia católica hace su aparición uno de los nuevos obispos auxiliares para Santiago.
Sábado 25 de mayo de 2019
Durante esta semana el Vaticano informó la designación de dos nuevos obispos auxiliares para la arquidiócesis de Santiago, quienes vendrían a apoyar la labor de Celestino Aós, nuevo administrador apostólico designado tras la renuncia del Cardenal Ezzati. Se trata de los sacerdotes Carlos Eugenio Irarrázaval Errázuriz, actual párroco de la iglesia “Sagrado Corazón de Jesús” de Providencia en Santiago y Alberto Ricardo Lorenzelli Rossi, quien era hasta la designación del Papa, el director de la Comunidad Salesiana en el Vaticano y capellán de la Dirección de Servicios de Seguridad y Protección Civil del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Carlos Irarrázaval Errázuriz nació en 1966 estudió en el Colegio Tabancura (Opus Dei) y derecho en la UC, carrera que no terminó y fue ordenado sacerdote en 1996. Fue vicario parroquial, consejero de Pastoral de la Pontificia Universidad Católica, Vicario del Rectorado de la “Sagrada Familia”, Prefecto de Teología del Seminario Mayor Pontificio de Santiago, párroco y director de Radio María. En el 2011 reemplazó al sucesor de Karadima, y parte de su círculo cercano, Juan Esteban Morales en la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús.
Sin ser ordenado aún como obispo Carlos Irarrázaval ya hace noticia no por la función que le corresponderá desarrollar sino por las declaraciones que dio en el Mercurio y CNN. En el primero señaló que ante el duro momento que atraviesa la Iglesia Católica es hora de mirar hacia adelante, ya que “revolver un arroz recalentado no sirve de nada”. Recordemos que el duro momento que atraviesa la iglesia Chilena, se enmarca en un contexto internacional de crisis debido a los miles de casos de abuso sexual a niñas, niños y adolescentes que tienen larga data en la historia de la institución. Recordemos, por ejemplo, el escándalo que generó un artículo publicado el 2002 por Boston Globe que expuso la protección a curas pedófilos que realizó la iglesia local por lo menos desde los años 60´ trasladándolos de pueblo en pueblo. En Chile, solo cabe recordar los casos de abuso de Fernando Karadima expuesto el año 2010. Solo el año pasado, según el Ministerio Público, “habían 148 investigaciones vigentes, con 202 investigados, 225 víctimas de los cuales 110 corresponden niños, niñas y adolescentes. En la Conferencia Episcopal de agosto pasado, se actualizó a 25 sacerdotes el catastro de religiosos culpables de abuso sexual a menores (…).”
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Aunque el nuevo obispo auxiliar intentó aclarar sus dichos, en entrevista con CNN Chile, apuntó que hay que mirar hacia adelante sacando moralejas, aprendiendo del pasado y “cuidando de las pobres víctimas”. Sus palabras rebelan la conducta histórica de la iglesia Católica que busca protegerse a sí misma sin importa la vida de los niños, niñas y adolescente abusados, y en un contexto en el que el ministerio público lleva a cabo una investigación judicial por diversos casos de abuso debemos rechazar enérgicamente este tipo de dichos que solo buscan hacer desaparecer de la memoria colectiva un problema que muestra signos de no disminuir.
La polémica no queda solo ahí, en la misma entrevista con CNN Chile durante esta semana, habló respecto a la mirada de la iglesia sobre las mujeres y al rol de ella en la iglesia con frases como “Quizás a ellas mismas les gusta estar en la trastienda, puede ser”; “entre todos tenemos que lograr que puedan hacer lo que quieran hacer. Obviamente, Jesucristo nos marcó ciertas pautas, y si queremos ser la iglesia de Jesucristo, tenemos que ser fieles a Jesucristo“ y “es cierto que en la última cena no había ninguna mujer sentada a la mesa y eso tenemos que respetarlo también. Jesucristo tomó opciones y no lo hizo ideológicamente”. De esta manera se evidencia una vez más la cara misógina de la institución religiosa y se entiende por qué han sido los principales opositores de los derechos reproductivos de las mujeres como el derecho al aborto libre, seguro y gratuito clamado por el movimiento de mujeres en Chile, Argentina y el resto del mundo.
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