El escritor peruano hizo declaraciones sobre su conocida frase acuñada en 1990 para describir al régimen mexicano. En tiempos de la 4T, volvió sobre ella y López Obrador respondió.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Jueves 17 de octubre de 2019
Mario Vargas Llosa, junto a otros intelectuales latinoamericanos, participó en "La experiencia de la libertad", un encuentro organizado por Octavio Paz y la revista Vuelta y moderado por Enrique Krauze, el cual transcurrió del 27 de agosto al 2 de septiembre de 1990. En él, Vargas Llosa acuñó su famosa frase de que México es "la dictadura perfecta". ¿Pero qué quiso decir en realidad y en qué contexto se daba su comentario?
Hacia 1990, el régimen mexicano se encontraba en una etapa de transición pactada. El cuestionamiento a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, con la famosa "caída del sistema" en las elecciones del 6 de julio de 1988, así como el surgimiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD), llevaron a que el Estado mexicano pusiera en marcha medidas para garantizar una mayor "democratización".
Esto se daba en el marco en que los viejos estados obreros deformados en Europa del Este y la URSS tenían una restauración capitalista, mientras que en América Latina las dictaduras orquestadas por la CIA daban paso a movimientos que exigían un retorno a las democracias. México, a su manera, se insertaba en esta oleada y a propósito de ello es que se organizó el encuentro "La experiencia de la libertad" con la presencia de intelectuales provenientes de los países que se insertaban en el mundo de las "democracias de mercado" —como se bautizó a sí mismo el capitalismo en esos años.
El 30 de agosto de 1990, Vargas Llosa intervino en el encuentro aseverando que "México es la dictadura perfecta; no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, es México. Es la dictadura camuflada de tal modo que puede parecer no ser una dictadura, pero tiene [...] la permanencia no de un hombre, pero sí de un partido que es inamovible y que concede cierto espacio para la crítica en la medida en que esa crítica de sirve (porque confirma que es un partido democrático) pero que suprime [...] aquella crítica que pone en peligro su permanencia".
De esta frase se desprendieron diversas opiniones, posturas, debates y fue incluso usada para el título de una película que, lejos de retratar al PRI de los años 90 —ese PRI "con discurso de izquierda de la Revolución Mexicana", "que financiaba a los partidos opositores" y a los intelectuales (elementos que Vargas Llosa también enlistaba)—, retrataba al PRI de Peña Nieto (del que, por cierto, el escritor peruano se volvió defensor), con un presidente cuestionado y caracterizado por su poca capacidad intelectual. Ahora, en tiempos de la "Cuarta Transformación", el escritor peruano volvió sobre esa definición; en entrevista con el periódico Reforma, afirmó:
«No era tan perfecta, porque finalmente la dictadura desapareció, pero lo que es terrible es que vaya a resucitar, ¿no? Porque yo tengo un poco la impresión de que López Obrador es como la resurrección del PRI, del PRI que formó parte de su juventud».
Este comentario se enmarca luego de que el senado aprobara la revocación de mandato. En su conferencia de prensa matutina, el mandatario respondió ante las declaraciones de Vargas Llosa.
«Lo respeto, buen escritor. En lo político, creo que ya es hasta monárquico, ha involucionado, pero eso es otro asunto».
Sin embargo, no deja de inquietar la comparación entre el PRI y el Morena; si bien es cierto que durante las elecciones los partidos del Pacto por México habían afirmado que el Morena tenía gran cantidad de expriístas —lo cual fue corroborado en cierta medida en la plataforma VerificadoMx—, el partido de "la esperanza de México" pretende ser el árbitro del descontento popular, un papel que jugó el PRI durante la segunda mitad del siglo pasado y que posteriormente el PRD adoptó al surgir, mismo que continuó hasta que estalló en crisis en 2014 por ser cómplice de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
En tiempos en que las crisis sociales en México han puesto en jaque a las instituciones en diversas coyunturas, es normal que en un país dependiente como el nuestro las clases dominantes impulsen tendencias hacia el bonapartismo —es decir, a medidas autoritarias mezcladas con concesiones al movimiento de masas para apaciguarlo. Falta ver hasta qué grado el Morena avanza en ese sentido y qué tan buen árbitro puede ser hasta el fin de sexenio.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana