Publicamos la declaración política de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) sobre la disputa por el Esequibo y el llamado a referéndum por parte del Gobierno de Maduro.
Jueves 23 de noviembre de 2023
Hoy en el país todo el arco político capitalista se posiciona en clave “patriota” contra Guyana por el Esequibo, desde el Gobierno hambreador y represivo hasta la oposición más servil al imperialismo estadounidense –como María Corina y Cía–, pasando por la “oposición moderada” que convive dentro del régimen político, y por sectores del “chavismo crítico” opuesto a Maduro. Unos a favor del referéndum del Gobierno, otros en contra, pero todos azuzando el reclamo, tras esa falsa idea de que es en interés de “todos los venezolanos”, de que Venezuela es “una familia” que debe estar unida en este tema. Todas las fracciones del empresariado privado, desde la opositora Fedecámaras hasta la chavista Fedeindustia, avalan la iniciativa de Maduro.
Sostenemos una posición totalmente diferente, partimos de que las clases trabajadoras y pueblos empobrecidos de Venezuela y Guyana tenemos mucho más en común entre nosotros que con los burgueses y respectivos gobiernos que, tanto aquí como allá, nos someten a pobreza y necesidades. Denunciamos que los que tanto allá como aquí hacen encendidos discursos “nacionalistas” que buscan enfrentarnos, son los mismos artífices en cada país de políticas entreguistas a los intereses de capitales transnacionales, a intereses de expoliación de nuestros recursos y explotación de la clase obrera en ambos países. Levantamos una posición consecuentemente antiimperialista y de internacionalismo, de unidad de los pueblos.
Un territorio muy apetecible para los pulpos petroleros
La disputa por el Esequibo lleva casi dos siglos, aunque siempre fue un tema sin mayor trascendencia real en los destinos del país y su gente. A ratos olvidado, a ratos limitado a declaraciones o reclamos más o menos rutinarios en instancias internacionales. Sin embargo, vuelve al centro hoy con mayores tensiones, por el avance de los intereses imperialistas en la zona y por la conveniencia del gobierno de Maduro de utilizar el asunto para una maniobra política, con la que busca conquistar una legitimidad perdida hace mucho tiempo.
Es un territorio de casi 160 mil kilómetros cuadrados y 128 mil habitantes, en el que se vienen descubriendo en los últimos años importantes reservas de recursos petroleros y gasíferos, sobre todo en la parte marina de lo que para nuestro país es “Zona en reclamación”, tras el despojo por parte de Gran Bretaña, expandiendo a mediados del siglo XIX su colonia, en ese entonces la Guayana Británica, que vendría a constituir a partir de 1966 la actual República de Guyana. Es la zona del mundo donde actualmente se expanden más rápido las inversiones petroleras; Guyana está a punto de convertirse en el cuarto mayor productor de petróleo marino, por delante de Qatar, Estados Unidos, México y Noruega, y gran parte de esa explotación se encuentra en la zona en disputa.
Pasa a tener un novedoso interés geopolítico, en un mundo cada vez más convulsionado y con las potencias necesitadas de abastecimientos seguros de hidrocarburos, con escenarios de guerra como en Ucrania y, ahora, el genocidio en curso de Israel en Palestina, que puede abrir un ciclo de inestabilidad en Medio Oriente. En el caso de los Estados Unidos, al no tener en Venezuela un régimen político adicto a la línea de Washington, como sí fue durante gran parte del siglo XX, busca posicionarse lo mejor posible en Guyana, como lo muestran no solo las inversiones de sus petroleras sino el aumento de alianzas militares y ejercicios navales comunes.
No es de extrañar que, en ese marco, se inscriba el paso dado por el gobierno de Guyana –un gobierno tan capitalista como el de Venezuela– de romper el consenso bilateral mediante el cual desde hacía medio siglo, y desde la existencia de Guyana como nación independiente, se venía abordando el diferendo territorial: el Acuerdo de Ginebra. La Secretaría General de la ONU elevó el asunto ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), sin contar con el visto bueno de Venezuela, pero sí con el de Guyana, que solicitó a la CIJ declararse competente para arbitrar en la cuestión y decidir sobre la validez del laudo de 1899. En 2020 la CIJ se declara “competente”, Venezuela objeta la decisión y, en abril de este año (2023), la corte, encabezada por la juez estadounidense Joan Donoghue, desestima la objeción y reafirma que se pronunciará sobre el fondo del asunto solicitado por Guyana.
