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Red Internacional
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Juventud. Violencia patovica: un flagelo que hay que desnaturalizar y enfrentar

El domingo 5 de este mes en el boliche Molliere, ubicado en San Telmo, Gustavo fue sacado violentamente por la seguridad privada. Lo tomaron por el cuello y de manera amenazante lo inmovilizaron y lo lanzaron a la calle, a pesar de no estar haciendo más que compartir una cerveza con su amigo.

Viernes 10 de abril de 2015

Una vez afuera, Gustavo pidió hablar con el encargado del local, el que respondió utilizando la tristemente célebre frase “por algo será…”. Indignado y lleno de bronca, Gustavo contestó que “esto no iba a quedar así”, y que iba a buscar la manera de denunciar el abuso y el maltrato. El dueño del boliche se puso agresivo y terminó echándolo, amenazándolo con que no haga ningún tipo de denuncia pública. Al retirarse asustado, el encargado del local lo persiguió incluso un tramo de la cuadra.

Lo que pasó no llegó al extremo, pero es una situación muy repetida con la “seguridad privada” y los responsables de los boliches. La impunidad de la que goza ésta gente lleva a que muchas veces se abusen con los pibes, incluso hasta con la complicidad de la propia policía, que suele estar “arreglada” con el lugar. Así ocurrió con el joven de 13 años Diego Aljanati el fin de semana pasado, que al ser corrido sin motivo por los patovicas del boliche Enjoy de Ituzaingó, terminó siendo atropellado por un patrullero. Hoy sus familiares, amigos y cientos de jóvenes se movilizan y piden justicia, que vayan presos todos los responsables.

Parecido es el caso de Martín Castelucci, quien murió a causa de los golpes propinados por patovicas del boliche La Casona de Lanús. Mario Hernán Quiroga, los hermanos Mosqueda, Gonzalo Castro, Jonhatan Aliendre, son otros casos de pibes que fueron golpeados salvajemente y terminaron hospitalizados. O de forma similar, el caso de discriminación y homolesbotransfobia de Georgina Villada, jóven de la ciudad de Córdoba a quien no se le permitió el ingreso al lugar por su condición de transexual. Y la lista lamentablemente sigue y es larga.

Esta es la realidad cotidiana de los boliches de Buenos Aires y todo el país. Lo mismo que ocurre en los recitales y lugares de esparcimiento y recreación de la Juventud.

Para estos “muchachos gigantes” no hay una reglamentación efectiva ni controles para impedir el uso injustificado y abusivo de su fuerza contra los jóvenes que salen a divertirse. Y al igual que la policía cuentan con la complicidad empresarial y estatal, a cambio de garantizar las jugosas ganancias y el control social.