Biden ve a Lula como un importante líder global, y Lula está dispuesto a acomodarse a los intereses de Washington siempre que no afecten a la relación con Pekín, como el reciente apoyo diplomático al golpe de Dina Boluarte en Perú.
Sábado 11 de febrero de 2023 12:49
EFE/EPA/Sarah Silbiger / POOL
El pasado jueves, el presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y una comitiva compuesta por Janja, su esposa, y los ministros Fernando Haddad (Hacienda), Marina Silva (Medio Ambiente,) Anielle Franco (Igualdad Racial) y el canciller Mauro Vieira embarcaron rumbo a EE.UU., donde se reunirán con el presidente demócrata Joe Biden. Además tienen planeados encuentros con la burocracia sindical de la AFL-CIO, la central sindical más importante del país, y con congresistas demócratas como Bernie Sanders. Un viaje apresurado para avanzar en el reacomodamiento de las relaciones de Brasil con el imperialismo norteamericano, tras la salida de Bolsonaro.
Un Lula con una proyección fortalecida luego de las acciones golpsitas del 8 de enero y que, hace pocas semanas, recibió en Brasilia al canciller alemán Olaf Scholz, busca establecer un papel internacional anclado en la agenda ambiental y en una posición de mediador diplomático. Para el encuentro con Biden, Lula volvió a defender la creación de un "Club de la Paz" para mediar en el fin de la guerra en Ucrania, buscando establecerse en una tercera posición internacional, equidistante de EE.UU. y China, muy diferente de los intereses de Biden y del imperialismo norteamericano, siendo este el mayor punto de fricción. La propuesta no tuvo mucho eco ya que ni a Biden ni al establishment político yanqui le interesa.
Estados Unidos y la OTAN, responsables de la militarización de Europa del Este y de toda la logística del ejército ucraniano, pretenden instrumentalizar el justo repudio de la invasión rusa al servicio de sus objetivos imperialistas. Lula rechazó la petición de Olaf Scholz de que Brasil enviara municiones a Ucrania para preservar los acuerdos de fertilizantes con Putin, pero cedió ante Biden en el comunicado conjunto para expresar las posiciones de Estados Unidos. La subordinación, aunque distinta a la de Bolsonaro, surge ya en la primera reunión.
En este escenario internacional caracterizado por la creciente disputa entre Estados Unidos y China, en el que el Partido dos Trabalhadores (PT) intenta ser amigo de Dios y el Diablo para preservar los negocios de los capitalistas brasileños, se espera que Biden invite a Lula a lo que ha venido llamando una "cumbre internacional de la democracia" en marzo, una propuesta de alianza para disminuir la influencia de China. Mientras tanto, Lula ya tiene previsto viajar el mismo mes para reunirse con Xi Jinping, que quiere aumentar aún más los negocios en Brasil, socio del país en los BRICS, junto con Rusia, India y Sudáfrica.
Aunque lo intente disimular, Lula le hace el juego a Estados Unidos siempre que sus intereses no choquen. En Uruguay, Lula influyó en el gobierno de Lacalle Pou para que no acelerara los acuerdos unilaterales con China, lo que, además de favorecer al agronegocio brasileño, hace el juego a los intereses de Washington y de la OTAN.
En Perú, el golpe parlamentario que puso en el poder a Dina Boluarte, con el beneplácito del imperialismo norteamericano y sus multinacionales extractivistas, cuenta con el reconocimiento del nuevo gobierno brasileño como punto de apoyo geopolítico fundamental para su sostenimiento. Además, Brasil está exportando directamente, con la connivencia del gobierno, municiones y armas para la represión de las protestas campesinas y obreras, dejando más de 70 muertos, en su mayoría manifestantes indígenas. La complicidad con el gobierno golpista peruano es la primera gran foto del significado de la política internacional de Lula cuando se trata de la lucha de los explotados y oprimidos, como lo fue la intervención militar en Haití del ejército brasileño en la ONU desde 2004. Es urgente levantar una fuerte movilización de solidaridad en apoyo a la lucha del pueblo peruano, contra la represión y por la ruptura de relaciones entre Brasil y el ilegítimo gobierno bolivariano.
Tras la reunión con Biden, se emitió una declaración pública centrada en la condena de Rusia y la "defensa de la democracia" ante los episodios del 8 de enero en Brasilia y la invasión del Capitolio estadounidense en 2021. Buscan fortalecerse mutuamente frente a sus adversarios políticos de extrema derecha, y la condena estadounidense a las acciones golpistas en Brasil y sus numerosas señales de alerta previas fueron un freno a cualquier aventurerismo golpista de sectores del régimen e incluso de segmentos militares, vinculados orgánicamente a Washington.
Este vínculo es también simbólico de la demagogia de Biden, capitán del mayor imperialismo del planeta, involucrado en innumerables crímenes contra los derechos humanos, golpes e intentos de golpes a lo largo de la historia, como fue el del 64 en Brasil y más recientemente con el propio Lava Jato, articulado bajo la tutela de los demócratas y que culminó en el golpe institucional de 2016 contra Dilma Rousseff, con la unidad del régimen contra el propio gobierno del PT.
Lula también se mostró dispuesto a defender la actuación del Supremo Tribunal Federal (STF) en Brasil como supuesto modelo en la lucha contra los "ataques a la democracia", curiosamente el mismo STF que fue crucial en el golpe institucional, el impeachment, el encarcelamiento arbitrario de Lula y la autorización de privatizaciones y reformas como la de las pensiones y la laboral, o legislando a favor de la externalización sin restricciones.
Pretende sostener los elementos de cohesión del régimen brasileño, que se dieron en respuesta las acciones golpistas de enero, fortaleciendo internacionalmente un bonapartismo reaccionario con toga, dispuesto a volverse contra la izquierda, la clase obrera y los movimientos sociales si se saltan el consenso de pasividad en la lucha de clases, impuesto desde el nuevo gobierno del PT, y se convierten en fuente de inestabilidad política.
Lula también garantizó que Estados Unidos se sumaría como contribuyente al Fondo Amazonia, un proyecto internacional de recaudación de fondos ya integrado por Alemania y Noruega, que sirve a las aspiraciones ecocapitalistas de la administración Biden y del ala izquierda de los demócratas como un excelente mecanismo de greenwashing, mientras la participación en la política de conservación ambiental es simultánea a las acciones de multinacionales multimillonarias que destruyen el medio ambiente en todo el mundo, incluso en sus países de origen, como en las recientes protestas contra un nuevo proyecto de minería de carbón en Alemania.
Mientras Lula ya se ha establecido como el principal líder de América Latina, está a la orden del día en la lucha antiimperialista rechazar su papel en cualquier apoyo político y permiso para enviar armas y municiones al gobierno golpista en Perú, al lado del imperialismo que históricamente ha saqueado y asesinado aquí en este continente. Junto a ello, es fundamental levantar un programa obrero independiente, que responda a los grandes problemas sociales estructurales, como en particular la derogación completa de todas las reformas y privatizaciones, el fin del techo de gasto y el impago de la fraudulenta deuda pública.