La participación del presidente mexicano en la cumbre destacó por el apoyo incondicional que expresó hacia Estados Unidos.

Bárbara Funes México D.F | @BrbaraFunes3
Martes 14 de abril de 2015
Fotografía: EFE
En la cumbre que tuvo lugar entre el 10 y el 11 de abril –cuyos actores centrales fueron Estados unidos, Cuba y Venezuela, como explicamos acá– Peña Nieto celebró la “normalización” de las relaciones entre el gigante del norte y Cuba.
Llamó a Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y a Ollanta Humala, presidente de Perú a trabajar en común para fortalecer la paz en la región.
Claro, la paz de las fosas clandestinas y de los muertos y damnificados por la devastación ambiental que dejan las mineras como Grupo México. Ésa es la paz que quieren los gobiernos que no conocen otro interés que no sea el crecimiento de sus fortunas personales a costa del erario público, y el mayor beneficio para las trasnacionales, sus verdaderos patrones junto al imperialismo estadounidense.
Estados Unidos y México: aliados incondicionales
Durante su visita al mandatario estadounidense, en enero pasado, el presidente de México expresó su compromiso de “ayuda” a Estados Unidos en su campaña para “promover la democracia y el respeto a los derechos humanos” en la isla caribeña.
Cabe preguntarse si la ayuda consistirá en exportar cárteles del narcotráfico y luego entrenar a los militares cubanos en cómo obtener el mejor acuerdo con las organizaciones criminales. O si el entrenamiento consistirá en una maestría en desaparición forzada de personas, torturas y ejecuciones sumarias. Pero eso también lo saben hacer muy bien las fuerzas represivas estadounidenses que entrenaron a los ejércitos latinoamericanos y prepararon el Plan Cóndor, que tantos desaparecidos dejó en el Cono Sur, o en Centroamérica y México, que impulsaron y colaboraron en la Guerra Sucia.
Por si esto fuera poco, el senado mexicano aprobó hace pocos días la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos que facultará a agentes estadounidenses a portar armas e imponer sus leyes en México.
¿Y qué decir de la política migratoria mexicana? Otra muestra de la subordinación de Peña Nieto al imperialismo estadounidense. Programa Frontera Sur: militarización de la frontera, criminalización de los migrantes y hasta la prohibición por parte de la policía mexicana de realizar un vía crucis de migrantes indocumentados desde un albergue de migrantes en Oaxaca hasta el Distrito Federal.
Y en cuanto a la promoción de la democracia, surge la duda si la ayuda a la injerencia estadounidense en Cuba sería impulsar la formación de partidos políticos que respondan a los intereses del capital internacional, que agilicen la apertura de la isla a los negocios de las trasnacionales, y que desarrollen mecanismos solapados de captación de votos a través de tarjetas de descuentos, como se realiza en México.
La apertura de los recursos energéticos a las trasnacionales
Mientras tanto, el mandatario estadounidense elogió el “trabajo sobresaliente” de Peña Nieto en cuanto a cooperación. Y afirmó que "admiro mucho lo que hizo Enrique (Peña Nieto) para avanzar en la reglamentación energética y hacer que el país reconociera que había barreras y era necesario avanzar en la reglamentación", según se cita en el artículo “Conclusiones de participación de EPN en Cumbre de las Américas 2015”.
Asimismo, en el Foro Empresarial de las Américas (donde participaron también los presidentes de Brasil y de Panamá, entre otros), Barak Obama hizo énfasis en que “las reformas estructurales de México son muestra de cómo se deben de vencer las resistencias para adecuarse a un mundo de mayor competitividad”, según informa el artículo citado.
A los ojos del imperialismo estadounidense, México es el modelo de país cooperador, con apertura hacia las trasnacionales. Y sí lo es: el gobierno de Peña Nieto es el que le hace el trabajo sucio a Estados Unidos, tanto en la política migratoria como en la venta de armas y de drogas, como señalamos acá, como en la entrega de los recursos y la precarización laboral que implica la reforma energética.
Sólo los trabajadores y los sectores oprimidos de la región, organizados desde las bases, y unidos más allá de las fronteras, pueden poner un alto a la barbarie capitalista de las desapariciones forzadas, la precarización laboral, la devastación ambiental y los graves daños en la salud provocados por las trasnacionales que rapiñan los recursos naturales.