Los dichos misóginos de Gustavo Cordera encontraron ecos reaccionarios en el campo psicoanalítico. Los analizamos en el marco general de la crisis de la disciplina y convocamos a tres especialistas a darnos su opinión.

Juan Duarte Ciencia y Ambiente | tw: @elzahir2006
Lunes 12 de septiembre de 2016 09:47
Los dichos misóginos de Gustavo Cordera generaron un extendido repudio en las en diferentes medios y redes sociales. Pero en el ámbito psi referenciado en el psicoanálisis se expresaron, junto con extendidas expresiones de repudio, opiniones menos taxativas, y algunas que pusieron el acento ya no en los dichos y en su carácter sintomático, sino en las expresiones de repudio y en la movilización y militancia del movimiento de mujeres. Una expresión clara –y sintomática– de esto fueron las opiniones expresadas por el reconocido psicoanalista Juan Bautista Ritvo, quien hizo público en su muro de Facebook un texto titulado “Violencia de género” en el que, lejos de poner el acento en la brutal carga de machismo contenidas en los dichos de Cordera, lo hace sobre lo que denomina “el llamado incesante y creciente contra la violencia de género”, el cual, según Ritvo “no hace más que incrementar la locura ya bastante acentuada, por cierto, masculina; locura efecto de la impotencia, mientras tiende a victimizar a las víctimas, volviéndolas irresponsables de fenómenos de los cuales son, por lo menos, cómplices.” Luego de lo cual “aclara”, que “Por supuesto que hay crímenes horribles y deben ser castigados; pero yo apunto a otra cosa que no se escucha, porque todo el mundo entra en lo políticamente correcto, que es lo más incorrecto del mundo, como se sabe”.
Efectivamente, lejos de los “crímenes horribles”, pone el acento en “el llamado incesante y creciente contra la violencia de género”. O sea, sobre la movilización y lucha del movimiento de mujeres que dio lugar las movilizaciones históricas de #NiUnaMenos, y que constituye justamente la clave que permitió avanzar en la visibilización de la aberrante situación de violencia machista, que implica entre (muchas) otras cosas, que cada 26 horas sea asesinada una mujer en la Argentina por femicidios. Se trata, es claro, de una posición abiertamente reaccionaria.
Pero eso no es todo, porque acto seguido intenta justificar “teóricamente” su posición:
“Lo peor: se desconoce que en el vínculo erótico hay un componente inevitablemente destructivo, y que cuando se lo anula por completo, el erotismo se derrumba. Por supuesto, cuando predomina la faz destructiva, también algo se derrumba. Pero es la ambigüedad del ser humano que las concepciones actuales desconocen del modo más funesto, haciendo de nuestra vida cotidiana una versión del infierno: amordazar las pasiones también es participar del infierno”.
Para finalizar, desde sus certezas teóricas arremete no sin antes arengar(se): “digámoslo en voz alta a la estupidez de mujeres infatuadas confundidas con emblemas que son una caricatura de la vilidad [sic] y de hombres cobardes que retroceden cuidándose sus pobres genitales.”
En síntesis, una posición machista, que luego de un pobre intento de justificación teórica retorna sobre sí misma exaltada mediante una imagen, digámoslo nosotros también en voz alta (¿por qué no?), patética, de “hombres cobardes que retroceden cuidándose sus pobres genitales.” Caricatura reaccionaria de un movimiento de lucha enorme, y heterogéneo sí, pero bien concreto, con sus diferentes corrientes y discusiones (muchas reflejadas en este diario), que lejos de abonar algún debate, solo apunta a justificar los propios prejuicios del autor.