Con bastante probabilidad, una necesidad de mayor seguridad jurídica para las inversiones de las transnacionales en la zona –que incluyen tanto estadounidenses como chinas–, puede estar tras esas gestiones.
Distraccionismo político, “patriotismo” para incautos y “antiimperialismo” de papel
Hasta allí llegan los elementos objetivos de una situación que, sin embargo, agarra el Gobierno de Maduro para una maniobra política, convocado a un referéndum consultivo (para el 3 de diciembre) con el que espera darse un manto de “apoyo popular” y aparecer como el abanderado de una “unidad nacional” tras la “defensa de los intereses de todos”. Incluso lo hace con amenazas de “traición a la patria” a todo aquel que cuestione esa movida política.
Con esa pose de “patriotismo” busca arrastrar tras de sí a la clase trabajadora y los sectores populares, cuando es precisamente este gobierno el que lleva a cabo una de las políticas más entreguistas a los capitales transnacionales en la historia del país.
El referéndum es una política para desviar la atención de los profundos problemas nacionales, y hacer un ensayo gubernamental de cara a las elecciones presidenciales el próximo año.
Fue este gobierno el que desde 2014 y durante varios años sacrificó las necesidades del país y del pueblo en el altar de los intereses del capital usurero internacional, al optar por destinar miles de millones de dólares en pagos de deuda externa (71 mil millones solo entre 2014 y 2017, según el propio Maduro), a costa de reducir drásticamente recursos para los servicios públicos, las empresas básicas, la educación y salud, que cayeron en un colapso nunca visto, provocando daños irreparables al pueblo. Es el mismo gobierno que, para seguir esa sangría nacional de pagos y más endeudamientos usureros, redujo drásticamente las reservas nacionales de oro y puso importantes empresas nacionales, como Citgo, como garantías de pago a esos capitales foráneos.
Ha sido este gobierno el que lleva adelante una política que facilita brutalmente el saqueo de nuestros recursos y que es una verdadera humillación y subordinación del país ante los capitales extranjeros, con la nueva ley de inversiones extranjeras, con las Zonas Económicas Especiales, con el Arco Minero del Orinoco, con privatizaciones en petróleo y exoneraciones de impuestos a las petroleras como no se veía desde los tiempos de Gómez. Y tiene la desfachatez de venirnos con ese patrioterismo barato de supuesta “defensa de los intereses nacionales”.
Parte de ese entreguismo antinacional es facilitar la superexplotación de los trabajadores venezolanos por parte de los grandes capitales estadounidenses, europeos, chinos, rusos, etc., imponiendo la casi extinción del salario, la destrucción de los derechos obreros y un régimen de persecución y criminalización a quienes luchen por los derechos de la clase obrera.
La oposición patronal también está en el discurso patriotero
Pero el gobierno de Maduro no se encuentra solo en esto, la oposición patronal tambié andan en la tónica “patriota”. Unos apoyando el referéndum, los que conviven hace rato dentro del régimen político, y otros se oponen al mismo, considerándolo innecesario, inútil y con fines políticos propios de Maduro, cuestionándole más bien su “docilidad” y espetándole que, desde Chávez para acá, el chavismo habría abandonado esas banderas. Según ellos, habría que ser directamente más duros contra Guyana, aducen que ya está contemplado en la Constitución Nacional la defensa de ese territorio, “por el medio que sea”.
Estamos hablando de esos “patriotas” que pidieron sanciones de potencias extranjeras contra el país, que fueron alfiles del agresivo injerencismo con el cual Donald Trump quiso aprovechar el enorme repudio al régimen de Maduro y las FFAA para imponer el gobierno títere que Estados Unidos quería en Venezuela. ¡Es esa “nacionalista” de María Corina que pidió una y otra vez una intervención militar extranjera en el país! Sí, los mismos que apoyaron que los piratas ingleses le confiscaran al país toneladas de oro, que Estados Unidos confiscara pagos y recursos nacionales. ¡Ahora vienen a dársela de “patriotas” contra Guyana!
