Frente a la crisis política que atraviesa Brasil algunas corrientes de izquierda como el PSTU y Luciana Genro del PSOL plantean la salida de “elecciones generales” a la que también adhiere el diario Folha y el Senador Calheiros del PMDB.
Viernes 8 de abril de 2016
Un elogio a la “democracia de la policía pacificadora”
El PSTU, el MES (corriente de Luciana Genro en el PSOL) y el diario Folha de Sao Paulo tratan los actuales intentos de destituir a Dilma a través del parlamento o del poder judicial, como métodos normales de la democracia burguesa: un cambio legítimo de gobierno dentro de los marcos de un mismo régimen. Para ellos, existen solo dos extremos: o golpe militar apoyándose en las fuerzas armadas o métodos “normales” de la democracia burguesa. Esto sin contar el cinismo “democrático” de Folha, que usó sus camiones de reparto de diarios para trasladar a miembros las fuerzas represivas durante la dictadura miliar, o poner bajo sospecha la vocación “democrática” del presidente de la cámara de senadores, Renan Calheiros del PMDB.
Parece que los compañeros del PSTU y del MES se olvidaron o no quieren ver que los métodos de la operación “Lava Jato”, que investiga los esquemas de corrupción en Petrobras, son los mismos métodos que garantizan la “estabilidad democrática” en las favelas del país. Delación premiada (ley del arrepentido), prisión preventiva por tiempo indeterminado, testimonio coercitivo, búsqueda y aprehensión, escuchas ilegales, más “autonomía” para la Policía, etc. Esos son los métodos sin los que la Lava Jato y el juez a su cargo, Sérgio Moro, con la ayuda de la corporación mediática Rede Globo, no podrían haberse alzado como “héroes nacionales”. Son también los métodos que sostienen un sistema jurídico y carcelario en el que el 40% de los presos, en su mayoría negros y pobres, se encuentran tras las rejas hace años sin una condena. Sin reglas “democráticas” como esas no existirían las Unidades de Policía Pacificadora (UPP, con las que se militarizaron las favelas), el Batallón de Operaciones Especiales (BOPE), ROTA (Tropa de élite de la Policía militar del Estado de San Pablo) y sus congéneres en cada estado. Sin estas instituciones tan estimadas por la “democracia” brasilera, las clases dominantes no podrían reprimir y “administrar” la violencia social inherente a la miseria estructural que reina en las favelas del país. Al no rechazar al golpismo institucional, el PSTU y Luciana Genro están contribuyendo a la legitimidad de estos métodos.
Por más que se critiquen los “excesos” de Moro (como lo hace el MES) y se declamen frases izquierdistas contra la “justicia burguesa” (como lo hace el PSTU) defender “elecciones generales” significa alinearse con la política de Folha y de la ex candidata presidencial, Marina Silva. Significa que bien se puede atribuir a los jueces del Tribunal Superior Electoral y del Supremo Tribunal Federal el poder de decidir quién gobierna al país sobre la base de las investigaciones de Lava Jato, o bien delegar a un puñado de diputados corruptos el poder de cambiar las leyes pasando por encima del voto de decenas de millones. Se trataría bien de un elogio a los jueces que reciben más de 80.000 reales por mes, tienen mil lazos con las multinacionales imperialistas o han sido entrenados por el Departamento de Estado norteamericano. O de un elogio a la constitución pactada con los militares en 1988, sus colgajos neoliberales y el Congreso de la corrupción en Petrobras. Parece increíble, pero es como si el PSTU y el MES estuviesen defendiendo los métodos de la “democracia de la bala” que está vigente en las favelas como legítimos para que las clases dominantes puedan “limpiar” la “democracia del soborno”.
El PSTU y el MES niegan que exista un uso creciente de métodos bonapartistas, que no necesariamente implican el uso de las fuerzas armadas. Cierran los ojos al hecho de que en todo el mundo distintos sectores del imperialismo se apoyan en el poder judicial para “remover” gobiernos o sistemas de partidos disfuncionales a sus intereses para sustituirlos por otros más serviles (como el Mani Pulite en Italia). Se niegan a ver que con el desgaste provocado por las dictaduras militares en los años 70 y mientras la clase obrera no sea una amenaza que exija el uso de las fuerzas armadas para frenarlas, el imperialismo y sus agentes nativos tienen muchos otros mecanismos dentro de las democracias burguesas para reforzar su poder. En medio de esta ceguera, terminan no solo haciendo coro con intereses y métodos imperialistas y de la derecha, sino que también abandonan la lucha en defensa de las libertades democráticas más elementales, cuya conquista no fue producto de ninguna “bondad” de las clases dominantes sino de años de luchas obreras y populares a lo largo de la historia.
