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Red Internacional
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CRIMEN EN VILLA GESELL. Violencia, abusos y machismo: otra realidad detrás de los “valores” del rugby

El asesinato de Fernando Báez Sosa volvió a concentrar miradas en quienes practican ese deporte. Hace pocos días, un ex jugador relató varias de sus experiencias.

Lunes 20 de enero de 2020 11:08

Foto: Télam

El asesinato de Fernando Báez Sosa volvió a poner en el centro de la mirada al rugby. Protagonistas constantes de batallas y enfrentamientos en lugares como los boliches, la lupa de los grandes medios vuelve a posarse sobre quienes practican ese deporte.

Como ocurre ante cada hecho de la realidad, la operación más sencilla consiste en generalizar los hechos. El rugby y quienes los protagonizan son un blanco fácil en este sentido, pero es necesario interrogarse sobre el trasfondo socio-cultural en el que ocurren los hechos que, de manera genérica, son definidos como violentos.

El rugby vende ante la sociedad una imagen plagada de “valores”. La solidaridad, el compromiso y el trabajo en equipo son parte de ese paquete que los clubes presentan como parte de la “esencia” de ese deporte.

Sin embargo, parece evidente que en la práctica actual del rugby hay mucho más detrás de aquello que se pregona públicamente.

Pocos días antes de la brutal paliza que llevó a la muerte de Fernando, un ex jugador relató en las redes sociales su experiencia. Allí puso al desnudo parte de la realidad que tiene lugar en clubes y equipos de rugby.

Julián Princic, hoy productor de contenidos digitales en TyC Sports, practicó ese deporte desde los 9 hasta los 20 años. Hace poco más de diez días escribió un hilo en su cuenta de Twitter relatando parte de la realidad que se despliega tras los “valores” pregonados públicamente.

“Voy a hablar de mi experiencia con el RUGBY, deporte que me fascina, que consumo, que practiqué durante gran parte de mi vida y que, a su vez, veo como un REFUGIO DE HOMBRES que necesitan REAFIRMAR SU MASCULINIDAD constantemente. BAUTISMOS, ABUSOS SEXUALES, PELEAS BOLICHERAS y +”, escribió.

En el hilo de tuits -que tuvo un importante repercusión- escribió también: “¿Quién no vio alguna vez a un grupo de rugbiers involucrado en un tumulto dentro o fuera de boliche? Yo, varias veces, viví eso desde adentro. Siempre como espectador, algo que me recriminaba en ese entonces. PENSABA QUE ERA UN COBARDE POR NO ANIMARME A PEGARLE A OTRA PERSONA”.

El joven contó que “escuchaba por horas a mis amigos hablar de las batallas libradas; enaltecían las peleas vividas de tal manera que a veces me daban ganas de participar en alguna. Siempre se destacaba la UNIÓN y el TRABAJO EN EQUIPO para combatir, porque esos "son valores del rugby".

Julián también mencionó la práctica de los llamados bautismos: “Los BAUTISMOS son rituales para forjar la personalidad. O al menos eso se cree. Yo vi con mis propios ojos ABUSOS como palizas atroces a chicos desnudos y objetos metidos en el culo. Rehusarse no es opción porque el castigo SERÁ PEOR”.

“Se crea un entorno en el que los golpes son moneda de cambio, en el que los putos son motivo de burla y las minas son un objetivo. ENTORNO IDEAL para muchos cavernícolas”, agregó el periodista de Paraná.

En el final del hilo, Julián plantea “¿Pero entonces el problema es el RUGBY? NO. El problema es que, en ARGENTINA -porque esto no sucede en todo el mundo-, el rugby ha mutado a una "filosofía de vida" en la que se pregonan valores que han quedado desactualizados en este contexto histórico”.

Resulta difícil separar la actitud de los jóvenes que participaron del asesinato de Fernando de estas prácticas. Los enfrentamientos (“batallas”) parecen una suerte de lugar común. Lo mismo el funcionamiento en patota (una suerte de “nosotros contra el resto”, al decir del periodista Alejandro Cánepa), atacando a otros grupos o a gente suelta.

¿Es posible separar esa violencia y ese machismo de sus determinantes sociales? ¿O por el contrario existe una relación estrecha entre ambas?

Aunque en los últimos años el rugby llegó a algunos sectores populares e incluso a mujeres, histórica y centralmente es practicado por varones provenientes de sectores altos de las clases medias, la burguesía e, incluso, la oligarquía. Eso dice mucho. Es imposible no distinguir una marca clasista y elitista en la prepotencia con la que actúan muchos de los protagonistas de las “batallas”. La sensación de "unidad" tiene, también, un sustrato en esa pertenencia social. En gran parte, el machismo, la homofobia y el racismo se vinculan también a ese fundamento.

Pero el machismo y la misoginia que se despliega en muchas de las prácticas relatadas por Julián no pueden atribuirse solo al rugby. Son componentes esenciales de una sociedad estructurada de manera clasista y patriarcal.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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