Es también esa oposición la que está de acuerdo con ese mecanismo de sometimiento nacional que es la deuda externa, solo que quieren que el sometimiento sea con el Fondo Monetario Internacional, para que desde las oficinas del FMI en Washington se decida la política económica de Venezuela. Son los que quieren que “se privatice todo” (María Corina dixit), es decir, que se profundice la desnacionalización de la economía, porque son los grandes capitales transnacionales los que se quedan con las empresas públicas en las privatizaciones. ¿Y quieren venir a aparecer como defensores de la “causa nacional”? ¡Impresentables!
Los gremios de la burguesía nacional también se enrolan en la ola “patriota”
Fedeindustrias, cámara de empresarios privados cuyo presidente es también diputado del gobierno en la Asamblea Nacional, apoya entusiasta el referéndum. Son los mismos que se oponen a un aumento del mísero salario mínimo. El presidente de Fedecámaras acudió y habló sonriente al acto en el que el Gobierno mostró una amplia “unidad nacional” alrededor de los Acuerdos de Barbados y de la “defensa del Esequibo”. Son los mismos que extorsionan a los trabajadores venezolanos diciendo que pudieran aumentar el salario, pero si les garantizan que eso seguirá bonificado, sin incidencia salarial. Son además los miembros de esa clase social (compuesta tanto por los burgueses tradicionales como por los nuevos ungidos en los gobiernos de Chávez y Maduro, y por altos burócratas convertidos en empresarios) los que desangraron al país llevándose unos 500 mil millones de dólares al exterior, mientras aquí en el país hacía falta de todo. ¿Y a esos se supone que les interesa “la defensa de los intereses nacionales”? ¿Acaso tenemos los trabajadores algún “interés común” con estos vividores y explotadores?
El imperio inglés despojó a Venezuela… pero Guyana no es el imperio inglés
Venezuela sufrió un despojo por parte de Gran Bretaña, todo el proceso histórico, la tradición jurídico-legal y los principios de derecho vigentes le otorgaron derechos a la naciente república sobre el espacio geográfico-administrativo que formaba parte de la Capitanía General de Venezuela al momento de iniciarse la lucha por la Independencia, incluyendo la Guayana ubicada al oeste del río Esequibo, lo cual fue reconocido por el propio imperio español (Tratado de 1845).
Sin embargo, el imperio británico estuvo siempre acechando ese territorio, incursionando y queriendo controlarlo, tanto ante el Imperio Español como en medio de la sangrienta lucha independentista. Tales propósitos se “legalizan” en 1899, con el Laudo Arbitral de París, arbitrio en el que Venezuela no tuvo representación propia –sino que la representaron funcionarios estadounidenses– y que se demostró luego cargado de todo tipo de irregularidades y fraudes, desde el punto de vista estrictamente jurídico. Además de eso, el juez ruso era un declarado teórico de la colonización y el despojo, afirmaba abiertamente el “derecho” de los imperios a colonizar a las naciones débiles. Ante semejante “árbitro”, la parte inglesa señaló, entre sus argumentos, que Venezuela era un “país semi-bárbaro, atrasado y de permanentes convulsiones políticas”.
Operó así el despojo legal de un territorio sobre el que, por la vía de los hechos y desde su nacimiento como República, Venezuela no ejercía administración. El reclamo se mantuvo hasta que el Acuerdo de Ginebra de 1966 lo reconoció. Sin embargo, la transformación de la antigua colonia británica –Guayana Británica– en una nación independiente –República de Guyana–, marca un cambio fundamental en la naturaleza del problema. El imperialismo inglés dejó en la pequeña y naciente nación un legado de despojo y pobreza, y le heredó también el reclamo venezolano; pero que el reclamo ya no esté dirigido contra una potencia capitalista depredadora, expoliadora de los pueblos, sino contra un pequeño país expoliado y empobrecido, cambia drásticamente las cosas.
