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Red Internacional
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ENTREVISTA ANDONI TXASKO Y JUAN IBARRONDO. “Vitoria 3 de marzo”, una masacre contra la clase trabajadora en la gran pantalla

Entrevistamos a Juan Ibarrondo, guionista de la película “Vitoria 3 de marzo”, que se estrenó en más de 60 cines, y a Andoni Txasko, de la Asociación Martxoak 3 de marzo de Gasteiz y víctima de la represión policial del 3 de marzo.

Lunes 2 de marzo de 2020

Fotografías: Matrxoak 3 de marzo

[Esta entrevista fue originalmente publicada en abril de 2019]

Nos reunimos con Juan y Andoni en el gasteiztarra barrio de Zaramaga, rodeados de monolitos, murales y placas de la Matanza del 3 de marzo que levantaron o pintaron las asociaciones vecinales y la policía trató de quitar en repetidas ocasiones. El recuerdo y la organización de este barrio obrero frente a la masacre policial ha convertido sus calles en el memorial que las instituciones siempre intentaron ocultar. Para hacer la entrevista entramos al local de la asociación Martxoak 3 de marzo, con las paredes convertidas en murales de imágenes de los hechos.

¿Cómo surge la idea de hacer esta película?

Juan: Al principio surge como la idea de hacer un guión para una miniserie, hablando con el periodista Oskar Bañuelos. Comenzamos a escribir y, aunque no se pudo hacer la miniserie por falta de dinero, la productora Sonora se interesa en el guión. Volvemos a buscar dinero, un proceso trabajoso, adaptando el guión para hacer un largometraje y entrando a colaborar el guionista Héctor Amado. Fue un reto desde el punto de vista profesional, pero también desde el punto de vista político. Para mí el 3 de marzo fue muy importante, tenía 14 años cuando lo viví y ya había colaborado en los textos del memorial.

La película puede servir para dar a conocer una historia que se ha querido ocultar. Si se ha difundido algo más es por la imputación de Martín Villa en la querella de la jueza argentina María Servini de Cubría por los crímenes del 3 de marzo. Y la gente se preguntó qué pasó el 3 de marzo.

Cuando un grupo de cineastas británicos recreó para un documental la batalla de Orgreave, el mayor enfrentamiento entre los mineros británicos en huelga y la policía en 1984, muchas de las emociones de la huelga se repitieron en la recreación. ¿Os ha sucedido algo así en este rodaje?

Juan: Ha sucedido totalmente. La participación de la gente en el rodaje ha sido increíble, contagiaba mucho entusiasmo al equipo. Teníamos miedo de no encontrar 300 extras y se presentaron 2.000 personas. Había gente joven que conocía esta historia de sus familiares, pero también había gente mayor que te decía que traía la misma ropa que llevó el 3 de marzo. También, tanto Lluís Llach como Paco Ibañez han cedido su música para la película.

Fue una catarsis, porque esta masacre nunca fue reconocida, y no nos han dejado hacer el duelo ni tener justicia. La hermana de una de las víctimas me decía que tenía dudas para venir, porque le resultaba muy duro, pero al final se había alegrado de participar para poder sacar todas esas emociones.

Hay muchas anécdotas. Los participantes tenían tantas ganas que había que pararles los pies, porque se enfrentaban de verdad en las escenas y no queremos que salga nadie herido. Cuando terminábamos una escena la gente casi salía en manifestación, cuando había que parar de gritar “el pueblo unido jamás será vencido” no paraban. Se metieron mucho en el papel y tuvieron mucha paciencia para repetirlo una y otra vez.

Andoni: La película se convirtió en un proceso político, que afectó bastante a la vida de la ciudad con cortes de tráfico y muchos vecinos que venía a curiosear y a colaborar. Sirvió para que mucha gente sacara testimonios que tenían escondidos, diciendo que les ha supuesto una liberación y una tranquilidad. En los actos que hemos hecho de la asociación también lo hemos visto. Venía gente que se acercaba a contarte y enriquecía la propia película. Se decía “¡corten!” y no se cortaba nada.

Para la Gasteiz de 1976, ¿qué supone el 3 de marzo?

Andoni: El 3 de marzo es un antes y un después. El contexto político era muy convulso, hacia cien días que había muerto Franco y el debate en la calle era reforma o ruptura. Unos estaban por blanquear aquel régimen franquista y otros por romper con éste y crear un espacio de libertades, no sólo sociales y democráticas, sino también de justicia social.

Al 3 de marzo se llega desde una lucha común, al principio contra unas condiciones laborales indignas, pero luego también por una serie de derechos de manifestación, reunión o expresión que no teníamos y que sufríamos represión si intentábamos ejercer.

Aquel movimiento huelguístico va sumando todas esas ideas y, sobre todo, un método de lucha desde abajo, con asambleas. No eran cuatro los que decidían y negociaban con la patronal, sino que se decidía entre todos y quienes eran elegidos como representantes sólo eran transmisores. Iban al empresario, le decían lo que se había decidido y volvían a la asamblea con lo que decía el empresario.

Esa forma de luchar entusiasmó a mucha gente, que no se sentían partícipes con el Sindicato Vertical, que estaba en el aparato franquista y decidía a través de enlaces y jurados con los patrones. Eso es lo que hizo que el movimiento de huelgas creciera, hasta que chocó frontalmente con esa Transición tramposa que se estaba decidiendo en las altas esferas.