Es tan de derecha la reivindicación que el PSTU y el MES (junto con Folha) hacen de los métodos “normales” utilizados por la Lava Jato para alentar la destitución de Dilma, que me pregunto si sus militantes tienen conciencia de las consecuencias que tiene lo que dicen. Tengo esa duda aun sabiendo que hasta hoy el PSTU nunca hizo ninguna autocrítica pública por haber defendido en Egipto que la junta militar seguidora de Mubarak encarcelase (¡pero no matase!) a los militantes de la Hermandad Musulmana. Tal vez defender delirios en países tan distantes y donde no se tiene ningún militante sea más fácil que en países en los que las consecuencias son más cercanas. Incluso en el caso del MES de Luciana Genro y de su juventud “Juntos!”, me pregunto si la sed de votos y el electoralismo desenfrenado no puede ser la base de esta ceguera que los lleva a elevar a Sérgio Moro y su Lava Jato a la categoría de nuevos héroes nacionales.
Si quieren hacerle justicia no al trotskismo o al marxismo que reivindican, sino al más mínimo sentido de solidaridad con la clase obrera, deberían tener en cuenta que cuanto mayor sea la legitimidad de estos métodos de la operación Lava Jato, más vulnerables estarán los sindicatos y la izquierda a las arbitrariedades del Estado burgués. Se trata de una cuestión elemental de principios. O para decir en un idioma más simple, de autopreservación.
Una defensa anticipada del programa de la traición
En un reciente artículo, el PSTU afirmó que el MRT, al rechazar el golpismo institucional, estaría en realidad capitulando al “frente popular” dirigido por el PT. Hay que destacar que ese es un argumento polémico que hasta ahora no habían usado. Sin embargo, pedimos a los compañeros del PSTU aclaren una confusión inherente a esta tesis:
Ustedes dicen que el PSDB y el PT son dos bandos burgueses que deben ser tratados como iguales, y que toda diferenciación entre ellos no pasa de una falsa polarización para engañar a las masas. Pido entonces que expliquen si ustedes ahora consideran a la derecha encabezada por el PSDB como un “frente popular”. Tal vez sea esa la nueva “teorización” que se esconde detrás de la política que levantan como quinta rueda del carro de la derecha, buscando ver algo “contradictorio” en las manifestaciones reaccionarias del 13 de marzo, como expresó el periódico Opinião Socialista.
Pero dejemos de lado este “detalle” de caracterización para concentrarnos en la esencia de la “política” que defienden.
Supongamos por un segundo que sea posible la fantasía defendida por el PSTU. Entremos en su “país de las maravillas” e imaginemos un movimiento de masas (¡una huelga general!) por el “Que se vayan todos, elecciones generales” que no sea por derecha, sin por izquierda (ver la editorial de Opinião Socialista Nº 514 del 31 de marzo al 14 de abril). Olvidémonos por un instante el apoyo de la Folha de San Pablo al programa de elecciones generales y de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp) a toda la campaña destituyente. Fantaseemos que un movimiento como ese podría ser impulsado de forma “independiente” por los sindicatos y corrientes sindicales opositoras dirigidas por el PSTU y por Luciana Genro. Sé que es difícil imaginar que la movilización de un puñado de sindicalistas en la General Motors de São José dos Campos y de 800 en la Av. Paulista pueda “hegemonizar” los centenares de miles (o de millones según algunos) que salieron a las calles el 13M. Entiendo que sea aun más difícil imaginar cómo el “Que se vayan todos, elecciones generales” puede transformarse en algo de izquierda en la medida que cada vez más ese programa se autonomiza de la lucha contra los ajustes y ataques del gobierno y de la patronal, que curiosamente tuvo muy poco peso en la agitación de la movilización del 1 de abril. Pero aun así hagamos un esfuerzo imaginativo para debatir con los compañeros del PSTU dónde llevaría su política:
Lo que tendríamos en esta fantasía es al PSTU y Luciana Genro encabezando el programa de la traición y desvío de una movilización de masas, lo cual seguramente sería apoyado por todas las direcciones burguesas mínimamente inteligentes, que preferirían ceder los anillos para no perder los dedos. Un eventual movimiento de masas que levante como programa elecciones generales tendría como objetivo canalizar ese proceso dentro los marcos de la institucionalidad burguesa, renovando la casta de políticos que administran el país para legitimar mayores ataques a la clase trabajadora. Hoy por hoy, muy probablemente con Marina Silva a la cabeza.