A los empresarios y políticos burgueses venezolanos eso no les importa, son como ese despreciable arquetipo social del sujeto que es sumiso ante los ricos, pero déspota y humillante con los pobres; son serviles y sometidos ante las potencias, pero se dan aires de “nacionalistas” contra naciones hermanas, sometidas –al igual que Venezuela– a la expoliación por los capitales imperialistas. A nosotros sí nos importa esa diferencia, a los marxistas, a los que somos parte de la clase trabajadora y enfrentamos consecuentemente al imperialismo, deploramos que las clases dominantes de nuestros países pretendan enfrascarnos en peleas que pueden llevar a guerras fratricidas, mientras al mismo tiempo esas mismas clases y gobiernos son garantes del sometimiento nacional ante los capitales imperialistas.
Similares intereses transnacionales en Venezuela y Guyana
Aunque sean diferentes los regímenes políticos de Venezuela y Guyana, en ambos casos son gobiernos capitalistas que ponen los recursos de los países a disposición de los grandes capitales de las potencias, aunque los grados de subordinación varíen.
Si el Gobierno de Maduro mantiene un curso entreguista, el Gobierno de Guyana, preso del gran poder que ejercen sobre ese país las transnacionales, instiga la tensión política comprometido con los intereses de estas. Un pequeño país, de menos de un millón de habitantes, con un desarrollo económico bastante atrasado y pobre, producto del sometimiento histórico al despojo imperialista, presenta altos niveles de semicolonialidad, una situación que lo hace más débil y dependiente, presa de las transnacionales y de sus países de origen, que aprovechan esta debilidad, firmando depredadores acuerdos petroleros, incluyendo grandes daños ambientales, que son cuestionados por sectores dentro de la propia Guyana.
El gobierno de Guyana, en función de los negocios con las petroleras, y temeroso de perder sus propios intereses como socio menor de la expoliación de su país, actúa en consecuencia. El Presidente, Irfaan Ali, trajeado con uniforme militar, viajó a la Guayana Esequiba, envió un mensaje a Venezuela, afirmando que Guyana no cederá “ni una pulgada” de su territorio, e informó que el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensas de Guyana, Omar Khan, ha estado recorriendo las aldeas del Esequibo. El Primer Ministro Mark Phillips dijo que Guyana “no sucumbirá a la tiranía y las tácticas intimidatorias de Caracas”, agregando que “Se acabó el tiempo de la negociación. No habrá necesidad de dialogar con Nicolás Maduro. No habrá reunión entre Maduro y el presidente Dr. Irfaan Ali... No a la invasión, a la anexión y a otros actos de agresión”. Por su parte, el líder de la oposición, Aubrey Norton, afirmó: “Pero nuestro vecino occidental se equivoca al creer que Guyana sucumbirá a su intimidación y su intento de apoderarse de nuestra tierra y sus riquezas. Nunca lo haremos”. Unifican oficialistas y opositores también así su “causa nacional”.
En el caso del gobierno de Maduro, pretenden abanderar lo del Esequibo como una cuestión “antiimperialista” contra el ExxonMobil, pero no solo es el cinismo de quienes, como mostramos antes, tienen desde hace años una política descaradamente entreguista hacia los capitales transnacionales, sino que, de hecho, tejen acuerdos leoninos con las mismas petroleras que están asociadas con la Exxon en la Zona en Reclamación. La Chevron, protagonista de los más recientes acuerdos petroleros entre Estados Unidos y el Gobierno de Maduro, acuerdos que le facilitan el saqueo del petróleo y el control del negocio, acaba de comprar en octubre pasado a la también estadounidense Hess, con gran presencia en Guyana y quien tenía el 30% de una asociación con la Exxon, en la explotación del Bloque Stabroek, 26.800 kilómetros cuadrados ubicados en la zona del océano Atlántico que entra en el diferendo territorial. Ahora Chevron, socia del gobierno de Maduro, es socia de la Exxon (que tiene el 45% de esa explotación), pero también es socio en eso, con 25% de la participación, el pulpo petrolero chino CNOOC Ltd., instalado en Venezuela desde los tiempos de Chávez y mediante los acuerdos con el gobierno chino.
