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Red Internacional
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Libros. Vivir solo cuesta vida

Una repaso por el tan esperado Recuerdos que mienten un poco, el libro de memorias del Indio Solari, resultado de las conversaciones que mantuvo por dos años con el novelista Marcelo Figueras.

Gustavo Grazioli @Discolo1714

Miércoles 3 de abril de 2019 11:11

Había una vez un muchacho llamado Carlos Solari. Según confirman sus datos biográficos, este chico nació en la provincia de Entre Ríos, más precisamente en la ciudad de Paraná. Hasta llegar a convertirse en el Indio tuvo que pasar bastante agua bajo el puente y años de tirar mucho papel picado. En busca de experiencias que lo acercaron a un estilo de vida hippie y drogas que lo ubicaron en el terreno de la psicodelia, este muchacho no se comportó como suelen pedir los mandatos familiares.

En el colegio no fue un alumno demasiado aplicado y en la vida tampoco se dedicó a cultivar medallas académicas ni habitar lugares comunes. Su inquietud díscola, hizo que la educación formal no fuera de su patriada. “Yo empecé a ser un mal alumno muy temprano. Estaba en el grupo de los movilizadores, de los no obedientes. Siempre fui de desarmar lo que estaba armado. Me parecía que el caos era lo que ordenaba todo”, cuenta Solari en los inicios de su libro de memorias: “Recuerdos que mienten un poco”.

El misterio se acabó. La interpretación de la interpretación que se pergeñó durante tantos años alrededor de sus canciones y de sus declaraciones, quedan desnudas en este trabajo que llevó a cabo con el periodista y escritor Marcelo Figueras. El caos Solariano se ordena a lo largo de las ochocientas cincuenta y siete páginas que conforman el libro. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, ahora está acá: en las palabras del tutor de los desangelados. En el artista capaz de convocar a más de 200 mil personas en una misma noche.
El Indio se metió en las aguas de lo existencial desde muy joven. Este “hombre de la psicodelia”, como se define, tuvo toda su escuela ahí, tratando de expandir su mente, en busca de una verdad que lo movilizó a probar de todo. Dibujar, leer, escribir, filmar cortos con Guillermo Beilinson (hermano de Skay). Y todo con un solo fin: el curioseo constante, para no plancharse en eso que, mucho tiempo después, describió en una canción como cultura frita. “La psicodelia fue lo más importante que me pasó (…). Imagino que hoy habrá otras experiencias a disposición que le serán parangonables de algún modo. Pero aquello era otro contexto y otras drogas. Lo que hizo en mí fue abrirme la cabeza, básicamente”.

Lo que se percibe a lo largo de las páginas de sus memorias es el tesoro de un conversador nato. Un tipo, que casi a lo Borges, habla como escribe. Desde su búsqueda por Bellas Artes, los días en La Plata, su estadía en Brasil, en Valeria del Mar, hasta la “enfermedad malvada” del parkinson que le dijo hasta acá. Todo está contado. Todo está guardado en la(s) memoria(s).

El creador de himnos populares como Ji Ji Ji, Mi perro dinamita, Héroe del whisky, Juguetes perdidos (y tantos más), condensa con su imagen parte de la idiosincrasia de nuestro rock. Y no hay que olvidar que, además de conmover a distintas generaciones, su tajante personalidad contra el show business motivó la estética de la independencia en gran cantidad de bandas argentinas. Tamaño legado - siguiendo sus palabras - “no es sopa”.

Tu aliento vas a proteger
¿Por qué? ¿Qué pasó? Es lo que se preguntó el pueblo ricotero cuando se quedaron sin su banda de sonido. Se tejieron miles de posibilidades, algunas con mejor buena leche que otras. Plata, poder, fueron las palabras que rondaron por la boca(za) de varios. Según Solari nada de eso tuvo que ver. Fue algo mucho más simple. La custodia de los videos del show de Racing en 1998. Se había grabado ese recital con varias cámaras y quedaron en producirlo bien cuando esté la plata. Las copias de ese material quedaron bajo la supervisión de Skay y Poli. Pero el Indio, varias veces insistió con quería su copia y eso pedido nunca llegó.

Pasaron dos años y nada. Llegó el 2001. Había un show programado en la cancha de Unión de Santa Fe. La publicidad ya estaba en marcha y las entradas a la venta. Pero un tiempo antes llegó la noche en la casa de Poli y Skay donde se desató todo. “Me di cuenta de que no tenían la menor intención de sacar copias y dejarlas a mi cuidado. Y la conversación empezó a subir de tono. Esa vez sí que grité. Me paré y le dije a Poli: ¿Quién te crees que soy yo? ¿Uno de esos pelotudos serviles que te chupan las medias por las noches, en los boliches que frecuentan?” – recuerda – Según dice, estuvo el intento de poner paños fríos sobre la situación, pero ya no había vuelta atrás. “Seguimos gritando hasta que Skay se fue a la mierda, porque no le gustan las situaciones tensas. No recuerdo si al final dije expresamente: esto se acabó acá, pero me subí al coche – el chofer me esperaba afuera, se había dormido ya – y volví a casa”.

Una de las bandas más representativas de nuestra cultura popular se deshizo por un hecho que el Indio, después terminó por entender como una traición. “¿Cómo seguís adelante con una relación una vez que se instaló la desconfianza entre todos? ¿Cómo sabes si la verdad va a volver alguna vez a la boca de un amigo que te traicionó?”, se pregunta, muchos años después de concluida la separación, sobre aquella dupla (Poli y Skay) con la que armaron la mesa chica de Patricio Rey.

The End
Solari, con esa vocación de artista inquieto que tuvo siempre, no agotó su cantera de canciones y tras varios años de duelo por la ruptura de Los Redondos, terminó por armar “Los Fundamentalistas del aire acondicionado”. Otra historia, otros músicos y más fieles en masa. Estadios, hipódromos y a correr a campo abierto. Sin dudas, su obra ha marcado a fuego (y lo sigue haciendo) el rumbo del significado que emprende la cultura popular. Según dice, cree que no va tocar porque la enfermedad lo tiene a maltraer. Esta vez, la melodía suena a despedida. “Hoy más que nunca suscribo eso que decía hace más de treinta años, en uno de los recortes de prensa que encontramos en las cajas: solo aspiro a que la muerte me encuentre vivo”.