El ascenso del under: Los Espíritus presentaron su tercer trabajo en el Teatro de Flores.
Jueves 29 de junio de 2017 00:02
Los Espíritus presentaron Agua ardiente, su tercer disco, este fin de semana en el Teatro de Flores con dos funciones sold out. El sexteto porteño cuenta con una trayectoria breve pero ascendente dentro de la escena under local, con una propuesta artística y estética que atraviesa el rythm & blues, la psicodelia y el pop.
La banda llegó a la presentación de su reciente nuevo disco en un momento por demás en ascenso: una oportunidad inmejorable para ver y escuchar a un grupo de rock en ese momento tan particular e irrepetible, que es cuando alcanza la madurez artística y el éxito sostenido que le permite pensar en ese salto de promoción a las grandes ligas. Pero lo que importa no es ese dudoso objetivo, sino el momento preciso en que el grupo aparece en ese punto de consolidación creativa e interpretativa que plantea el desafío de subir cada vez más sus propios estándares, y permitirse despegar de las acusaciones de favoritismo de ciertos sectores de la prensa especializada experta en imponer unas tendencias y obturar otras, que en estos casos de despegue suelen hacerse presentes casi inevitablemente.
A la hora de la verdad, Los Espíritus ofrecieron un show compacto, con pasajes que oscilaron entre un rock’n’roll blusero, atmósferas psicodélicas y canciones pop redondas. Con una puesta en escena austera pero que ambienta el rito de manera efectiva y en un plano secundario, no sorprende ni defrauda. El mantra que atraviesa la propuesta musical de la banda tiene elementos de la música afro latina, percusiva y tribal, con pasajes funk y hasta disco que brinda una omnipresente y hasta obsesiva ambientación de trance ritual.
El comienzo del show fue repitiendo la secuencia de canciones de Agua Ardiente, con la poderosa Huracanes y la juguetona e irresistible Jugo. A partir de ahí, el show se estructuró en base a la alternancia de pasajes introspectivos y atmosféricos, como es el caso del funk de Gratitud o la mística de Vamos a la luna o Alto valle, con rocks más elementales y terrenales como La rueda o El perro viejo, ampliamente celebrados por un público que se va expandiendo exponencialmente.
Los Espíritus hacen destacar la labor de Maxi Prietto (ex Prietto Viaja Al Cosmos Con Mariano, dúo low-fi de dream pop que cada tanto hace las delicias del selecto circuito under) con la original paleta de colores de su etérea guitarra y una voz entre aniñada y mañosa que remite directamente a ciertos modos del Pity Álvarez. Además, la infernal e intensa base rítmica es sostenida magistralmente por Martín Ferbat, quien aporta una soltura y presteza para enarbolar sólidas y pegadizas líneas de bajo (como es el caso del curioso e inevitablemente pegadizo Lo echaron del bar) que mutan del funk al rock más clásico y elemental, y le da un poderoso sustento al perturbador golpeteo de la exuberante sección percusiva. Finalmente, la sutil, ornamental y brillante labor embellecedora de la guitarra de Miguel Mactas y la armoniosa guitarra acústica y voz de Santi Moraes completan un team ajustado, que si algo puede prometer con el correr de las presentaciones, es soltarse aún más y explotar ese potencial experimental, que deja un claro espacio abierto para dejarse llevar por la improvisación psicodélica en propicios pasajes que se abren casi con total naturalidad pero que el combo aún no aprovecha. Lo que sí queda claro, es que Los Espíritus es una banda donde el aporte de cada uno de sus integrantes prevalece como conjunto por sobre eventuales arrestos personalistas.
Más allá de las especulaciones y elucubraciones, la presentación de Agua ardiente deja un saldo favorable y crédito abierto para que Los Espíritus sigan ampliando su público, pero principalmente para que el grupo continúe expandiéndose y arriesgando, retomando esos terrenos tan vastos y fértiles que el rock’n’roll supo dejar abiertos en sus años más lúcidos y prolíficos: los de la experimentación lisérgica.