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Red Internacional
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Transporte. Voces de las escuelas cordobesas: la odisea de viajar hacinados

La comunidad educativa denuncia las condiciones en que viajan en el transporte público. Exigen que el gobierno garantice frecuencias, vacunas y condiciones adecuadas para una presencialidad sin riesgos.

Viernes 7 de mayo de 2021 15:28

En marzo de este año volvieron niños, niñas, jóvenes y adultos a las escuelas. Este aumento en la circulación urbana se acompañó de un crecimiento de contagios en todo el país, impulsando la activación masiva de protocolos en las instituciones educativas por casos activos y sospechosos de Covid -19. A pesar de esta explosión de casos nada ha mejorado en el transporte público de Córdoba.

Para regular el transporte escolar privado, el Anexo I de la “Guía de Actuación ante Casos Sospechosos o Confirmados” para las escuelas de Córdoba determina que se considerará contacto estrecho “a cualquier persona situada en un radio de dos asientos alrededor de un caso confirmado durante más de 15 minutos”. ¿Por qué se regula el transporte escolar privado y no el transporte público?

Sabemos que la inmensa mayoría de las y los estudiantes viaja en el transporte público urbano, comúnmente parados, en colectivos que tienen habilitados todos sus asientos, que están colapsados y donde no existe ningún tipo de distanciamiento. Además, ¿cómo detectamos si la persona que compartió con nosotros el asiento era un caso positivo?

Situaciones como ésta se repiten a diario en quienes viajan todos los días a las escuelas y a sus trabajos.

La comunidad educativa está preocupada y molesta al momento de usar el transporte público. Una docente nos decía, “creo que no están las medidas implementadas, solo se exige el uso de barbijo pero los colectivos siguen llenos de gente en horas pico o de gran demanda, creo que las empresas deberían poner más unidades a disposición del servicio”.

Asimismo, docente de nivel medio expresó su queja por la poca cantidad de unidades que circulan: “no hay suficientes colectivos y frecuencias lo que hace que viajemos hacinados a toda hora y sobre todo en horas pico (entrada y salida de las escuelas sobre todo). Las frecuencias son pésimas, si pierdo un ómnibus el siguiente pasa a los 40 minutos. Por ejemplo, me tomo el 44 a las 06:05hs, si lo pierdo el siguiente pasa a las 06:47hs”.

En consonancia con esto, una docente usuaria de la línea 16 nos contó, “disminuyó la frecuencia en época escolar, ahora espero 40 minutos. El colectivo 16 de Coniferal tiene una frecuencia de una hora, una verdadera vergüenza. Hay menos frecuencia y suprimieron líneas de colectivo".

Con el inicio de las clases presenciales el número de pasajeros aumentó notablemente, “considero que se debería reforzar con más unidades y frecuencias, reveer el trazado de rutas de las líneas y que sean de público conocimiento por todos. Desde el inicio de pandemia muchos colectivos cambiaron sus recorridos y hay gran desinformación y confusión al respecto”, refirió otra docente consultada.

La realidad hoy muestra que cada viaje en el transporte público de Córdoba es más riesgoso que una fiesta clandestina. La comunidad educativa exige viajar cómoda y segura, para ello se necesitan recursos.

Un protocolo para la foto

En abril del año pasado, cuando los casos Covid-19 por día en Córdoba no superaban la decena y las escuelas permanecían cerradas, la Municipalidad de Córdoba elaboró un protocolo para el transporte que debía ser respetado por empresas, choferes y pasajeros. Con el correr del tiempo, el gobierno fue quitando responsabilidades y exigencias a las empresas para defender sus ganancias.

El protocolo del transporte público exigía que todas las unidades tuvieran una cámara de protección para conductores, se anulaba la primera fila de butacas, se habilitaba solo un asiento por fila y no se permitían pasajeros de pie durante el viaje. En todos los ámbitos distintos al interior de las unidades tenía que mantenerse el distanciamiento físico interpersonal mínimo de 2 metros. La cantidad de pasajeros por viaje no podía superar la capacidad máxima del 60% y el ascenso debía ser exclusivamente por la puerta trasera. La empresa debía asegurar la limpieza en punta de línea, desinfección de pisos, colocar cestos de basura (asegurando el tratamiento de los residuos patógenos) y dispensers con alcohol en todas las unidades.

El protocolotambién establecía que si algún pasajero presentaba síntomas de fiebre y tos debía ser aislado del resto de los pasajeros manteniendo una distancia de seguridad de al menos 3 metros.

A pedido de las empresas de transporte y por la concesión de los gobiernos provincial y municipal, pocas de estas medidas se cumplen en la actualidad. Lo cierto es que al día de hoy los trabajadores del transporte, considerados esenciales, todavía no han sido vacunados, al igual que la mayoría de las y los docentes y auxiliares. Las unidades son insuficientes y circulan desbordadas de pasajeros, las escuelas siguen abiertas sin garantías de bioseguridad y el protocolo de transporte en la práctica es letra muerta. Hasta los mismos empresarios de la Fetap reconocen que existen demoras por falta de unidades, colectivos que no salen a la calle a pedido de ellos mismos para abaratar costos y presionar por aumento de tarifas.

Hay un reclamo generalizado de que el gobierno no está garantizando las condiciones de bioseguridad necesarias para que el transporte deje de ser un foco de contagios y se asegure a la comunidad educativa una presencialidad sin riesgos. Exigen vacunas, más colectivos para cumplir con el distanciamiento y mejores frecuencias en horarios pico, más choferes, alcohol y medidas de protección en todas las unidades.

Es inadmisible que estudiantes y trabajadores tengan que soportar estas condiciones para estudiar y trabajar. No se puede viajar esta forma, no se puede pasar el invierno con frazadas en las aulas, no se puede seguir trabajando sin estar vacunado. Una presencialidad segura se garantiza con recursos, no con discursos.

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