La Izquierda Diario recorrió los pasillos de Villa Azul, barrio cercado por las fuerzas de seguridad después de que se detectara el pico de contagios de Covid-19.
Catalina Ávila @linaa_avila
Jueves 28 de mayo de 2020 16:32
Foto: Sebastian Linero - Enfoque Rojo
Se acerca tímidamente, con las manos en los bolsillos, como pidiendo permiso. Su rostro joven carga una mirada trasnochada, presa de la ansiedad del hambre y la preocupación. Antes de la cuarentena trabajaba como vendedor ambulante en el subte, hasta que no pudo ir más a recorrer los vagones de la línea E, y encaró las calles del conurbano para juntar cartón. Pero ahora no puede salir y el almacenero ya no le puede fiar los pocos productos que le quedan. Dicen que en la salita del barrio van a hacer comida a la noche, pero no alcanza para llenar la panza de su hijita. Su barrio está blindado por policías con trajes extravagantes de otro mundo, una postal lejana de una ficción que Manuel nunca vio.
Te puede interesar: [Video] Villa Azul: "No puedo salir a trabajar, no tengo con qué llevar un plato de comida a mi casa"
Villa Azul queda entre Avellaneda y Quilmes, dos distritos de una misma provincia arrasada por años de mandatos donde los Manuel nunca importaron y la vida fue acechada por la precarización. Divina herencia que ningún gobierno cuestionó. La pandemia permitió comprobar científicamente que hacen falta tan solo treinta minutos de distancia desde la Casa Rosada al barrio para ignorar con total impunidad la pelea del día a día por la subsistencia que se cargan los más de seis mil vecinos de Azul. Frente al pico de aumentos de casos de Covid-19, la decisión del gobierno provincial de Axel Kicillof, en conjunto con los municipios y con el visto bueno del presidente, fue convertir al barrio en un “guetto” donde nadie puede salir ni entrar, cercado por las fuerzas de seguridad.
Aparece de la nada, destilando pulcritud. Con calma y el pulso firme asegura que la situación es peor que un estallido nuclear, que estamos en el Titanic y que vamos a estrolarnos contra un iceberg. El jinete del apocalipsis y capitán de helicópteros policiales explica que como los vecinos, él también está haciendo un esfuerzo. Sin embargo, sereno, pide por favor a la sociedad que no intente pelear contra la realidad, y amablemente ubica 900 oficiales de la misma fuerza de seguridad que reprimió durante la cuarentena a los trabajadores del frigorífico Penta, a “cuidar” las salidas del barrio y “contener” a los vecinos. Todo un gesto. Su sola presencia en la entrada al barrio explica la política sanitaria del gobierno frente a la pandemia: es el ministro de Seguridad de la PBA, jefe y señor de las huestes de la bonaerense. De los cuarteles carapintadas al blindaje policial de Villa Azul, a Sergio Berni lo separan 32 años de trayectoria política en el peronismo, tiempo durante el cual se alternaron los gobiernos pero los pobres siguieron siendo pobres, y los ricos fueron siempre “vivos”.
Leer más: "Soy de derecha", el identikit de Sergio Berni en Mundo Conurbano
Unas manzanas más adentro, gritos ahogados durante años deciden explotar. Las voces se quiebran pero no se detienen. La angustia con la que intentan diciplinar, espera. Gabriela, Sabrina y Graciela están peleadas hace años con la realidad que Sergio Berni insiste en aceptar. Se niegan a que los traten como parte de un experimento con el que los de arriba vean hasta dónde pueden sobrevivir y hasta cuándo van a aguantar. Sus relatos refuerzan la conclusión que uno puede sacar con solo mirar alrededor los pozos ciegos, los focos de infección, las puertas hechas con tablas, los agujeros en el material que hacen de ventanas, el barro en todas partes. El abandono estructural no vino con la peste, sino que estuvo incubándose durante largos años. Tres mujeres plantadas en la puerta de su casa quieren ser escuchadas. Dicen basta.
Leer más: [Video] Vecinas de Villa Azul: “Es mentira que estén haciendo testeos en todas las casas”
Sus denuncias son claras y tajantes. La falta de cloacas, agua potable, gas, dinero suficiente para alimentarse, vestir y darle de comer a los hijos, ese ninguneo que bancaron generaciones enteras que fueron hacinándose en el barrio hoy, frente al abandono en el medio de la pandemia que tiene en vilo al país, es el vapor que destapa la caldera. Al barrio blindado por la policía no llegan alimentos suficientes, ni elementos de higiene, ni los testeos necesarios para frenar la propagación del virus. Los vecinos no pueden salir a trabajar para llevar un plato de comida a sus casas, los comedores están cerrados. Y desde el miércoles tampoco dejan entrar a los trabajadores de prensa para reflejar la realidad del otro lado de la valla.
Leer más: Lacorte: “Podemos asistir a un salto de cantidad en calidad en la represión a la protesta"
La condena al encierro que pactaron lavándose las manos Mayra Mendoza, Jorge Ferraresi y Axel Kicillof para los vecinos de Villa Azul pone en evidencia que el discurso “solidario” del gobierno termina donde empiezan las necesidades de los vecinos del barrio. La precariedad de la vida en Villa Azul no es distinta a la que se vive en Villa Itatí, la Inflamable, Corina o incluso en la porteña 31, donde la muerte de Ramona por Covid-19 encendió la bronca de miles por ser la crónica anunciada de una muerte totalmente evitable.
Leer más:Un relato para la crisis: el discurso de Alberto frente a la pobreza y la pandemia
La Izquierda Diario Multimedio viene reflejando la realidad que viven los cientos de miles que están en el foco del contagio, en los barrios populares donde la solidaridad entre vecinos es la principal herramienta con la que cuentan para enfrentar la pandemia, intentando romper el cerco mediático para potenciar la voz de los vecinos, mayoritariamente trabajadores informales, precarios, mujeres como Gabriela, pibes como Manuel, que están cansados de las promesas de cambios para que nada cambie. Desde este portal tenemos el fuerte compromiso de poner a disposición un periodismo de emergencia que fortalezca sus voces, que sea una herramienta para la organización de los vecinos como los de Azul, de los trabajadores que enfrentan despidos y suspensiones, de la juventud reventada que se levanta contra la precarización y no se calla más. No hace falta ser valiente para mostrar la realidad, pero sí para transformarla. Pongámonos en marcha.
Si sos vecino de Villa Azul contactate al 11 2291 7767. Envianos tu denuncia. Rompamos el cerco mediático.