Es difícil entender cómo el PSTU puede defender que una “huelga general por el Que se vayan todos” culmine en elecciones generales que legitime las instituciones de la democracia de los ricos en la que vivimos. Es una vulgarización completa del contenido de “huelga general” en la tradición marxista, que plantea de hecho la cuestión de “quién gobierna el país” (Trotsky) y prepara las condiciones para la insurrección. Por lo tanto, si no se la piensa seriamente, ligada al armamento de las masas para la autodefensa ante los ataques de la reacción, se trata de una completa irresponsabilidad. Si de hecho surgiese una tendencia a la huelga general política, lo correcto sería defender no “elecciones generales” sino la lucha por la toma del poder por la clase obrera.
Aun cuando el PSTU esté vulgarizando la consigna de huelga general para pintar más a la izquierda una propuesta de paro nacional contra los ajustes (no los “días de lucha” que no incomodan a nadie, sin la entrada en acción de los principales bastiones de la clase obrera), defender que una acción de masas de la clase obrera levante como programa “elecciones generales” es poner esa acción como revoque del golpismo institucional. Un paro nacional que responda a los ataques económicos, para ganar a los sectores progresistas de las clases medias y del pueblo pobre de la ciudad y del campo debería levantar como bandera una Asamblea Constituyente Libre y Soberana. Una Asamblea que ataque la impunidad desde la raíz imponiendo que todos los políticos sean revocables y ganen lo mismo que un trabajador medio, que todos los jueces sean elegidos por el voto directo y que los jurados populares se extiendan a los crímenes de corrupción, que pare los ataques capitalistas instituyendo una ley que prohíba los despidos y que rompa con la subordinación al imperialismo, dejando de pagar la deuda pública para destinar esos recursos a la educación y la salud. En ese marco, la lucha por una Constituyente contribuiría a que las masas hagan una experiencia con la democracia burguesa y avancen en la conciencia de la necesidad de construir organismos de doble poder para la revolución.
Pero no. El PSTU y el MES prefieren defender “elecciones generales” en los marcos de esta “democracia”, que el año pasado hizo una reforma de la legislación electoral para restringir aun más los derechos democráticos de los partidos como el PSTU y el PSOL en las elecciones.
La única forma de explicar esta rareza es con la pasión que el PSTU y el MES tienen en común por la “teoría” de la revolución democrática que marca el origen y el modo de pensar de todos los morenistas, que a pesar de constituir distintas organizaciones políticas tienen un mismo origen en la diáspora de la corriente fundada por el argentino Nahuel Moreno.
Una “teoría de la revolución democrática” que legitima métodos bonapartistas
La “teoría” de la revolución democrática elaborada por Nahuel Moreno separa las demandas democrático-formales (que refieren a las formas de gobierno) de las demandas democrático-estructurales (que refieren a la estructura económico-social) y de las demandas obreras (que refieren al choque de intereses entre la clase obrera y los capitalistas), para afirmar que la caída de un régimen dictatorial sería una revolución democrática, independientemente del sujeto que la derrumbe. O sea, no importa si quien la tira abajo es la acción independiente del proletariado ligado la lucha por la caída de la dictadura con el combate anticapitalista al imperialismo y sus agentes nacionales, o si quien la tira es una dirección burguesa o pequeñoburguesa que se contrapone a medidas antiimperialistas y anticapitalistas, sentando las bases para una transición controlada hacia un régimen democrático burgués que aborta una revolución proletaria en desarrollo.
En esa medida, Moreno tira al tacho de basura una de las lecciones más importantes de los procesos revolucionarios del siglo XX: solamente la clase obrera, con un partido revolucionario al frente y apoyándose sobre organismos de tipo soviético, para hegemonizar con su programa los intereses democráticos de todos los sectores oprimidos y de la pequeñoburguesía, puede ser capaz de llevar hasta el final las tareas de la revolución democrática, estableciendo una dinámica inseparable entre esas batallas y la revolución socialista. La historia demuestra que cuando esto no ocurrió, o las revoluciones fueron derrotadas o dieron lugar a Estados obreros monstruosamente burocratizados que posteriormente restauraron el capitalismo.
Por más que esa revisión teórica de Moreno dejase abierta la puerta para que la misma lógica fuese aplicada en simples cambios de gobierno dentro de los marcos de la democracia burguesa, fue el PSTU quien “teorizó” ese paso al afirmar que la caída del presidente Fernando Collor de Mello en 1992 fue una “revolución democrática” triunfante (ver libro Esquinas Peligrosas de la Historia, de Valério Arcary). Con ese paso, el PSTU pasa a concebir que cualquier caída de cualquier gobierno es una “revolución democrática” triunfante, independientemente de si es derrumbado por una acción independiente de las masas o por métodos bonapartistas judiciales y parlamentarios que manipulan movimientos de masas progresivos o reaccionarios.
En el caso del “Fora Collor”, se trató de la manipulación de un movimiento progresista de las masas, en el que el impeachment fue utilizado como mecanismo de desvío para impedir que el gobierno cayese por la acción independiente de las masas en una huelga general, y a partir de ahí tejer la continuidad de la ofensiva neoliberal. El PT y la CUT, al negarse a convocar a una huelga general por la caída del gobierno y una Asamblea Constituyente Libre y Soberana para atacar a la impunidad de raíz y enfrentar la ofensiva neoliberal, fue esencial para ese desvío, por más que se haya mantenido posteriormente como oposición a los gobiernos de Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso.
En el caso del movimiento de los “escuálidos” para derribar a Chávez en Venezuela, o el que hoy intenta derribar a Dilma en Brasil, se trata de la manipulación de movimientos de masas claramente reaccionarios.
En su confusionismo morenista, el polemista Alejandro Iturbe llega a afirmar que un golpe militar significa un retroceso “en la independencia de los tres poderes de la democracia burguesa”. Es increíble como el revisionismo teórico echa por tierra bases elementales del marxismo. La “independencia” de los tres poderes ¡no es una conquista democrática! ¡Los soviets unificaron el poder ejecutivo y parlamentario! En la constitución norteamericana, la separación de poderes sirve justamente para generar el mecanismo de “checks and balances” (frenos y contrapesos) y permitir que las clases dominantes usen el arbitrio de uno de los poderes sobre los demás para resolver las crisis políticas, expropiando la voluntad popular, dejando a las masas por fuera de las decisiones fundamentales. La actuación bonapartista del poder judicial y el mecanismo de impeachment son mecanismos de expropiación del sufragio universal.
Esa confusión es justamente parte de la ceguera que hizo que la dirección del PSTU compare la actual crisis con las elecciones presidenciales de 2014, como si votar nulo ante candidaturas que representan proyectos burgueses (como hizo el MRT no solo en 2014 sino también en 2002 cuando el PSTU llamó a votar a Lula) fuese equivalente a no rechazar el actual golpismo institucional. Es increíble cómo la ceguera ante los mecanismos bonapartistas de la democracia burguesa lleva a no conseguir diferenciar el sufragio universal de una negación del mismo.
Es difícil entender por qué los militantes del PSTU nunca se rebelaron contra las delirantes comparaciones entre el Fora Collor y febrero de 1917 en Rusia. Debería ser digno de al menos cierta incomodidad la comparación entre los jóvenes de negro y la CUT por el impeachment de Collor por un lado, y por otro los soldados y obreros bolcheviques armados y construyendo soviets. Pero aun dejando de lado los delirios académicos que no rinden muchas cuentas a la realidad, es difícil tragar que después de toda la ofensiva neoliberal que siguió al impeachment nunca cuestionaran que la caída de Collor haya sido el triunfo de una “revolución democrática”.
Así, el mundo para los morenistas pasa a estar dividido entre “gobierno” y “oposición” (PSTU) y ahora incluso entre “honestos” y “deshonestos” (MES). El criterio de valor para determinar el carácter de los fenómenos político-sociales ya no es más de clase. Por más que reivindiquen a la clase trabajadora en discursos dogmáticos y ortodoxos, terminan poniéndola como base de maniobra de sectores burgueses opositores.
Todo militante del PSTU que se sienta incómodo con el hecho de que su partido hoy esté tan pegado a la Fiesp y a Folha debería buscar la relación entre eso y el apoyo que su corriente internacional prestó a los gusanos que protestaban contra “la dictadura de Castro” en Cuba; a los escuálidos que protestaban contra el gobierno de Chávez en Venezuela; o a todas las burguesías opositoras en los distintos procesos de la Primavera Árabe, al punto de defender la “unidad de acción” con las bombas y tropas especiales de la OTAN en su apoyo a la oposición contra Kadafi en Líbia. Esa es la consecuencia de las revisiones que hicieron Moreno y el PSTU en la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. Es una revisión que impide la fusión entre el marxismo revolucionario y las tendencias más a izquierda del movimiento de masas.
El arte de cambiar de tema para no contestar las críticas teórico-políticas
Al esconder las luchas políticas que el MRT ha llevado adelante contra el discurso y las acciones a través de las cuales el PT utiliza el rechazo al golpismo institucional para legitimar un nuevo gobierno de Lula y Dilma, al atacarnos como defensores del "Que se quede Dilma", el PSTU se esfuerza para cambiar de tema y no tener que responder a las críticas teórico-políticas que les hacemos.
Ahora, en su última polémica, el PSTU lanza una nueva maniobra distraccionista. Dice que el MRT es electoralista y oportunista porque quiso entrar al PSOL y que para eso destacaba los 1,6 millones de votos que recibió Luciana Genro. Aquí nuevamente esconden que nuestra propuesta de ingreso siempre estuvo subordinada a la lucha por la construcción de una corriente revolucionaria al interior de ese partido, y esconden todas las luchas políticas que dimos en contra de las adaptaciones al PT del PSOL y de Luciana Genro, antes de este último giro a la derecha junto con el PSTU.
Claro que para hacer esa crítica el PSTU tiene que contar con la débil memoria de las personas que no recuerdan cuando en los primeros años del PSOL ellos cantaban: "Heloísa, contigo quiero ver el nuevo partido socialista". Después, en 2006, para pegarse a los votos de Heloísa Helena, trataban como una "divergencia táctica" el hecho de que la "socialista" se ubicara en aquel momento en contra del derecho al aborto, en defensa de la "ley" contra el MST y a favor de subsidios a la patronal de Volkswagen que despedía en masa. Para evitar hacer la discusión política, niegan el carácter antidemocrático de la legislación electoral que dificulta la legalización de organizaciones obreras como el MRT. Al mismo tiempo, tratan de manera no muy democrática a cualquier militante del PSTU que haga críticas mínimamente parecidas a las nuestras.
¿Infantilismo o estrechez nacional?
En su última polémica, el PSTU afirma que el supuesto "electoralismo" del MRT sería una "contaminación" de tendencias del mismo tipo que estarían dominando a nuestro partido hermano en Argentina, el PTS. Con eso dan un certificado de infantilismo o de estrechez nacional ignorante. Sabemos que los compañeros del PSTU tienen una organización hermana homónima en Argentina. Tal vez sus compañeros en el país vecino, al ser un pequeño grupo, no sigan mucho la política de su país. Pero les sugiero a los compañeros del PSTU brasilero que sigan mínimamente la prensa argentina para hacer un debate serio en el terreno internacional.
Si lo hiciesen, seguramente sentirán el orgullo de que hay un país en América Latina en el que la izquierda trotskista tiene un peso real en la vida política nacional, aunque minoritario. El PTS en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, con Nicolás del Caño y Myriam Bregman a la cabeza, están prácticamente todos los días en los principales medios de comunicación y aparecen ante sectores de masas como la representación superestructural de la izquierda que se propone resistir con los métodos de la lucha de clases de los trabajadores a los ataques del gobierno de Macri. Ubicación que solo puede ser conquistada porque se trata de un partido que se delimita claramente de la oposición pequeñoburguesa de los kirchneristas, que tanto en las provincias que gobierna, como por sus relaciones con el aparato peronista y la burocracia sindical termina legitimando los ataques a los trabajadores o dejándolos pasar sin lucha.
Sobre todo, los compañeros del PSTU quedarían impresionados al ver que no son solo los diputados y el candidato presidencial por el PTS en el Frente de Izquierda los que tienen proyección nacional. Verán también que los principales referentes obreros del PTS aparecen en los principales medios de comunicación de masas con cada acontecimiento político o de la lucha de clases de trascendencia nacional. Claudio Dellecarbonara, dirigente sindical del subterráneo, reconocido como una de los dos o tres liderazgos sindicales combativos de Argentina. Raúl Godoy, dirigente de la emblemática Zanon, fábrica de cerámica ocupada bajo control obrero, hoy diputado provincial nuevamente por Neuquén, y que luego de su primer mandato volvió a trabajar a la fábrica junto con sus compañeros. Madygraf (ex-Donnelley), multinacional ocupada y bajo control obrero en el corazón de la zona norte del Gran Buenos Aires, principal concentración obrera del país. Los cortes en la Panamericana junto con la comisión interna de Pepsico y la oposición de Kraft, algunas de las mayores fábricas de alimentos del país. Junto con los obreros jaboneros, los trabajos obreros del PTS hoy constituyen las principales listas clasistas y combativas (en el caso de gráficos disputando con el Partido Obrero) de las elecciones sindicales en curso en estas semanas.
El PTS no conquistó ese peso superestructural asimilando las banderas de la derecha para intentar aparecer en sus medios de comunicación, como viene haciendo el PSTU. Tampoco conquistó ese peso en el movimiento obrero adaptándose a las burocracias sindicales, como hizo siempre el PSTU. Esta ubicación fue conquistada porque en las estructuras del movimiento obrero donde el PTS tiene peso de dirección, este entabla grandes batallas de clase que ganan repercusión nacional, transformando a esos dirigentes obreros en referencias públicas del clasismo combativo.
Para que se entienda bien claramente de qué estamos hablando: cuando fueron despedidos centenares de activistas combativos en la metalúrgica Lear, teniendo apenas un miembro de la comisión interna de la fábrica el PTS puso en pie una enorme batalla que duró más de 7 meses, con decenas de cortes en la Panamericana (principal autopista del país), campamento en la puerta de la fábrica, enfrentamiento con la policía, la gendarmería y los servicios de inteligencia, siguiendo la lucha mientras los despedidos estuviesen dispuestos a combatir, aun cuando todas las demás corrientes de la izquierda habían decretado la derrota y abandonado los obreros a su propia suerte en los primeros meses. Una batalla que fue clasificada por la prensa burguesa como el principal conflicto de 2014, involucrando incluso a la embajada norteamericana. Bien distinto de las derrotas sin lucha que el PSTU construye en la General Motors de São José dos Campos, como vemos ahora en el despido de centenares de trabajadores que ya estaba previsto desde hace 5 meses sin que este partido haya hecho ninguna campaña nacional. En un lugar en donde dirigen uno de los principales sindicatos metalúrgicos del país y en un momento en el que extrañamente ese mismo partido y ese mismo sindicato dicen que los obreros quieren hacer una "huelga general por el Que se vayan todos y elecciones generales".
Compañero Alejandro Iturbe, el hecho de que el PSTU haya recibido solo 91.000 votos en las últimas elecciones (0,09%, cayendo vertiginosamente de los 440.000 votos que llegó a recibir en 2002) no significa que todas las corrientes que tienen éxitos electorales sean por eso "electoralistas". En vez de dar muestras de estrechez o ignorancia nacional, deberían buscar conocer un poco más sobre el PTS en el Frente de Izquierda, seguramente la organización trotskista que hoy combina la mayor proyección superestructural con la mayor inserción en el movimiento obrero. Una ubicación que la izquierda trotskista nunca tuvo en Argentina ni en América Latina (salvo en la proyección que tuvo el trotskismo en la revolución boliviana de 1952).
Para nosotros esa posición conquistada es completamente insuficiente. Al revés de la estrechez nacional del PSTU, el PTS envió una carta al Partido Obrero, con quien comparte el Frente de Izquierda, haciendo un llamado para impulsar en común una Conferencia latinoamericana de la izquierda revolucionaria: "no nos podemos quedar sin iniciativas ante los acontecimientos que se están viviendo en nuestro sub-continente (el paso de gobiernos burgueses de contención al de gobiernos de ataque directo al nivel de vida de las masas obreras y populares). El ocaso de todo el "proceso" de los gobiernos nacionalistas o centroizquierdistas y el escenario de luchas y choques abiertos entre las clases que se vislumbra en el próximo período en países como Brasil y Argentina obliga a la izquierda revolucionaria a tener un posicionamiento y una intervención común. La Fracción Trotskista (la corriente internacional a la que pertenecemos) tiene importantes grupos en Brasil, Chile y México, además de organizaciones en Bolivia, Uruguay y Venezuela, con los cuales podemos trabajar la concreción de esta Conferencia para realizarla a mediados de este año".
Sin embargo, para ser parte de este llamado, el PSTU debería abandonar su política funcional al golpismo institucional en Brasil.
Daniel Matos
Nacido en Montes Claros, Minas Gerais, Brasil. Dirigente del Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) de Brasil, reside desde 2015 en Argentina colaborando con la dirección del PTS. Miembro del consejo editorial de Esquerda Diário y de la revista Estrategia Internacional. Coautor del libro Questao negra. Marxismo e classe operaria no Brasil, Ediciones Iskra, 2013.