La patronal tenía miedo y le estaba presionando a los políticos en Madrid, diciendo que en Gasteiz se estaba haciendo poco menos que un soviet y eso no se podía consentir. Los empresarios y el Estado se dieron la mano para hacer del 3 de marzo un escarmiento a la clase trabajadora.

No fue un accidente, fue una acción planificada para dar una lección a la clase obrera de todo el Estado, porque en todas partes había huelgas. Por eso el ministro Fraga viene el 7 de marzo aquí a dar una rueda de prensa diciendo que viene a hacer justicia, una manera de decir “cuidado con lo que hacéis, mirad lo que ha pasado”.

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Aquí hubo cinco asesinados, pero también los hubo en las manifestaciones en solidaridad. En Tarragona asesinan a Juan Gabriel Rodrigo y en Basauri a Vicente Antón, en el contexto de una huelga general en Euskalherria. Para los trabajadores fue una sensación muy agridulce: se consiguieron todas las demandas de las huelgas, la readmisión de los despedidos y, poco a poco en silencio, la liberación por goteo de los detenidos, pero dejó una masacre muy amarga en la ciudad. En esos años, todos los movimientos sociales de la ciudad copiaron este método de organización, desde la creación de radios libres o gaztetxes a un montón de colectivos.

Primer monumento, armado por trabajadores de Forjas Alavesas, quienes lo hicieron con la dureza necesaria para que la policía fracasara en su intento de derribarlo. Un puño con cinco dedos, en recuerdo a los cinco trabajadores asesinados por la policía el 3 de marzo.

Juan: Yo añadiría que también fue un empoderamiento de la clase trabajadora. A veces decimos que el 3 de marzo es nuestro 1º de Mayo de la clase trabajadora vasca, porque tomó conciencia de su fuerza, pero también de la connivencia entre el Estado y la patronal. Marcó una tradición en la que las asambleas de base tuvieron mucha importancia. Hablando con trabajadores que lo vivieron, decían que los años siguientes resultó mucho más fácil conseguir buenos convenios, porque negociaban con una patronal que había visto lo que podían organizar sus trabajadores.

También fue muy importante para el movimiento feminista, que renace en esta ciudad después de haber sido aplastado por el franquismo. Resurge a través de las asambleas de mujeres, que van a empoderarse frente al estado y la patronal, pero también frente a sus compañeros en lucha. Ahí comienza a andar la Asamblea de Mujeres de Álava, la de Zaramaga y otros barrios, un germen del movimiento feminista.

Andoni: La participación de las mujeres fue fundamental, no sólo porque había fábricas en huelga casi exclusivamente de mujeres, sino porque también participaron en la caja de resistencia, en las asambleas, en la difusión por los barrios, fiando en los comercios a las familias con huelguistas. No querían ser sólo amas de casa, sino traer sus propias demandas y estar en la huelga.

Estáis levantando una plataforma que se llama Memoria Gara, ¿en qué consiste?

Andoni: Pedimos que se convierta la Iglesia de San Francisco, donde se produjo la matanza, en un centro de memoria, de producción de materiales para difundir los hechos. El Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Gasteiz nos apoyan, aunque el Obispado nos lo niega, a pesar de que no está abierta al culto.

Juan: También pedimos el juicio a Martín Villa, que tiene más de 90 muertos a sus espaldas y siempre se escudó en la decisión de no extraditarle del Gobierno, consiguiendo el apoyo de ayuntamientos como el de Gasteiz, Irún, Lizarra, Arrasate o Iruña para declararlo persona non grata.

Uno de los temas que aparece de forma recurrente en esta historia es la impunidad de los responsables. ¿Qué papel ha jugado la asociación en este sentido?

Andoni: La asociación nace en 1999 con los informes médicos y forenses en la mano, con dos sumarios: uno con los tres primeros asesinados y un segundo en el que estamos 68 heridos graves, dos de los cuales morirían después. Esos sumarios pasan por el Tribunal de Orden Público que dictamina que hay un delito de terrorismo, pero no de quienes dispararon, sino de los trabajadores en huelga. Estos sumarios son sobreseídos por falta de responsables individuales.

Hay homicidios y de que los propios audios de la policía son pruebas de su responsabilidad, diciendo “hemos pegado más de 2.000 tiros”, “aquí ha habido una masacre”, “no os importe matar”, y finalmente se archiva, siendo infructuosos todos los intentos posteriores porque se reabra el caso. ¿Por qué? Por la Ley de Amnistía de 1977, que en realidad es una ley de “punto final”.

Los estudios del Instituto Valentín de Foronda que presentamos al Parlamento Vasco señalan que los responsables son Martín Villa, Alfonso Ossorio y Juan Carlos de Borbón. A pesar de ello, la versión imperante cuando vamos a pedir la inscripción como víctimas del terrorismo es que es imposible, porque nosotros somo los terroristas, según los informes policiales de capitán Quintana que el Estado Español sigue admitiendo.

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Juan: La película tiene que servir para que lo que decimos en estos movimientos llegue también al gran público. Tal vez a alguien le haga pensar, investigar o acercarse a unos hechos que casi no se conocen a se conocen como una versión oficial que no es cierta.

Estas personas han pasado a la historia como adalides de la democracia y no como los criminales que son. Y nuestro trabajo como asociación está ahí, porque a pesar de que no se nos reconoce como víctimas, tratamos de cambiar ese relato, por el reconocimiento y la reparación.


Jorge Remacha

Nació en Zaragoza en 1996. Graduado en Historia en la Universidad de Zaragoza. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español y en la agrupación juvenil Contracorriente.