Una tendencia conservadora… muy extendida
Pero este tipo de posiciones no son para nada extrañas ni aisladas: expresan un sector extendido dentro del ámbito psicoanalítico, su “mainstream”, con gran peso en ámbitos universitarios. Así, por ejemplo, en este diario se denunció en su momento cómo en una materia se describe al travestismo como una patología generalizada que avanza gracias al desarrollo de las técnicas en cirugías estéticas, pasando por alto la Ley Nacional de Salud Mental (LNSM), que prohíbe la realización de diagnósticos en base a la identidad sexual, y de la Ley de Identidad de Género (LIG) que establece el derecho a intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales para adecuar el cuerpo de una persona a su identidad de género autopercibida. Solo por poner otro ejemplo, podemos referinos a la publicación de una de las cátedras más importantes de la Facultad, directamente dirigida contra “l@s universitari@s de los gender studies y la queer theory” (Schejtman, Fabian, “La liquidación de las perversiones”, en Revista Ancla, Septiembre 2007), y donde se afirma, desde los criterios normalizantes del Complejo de Edipo y mediante un análisis abstraído de condiciones sociales e históricas apoyado en desarrollos de Jaques Lacan, el carácter psicótico del transexualismo (Godoy, Claudio, “Psicosis y sexuación”, Ídem.).
Se trata de la expresión de una tendencia conservadora en el marco de una disciplina que, como vienen señalado desde hace años desde ámbitos críticos de la misma, se encuentra en una crisis frente al avance de otras disciplinas psicológicas (Terapias Cognitivo Comportamentales, neuropsicología). Y se trata de un fenómeno mundial: como señala Claudia Cinatti en Ideas de Izquierda, en Francia esto llevó directamente a “la oposición activa de psicoanalistas franceses a la ley de matrimonio igualitario y de adopción de hijos para parejas homoparentales, que de hecho los ubicó en el campo de lo más rancio de la derecha católica”.
Pero también atraviesan fronteras las posiciones críticas: en tierras galas, la historiadora Elisabeth Roudinesco viene señalando la crisis de la disciplina hace años, planteando que “los psicoanalistas no deben erigirse en gendarmes de la buena conducta en nombre del Complejo de Edipo” (Le Nouvel Observateur, 19 de abril de 2012). Otros autores son aún más incivos, como el filósofo y autor de Regreso a Reims Didier Eribon, señalan que:
“... las prácticas y las experiencias vividas se despliegan, evidentemente, fuera de lo que el psicoanálisis piensa y puede pensar, a pesar de su voluntad totalizadora y totalitaria. Sin embargo se obstina en tomarlas en sus redes, cuyas mallas están tejidas e incansablemente retejidas, como se ve hoy día en los debates referidos a los derechos de las parejas del mismo sexos, la homoparentalidad o las reivindicaciones de los movimientos transgéneros, sobre el telar de una maquinaria ideológica heteronoermativa que se presenta como ciencia, y cuyos engranajes nocionales, erizados de mecanismos con mayúsculas –Falo, Castración, Ley del Padre, Función simbólica, Orden significante, etc., para algunos, o Estadío del desarrollo libidinoso, Narcisismo, etc., para otros– se articulan en la estructura edípica para organizar una cosmología de la diferencia de los sexos y de la jerarquía de las sexualidades.” (Escapar del psicoanálisis, Belaterra, 2008).
Opiniones críticas
Frente al peso institucional y universitario que, como vemos, ostentan las tendencias reaccionarias señaladas, desde La Izquierda Diario apuntamos a abrir un debate productivo y aportar a la crítica de las mismas, para lo cual consultamos en este caso a tres especialistas. Por un lado, consultamos a Débora Tajer, titular de la Cátedra de Introducción a los Estudios de Genero en la Facultad de Psicología de la UBA, que con una trayectoria de 28 años, y en un índice del peso de los sectores conservadores en la formación, continúa siendo optativa y cuatrimestral (Psicopatología, con el punto de vista citado, es anual y obligatoria, y sus titulares parte del gobierno de la Facultad). Por otro lado, nos dio su opinión Enrique Carpintero, director de la Revista Topía, y autor de El erotismo y su sombra.. Finalmente, consultamos también a Carlos Barzani, miembro también de la revista, y editor y autor de Erotismo y pornografía.
Notas relacionadas:

Juan Duarte
Psicólogo y docente universitario en la UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Editó y prologó Genes, células y cerebros (Hilary y Steven Rose), La biología en cuestión (Richard Lewontin y Richard Levins), La ecología de Marx (John Bellamy Foster), El significado histórico de la crisis de la psicología y Lecciones de paidología (Lev Vigotski), La naturaleza contra el capital (Kohei Saito) y León Trotsky y el arte de la insurrección (1905-1917), de Harold Nelson (2017), en Ediciones IPS.