Es evidente aquí que el “antiimperialismo” del gobierno de Maduro es una pose, pues, si las transnacionales petroleras negocian directamente el saqueo con Venezuela, dejarían de ser imperialistas, pero mientras lo hagan con el gobierno de Guyana se transforman en portadoras de intereses imperiales. Tanto el gobierno guyanés como el Maduro lo que se están peleando es quién controla la entrega de los recursos, se pelean el papel de socios menores de los intereses trasnacionales en la zona.
Una lamentable claudicación de sectores de la izquierda al discurso patriotero
Es por todo esto que es cuestionable que haya corrientes que, asumiéndose antiimperialistas y en favor de los intereses del pueblo trabajador, se sumen a esta ola “nacionalista” guiada por intereses capitalistas. Unos abiertamente ubicados tras la maniobra del referendo de Maduro, como el Bloque Popular Histórico, proponiendo apenas modificación de preguntas y llamando a que el país se muestre “fuerte”; otros, como Vanguardia Popular o el Movimiento Popular Alternativo de Manuel Isidro Molina (candidato presidencial), denuncian el referéndum, pero tras la misma lógica: VP cuestiona que no ha habido una “respuesta firme y efectiva”, el MPA propone directamente la creación del Territorio Federal Esequibo, un símil de la propuesta de Maduro en la 5ta pregunta del referéndum. Este último, con un discurso nacionalista a ultranza se distancia del gobierno y la oposición, cuestionándoles no ser consecuentes con esa “defensa del Esequibo”, y hace llamados a “Fortalecer ética y profesionalmente a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para el cumplimiento eficaz de su misión constitucional de seguridad, defensa a nuestra integridad territorial y apoyo al desarrollo nacional”.
Por una política internacionalista y revolucionaria en Venezuela y en Guyana: por la unidad de los trabajadores y sectores empobrecidos de ambos países, enfrentando a los intereses imperialistas y los gobiernos locales
Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), le damos la espalda al referéndum del 3 de diciembre y todo su discurso patriotero, de “nacionalismo” para incautos. Rechazamos así mismo las voces que desde la oposición patronal –y algunos en la centroizquierda– cuestionan el referéndum, pero con la exigencia reaccionaria de “prepararse en serio” para “hacer valer nuestro derecho por todos los medios”, incluyendo un escenario bélico. Al mismo tiempo llamamos también a nuestros hermanos trabajadores y campesinos de Guyana a no dejarse embaucar por los discursos patrioteros del gobierno de Irfaan Ali y su burguesía local, agentes de las corporaciones petroleras.
Los gobiernos presionan a los trabajadores, a las grandes mayorías populares y a los pueblos originarios de uno u otro país para que se encandilen tras discursos reaccionarios ajenos a sus propios intereses comunes, inculcando una supuesta “causa común nacional”. Al contrario, es necesaria la unidad de los trabajadores, campesinos y sectores populares urbanos, junto a los pueblos originarios del Esequibo, plantándonos contra estos gobiernos que nos quieren llevar al enfrentamiento, unirnos en otra lucha, una en la que todas las energías deben encauzarse en realidad contra los gobiernos, los capitalistas y las transnacionales que, en cualquier parte, sin distingo de fronteras, saquean nuestros recursos.
La historia de Nuestra América está llena de disputas y enfrentamientos territoriales, herencia de los imperios colonizadores, y que han llevado en diversas ocasiones a guerras fratricidas, donde, llevados por el patrioterismo que agitan los gobiernos burgueses, trabajadores, sectores pobres y campesinos en uniforme son llevados a enfrentarse unos contra otros. No somos nacionalistas, sino internacionalistas, entendemos que la clase obrera es una sola y sin fronteras, y que en cualquier país debe derrotar también a su propia burguesía nacional, aliada siempre de las diferentes potencias que nos saquean y depredan el medio ambiente. Lejos de optar por uno u otro bando, corresponde luchar contra las agitaciones de patrioterismos que, de extremarse, pueden conducir a la guerra, y hay que hacerlo desde una perspectiva de internacionalismo proletario, en ambos lados.
