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Red Internacional
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TRIBUNA ABIERTA. Una visión crítica de la conquista de América

El primer impacto fue el asombro, luego el miedo ante las armas de fuego y la fuerza mágica del hombre blanco cubierto con armaduras y montado a caballo. Los invasores aprovecharon el desconcierto y la superioridad tecnológica para dominar fácilmente a las sociedades americanas más desarrolladas.

Sábado 12 de octubre de 2019

La irrupción europea transatlántica tuvo una trascendencia formidable. En pocos años se tuvo conocimiento de la dimensión planetaria, se posibilitaron nuevas rutas y el contacto con la diversidad humana; se potenció el comercio, la ciencia y la tecnología; y se generaron las bases del despegue capitalista y la Revolución Industrial, con el enorme y penoso costo dedos genocidios.

El arribo de Cristóbal Colón a América fue un emprendimiento que hizo posible uno de los hechos más destacados de la historia de la humanidad. Desde su desembarco en playas caribeñas, en menos de un siglo se pudo alcanzar el conocimiento de la dimensión del planeta y se vincularon culturas desconocidas entre sí. La ventaja para los europeos fue conocer la pólvora, la brújula, el papel y la imprenta, entre otras adquisiciones.

El acto de pisar tierra americana produjo una espectacular cadena de acontecimientos que transformó y dinamizó la sociedad humana. El descubrimiento de oro y plata en el “nuevo continente” desató un verdadero aluvión colonizador. Centenares de expediciones y millares de hombres fueron tras los pasos de los pioneros para intentar el logro de fabulosas fortunas.

En los primeros 150 años de acción conquistadora, 17 mil toneladas de plata y unas 200 toneladas de oro arribaron a España y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y manufacturero europeo, que abrieron las compuertas de la Revolución Industrial y el desarrollo capitalista.

La navegación superó todos los límites y se aventuró hacia todos los rincones del planeta. El conocimiento del mundo comenzó a ser posible y el comercio empezó a diseñar el mercado internacional. El desarrollo económico terminaría por sepultar a la sociedad feudal y al absolutismo monárquico.

La ambición no encontró barreras infranqueables. En pocos años la inmensidad americana dejó de ser inexpugnable y españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses se disputaron el gigantesco botín.

Un siglo después de la llegada de la Santa María, La Niña y La Pinta alas Antillas, de los más de 70 millones de nativos americanos preexistentes, sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero, fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión. Luego, fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y a las enfermedades importadas por los europeos, que encontraron a sus organismos sin los necesarios anticuerpos para resistir a virus y bacterias invasores.

La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio. Para sustituir a los americanos, se propicióla cacería de seres humanos, se arrancaron millones de africanos de su tierra ancestral y se comerció con ellos para utilizarlos como mano de obra esclava en socavones y plantaciones.

Medio milenio después, fue en vano el intento de ocultamiento del exterminio indígena y salió a la luz otra versión de la historia, atrás quedaron definiciones como el “Descubrimiento de América”, que pretendía ignorar la existencia de millones de seres humanos que habían descubierto el continente miles de años antes. También quedó rápidamente vetusta la intención de mostrar como amistoso el “Encuentro de dos mundos”, cuando en realidad se trató del violento aplastamiento de los nativos por parte de los forasteros.

No obstante, no se puede dejar de reconocer que la llegada europea a las costas americanas produjo un avance notable de la humanidad, pero el progreso no puede ocultar la magnitud de la tragedia consumada.

La sociedad capitalista se concibió a partir del genocidio, la esclavitud y el saqueo impulsado por las potencias europeas de la época. El alumbramiento del nuevo sistema económico se amasó con la sangre de millones de seres humanos.

El encontronazo del 12 de octubre de 1492

Las hipócritas denominaciones con las que fue conmemorado cada aniversario de la llegada de Colón a tierras americanas, pusieron de manifiesto el intento de disimular, encubrir y minimizar los crímenes cometidos. Celebrar el “Descubrimiento de América” significaba omitir, nada menos, que existían unos setenta millones de seres humanos que ya habían descubierto al continente y prosperaban en él.

La improvisada denominación de “Encuentro de dos culturas” o “de dos mundos”, fue sólo un intento de falsificar la historia, dado que ese encuentro no tuvo nada de protocolar o pacífico, como cínicamente pretendieron insinuar sus ideólogos y difusores. La evidencia del genocidio desatado, el saqueo de sus incalculables riquezas y el sometimiento de los sobrevivientes presentaron un cuadro muy distinto al pretendido, exponiendo un verdadero “encontronazo” donde el desequilibrio tecnológico impuso sus trágicas desproporciones.

La expedición de Colón fue una destacada empresa que hizo posible uno de los acontecimientos más importantes de la historia humana: tomar conciencia de la magnitud del planeta y poder comunicar sus diversos puntos geográficos. Así, se pudieron relacionar mundos antes desconocidos entre sí, algunos en estadios muy primitivos de desarrollo otros más avanzados, como los europeos, que ya conocían la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta.

Se transformaron las economías cerradas del Medioevo para constituir un mercado mundial. “Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (...) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital” (Carlos Marx, El Capital Tomo I).

El oro y la plata americanos contribuyeron a forjar los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la economía y detonaron el fin del feudalismo y, posteriormente, la Revolución Industrial.

Así se fue gestando la sociedad capitalista que, como contrapartida, significó un importante avance en la historia de la humanidad. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de desarrollo en los países más avanzados de la época, donde se produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de capital, basados esencialmente en el pillaje, la ampliación de las fronteras y la repartición del mundo. Simultáneamente, se generó un desarrollo incesante de las ciencias, el conocimiento, las técnicas productivas, las posibilidades de consumo y de supervivencia humana.

El capitalismo logró cumplir un rol progresivo, sólo interrumpido por las crisis cíclicas que desquiciaban periódicamente la producción y su economía, dejando en evidencia las limitaciones del sistema.

A pesar de este notable aporte a la evolución humana, el capitalismo desde sus primeros pasos denotó sus características salvajes, corruptas e inhumanas que continuaron manifestándose en plenitud hasta la actualidad.

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