No habrá ninguna salida progresiva, de bienestar para los pueblos de Venezuela y Guyana, de la mano de las clases dominantes de ambos países y sus gobiernos. La única salida progresiva, como sería la gestión común de recursos para beneficios de ambos pueblos, y no de las parasitarias burguesías locales, que junto a sus socios de las diferentes potencias nos mantienen en el atraso y múltiples padecimientos estructurales, solo puede venir de los trabajadores y grandes mayorías populares y explotadas, junto a los pueblos originarios de ambos países, conquistando sus propios gobiernos. Solo así es posible dar una solución íntegra y definitiva a estas disputas territoriales heredadas del pasado.
La realidad actual de Venezuela es la de una clase obrera súperexplotada por sus “compatriotas” empresarios, de un pueblo que sufre los precios que imponen las necesidades de ganancias de sus “compatriotas” los empresarios y grandes comerciantes, donde los ingresos del 10% más rico del país son 70 veces más que los del 10% más pobre, ese 10% más rico, a su vez, obtiene lo mismo que el restante 90% de la población, ¡una desigualdad social atroz! ¿De qué “unidad nacional” nos vienen a hablar? No muy distinto pasa del otro lado, como escribe un analista guyanés: “Los líderes viven como reyes y reinas en sus áreas exclusivas, mientras que los hombres y mujeres comunes y corrientes de Guyana, y sus familias, tienen que lidiar con la oscuridad persistente como puedan”, refiriéndose a los constantes apagones por las deficiencias del suministro eléctrico, una muestra de las condiciones de miseria y explotación en que viven.
Los graves problemas que tienen nuestros pueblos en Venezuela y Guyana tienen que ver con esa sociedad de clases, con la explotación de los trabajadores, con lo que unos pocos en cada país se quedan a costa de las mayorías, con el saqueo a que nos someten los capitales transnacionales, sean de la potencia que sean. Hay que luchar contra la explotación de clase, desarrollar nuestra lucha de clases contra las burguesías, sean del país que sean, y enfrentar realmente la expoliación nacional: eso en Venezuela implica desconocer la deuda externa, para dejar de destinar miles de millones de dólares a alimentar la usura del capital financiero internacional mientras aquí la educación y salud del pueblo son una calamidad; nacionalizar las principales empresas de capitales imperialistas, que sean públicas, pero imponer con la lucha que estén bajo administración de los trabajadores y comunidades, no de esta misma casta de burócratas del Estado, corruptos y antiobreros; echar abajo el Arco Minero y expulsar a todas las transnacionales depredadoras; el petróleo debe ser 100% estatal y bajo gestión de los trabajadores y comunidades, ni en manos de las transnacionales ni de la casta de militares y burócratas ladrones que arruinaron las industrias públicas; lo mismo para las empresas básicas y demás empresas públicas.
No hay ninguna manera realista de parar la expoliación nacional sin medidas como estas. Son medidas de fondo que apuntan a una verdadera emancipación nacional. Un objetivo que, así como lograr una región del Esequibo libre de expoliación y una gestión compartida para el bienestar de los pueblos, solo podrán ser alcanzados si los pueblos tomamos nuestros destinos en nuestras propias manos, si las clases trabajadoras, en una gran alianza con los pobres urbanos, campesinos y pueblos originarios, conquistan gobiernos obreros y populares, en ruptura con el capitalismo. Eso, desde nuestro punto de vista, en la perspectiva más amplia de una verdadera unidad latinoamericana, de hacer realidad el ideal de unidad de Nuestra América, lo que solo podría lograrse con el triunfo de revoluciones obreras y populares en los diversos países, con la conformación de una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina y el Caribe.
Desde el siglo XIX para acá, las clases dominantes han sido incapaces de liberarnos de las cadenas de la opresión de las potencias, incapaces de ninguna “unidad latinoamericana” y, al contario, cada cierto tiempo amenazan con llevarnos a confrontaciones reaccionarias. ¡Solo las trabajadoras y los trabajadores, los sectores empobrecidos y pueblos originarios pueden ofrecer una salida de fondo progresiva a esto y garantizar la hermandad entre los pueblos! El asunto del Esequibo no escapa de esa realidad.
Caracas, 23 de noviembre de 2023
Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS)