Se cumplieron 51 años desde la revuelta de Stonewall. En estas recomendaciones, dejamos un par de lecturas que reivindican con orgullo la posibilidad de desear, amar, sentir placer por fuera de la norma heterosexual. Hoy damos lugar a las voces lesbianas en la literatura argentina: En breve cárcel del Silvia Molloy
Este fin de semana, 28 de junio, se conmemoraron 51 años de la revuelta de Stonewall y el día internacional del Orgullo por las disidencias sexuales.
La conmemoración no estuvo exenta de polémica, y en Córdoba, sin ir más lejos, la víspera contó con un pifie de la Municipalidad, que en lugar de izar una bandera de la diversidad en el mástil del Parque Sarmiento, izó la bandera de Cusco y símbolo del cooperativismo. Repuesto el error, desde la intendencia, izaron la bandera correcta pero un grupo de personas antiderechos, encabezada por excombatientes de Malvinas, bajó la bandera y hubo tensión durante todo el día con organizaciones de las disidencias sexuales para lograr mantenerla izada todo el 28. Finalmente, el gobierno reculó cedió ante la presión de los sectores derechistas y bajo la bandera ayer.
Por eso, hoy quería hacer mi homenaje a esa revuelta y celebrar todas las formas del amor, el deseo y el placer que escapen de la norma heterosexual.
Esta columna versa entonces, sobre En breve cárcel , la primera novela de Silvia Molloy, publicada en 1981, que fue reeditada en 2011 bajo la Colección Serie del Reciénvenido dirigida por Ricardo Piglia para el Fondo de Cultura Económica. El año pasado, también fue incluido en la colección Biblioteca SOY del suplemento homónimo del diario Página 12. Es considerada junto con Monte de Venus de la escritora Reina Roffé, una de las dos primeras novelas "lesbianas" en la literatura argentina.
Está narrada en un tono muy íntimo, que parece casi el de una carta o un diario, pero no lo es. Hay una narradora que escribe para ser publicado y leído, que escribe una historia. Está toda narrada en presente y en tercera persona del singular, “ella”, y es la historia de amor, del dolor, entre dos mujeres, o quizás entre tres.
Ricardo Piglia dice en el prólogo que es tan íntimo y personal el relato que es casi una autobiografía; y esto es lo paradójico porque en la autobiografía es el "yo" quien habla, en primera persona.
Laura Arnés, señala que en la literatura argentina, recién en la década del 50, aparece una “voz lesbiana”. Una primera persona que habla en nombre propio, que construye relatos desestabilizando y poniendo en cuestión esa norma heterosexual que silencia. Y si aparece una voz, no va a tardar en aparecer un cuerpo lesbiano (como diría la escritora francesa Monique Wittig). Una cartografía de deseos, sensaciones, modos de percibir el cuerpo que no es el relatado por la mirada masculina. Y esta aparición de cuerpo y voz, voz y cuerpo, son incómodas para la normatividad heterosexual.
No es casual que este texto de Molloy, una de las novelas “fundacionales”, podríamos decir, de esa voz lesbiana que comienza a narrarse a sí misma, junto al de Reina Roffé, Monte de Venus publicado 5 años antes (1976) hayan sido silenciados durante años. Ninguna circuló en Argentina cuando fueron publicadas. La de Roffé directamente pasó a engrosar la lista de los libros prohibidos en 1976. Recién en 2013 fue reeditada por la editorial Astier. Y la de Molloy, a pesar de haber sido publicada casi a la salida de la Dictadura, se publica y circula en España pero recién en 1998 se publica en nuestro país. Ninguna de estas dos novelas circuló mucho en nuestro país hasta décadas después.
¿Por qué? Porque según el mandato, las mujeres sólo podemos ser madres. Si ya es escandaloso que las mujeres deseemos no serlo, y por eso la resistencia al derecho al aborto, ni qué decir del amor y el placer por el placer mismo entre mujeres que deberían ser otra cosa.
La semana pasada, a propósito de los cuentos de Sergio Olguín, decíamos que en la literatura, las mujeres fueron históricamente construidas como personajes, narradores, etc, desde la mirada masculina y conforme a los estereotipos. La novela de Silvia Molloy, inaugura un modo de decir propio, pero además, de decir y nombrar, de contar un modo del amor de mujeres tampoco es el amor ni el deseo heterosexual, ni el descripto y construido desde la mirada masculina.
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En breve cárcel es el relato sobre una espera, la espera de un encuentro que no va a ocurrir, o que no va a ocurrir del modo en que se espera y desea que ocurra. Es la historia de un amor y un deseo que fue y que sigue siendo, en el mismo presente de la escritura, aunque transformado. El amor y el deseo están vivos, y lo conocemos con la intensidad del presente a medida que leemos.
“Mientras espera escribe; acaso fuera más exacto decir que escribe porque espera: lo que anota prepara, apaña más bien un encuentro, una cita que acaso no se dé. Empieza a hacerse tarde” dice la narradora.
La narradora, en esa espera y en la escritura misma, se va encontrando consigo. En ese nombrar, empieza a existir, puesto que no existe lo que no es nombrado. De alguna manera, En breve cárcel es la historia y el relato de ese reconocimiento.
Pero además, ese cuarto, donde esa mujer (sola y con sus recuerdos, a la espera de alguien que no llegará) escribe su propia historia. Ese cuarto no puede dejar de remitirnos al cuarto propio de Virginia Woolf, aquel que es necesario para el acto de la escritura y por lo tanto, para el ejercicio del arte y la literatura. Como hoy podríamos pensar, es la novela parturienta de una literatura con voz propia que busca hacerse un lugar.
Es el ingreso, una vez más, de una voz, la voz lesbiana, a la literatura. Más allá de lo silenciado por el canon, como dice Laura Arnés en su libro Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina.(Madreselva. 2016) , escribe en un escape hacia el futuro. Escribe para que hoy las rescatemos del injusto olvido, y construyamos también ese recorrido histórico.
Bonus track
Como hay mucho para recuperar y es escaso el tiempo, quería también dejar otra recomendación. Esta vez un cuento bastante conocido de Fogwill, "La larga risa de todos estos años" escrito a fines de los 70 (publicado en 1983).
Pero además, pensaba que así como este texto de Molloy está entre los fundacionales de una “voz lesbiana”, hay otra novela, la de Gabriela Cabezón Cámara, que de alguna manera, ha podido ver el derrotero del SXX y XXI, la marea verde, esta nueva ola del movimiento de mujeres, y no sólo alza esa voz lesbiana para nombrar lo que le es propio, sino que además, tiene el desparpajo y la irreverencia de cuestionar el mito fundacional de la propia literatura argentina que es Martín Fierro .
Me estoy refiriendo a Las aventuras de la China Iron . Reescritura de la historia de Martín Fierro en clave antipatriarcal, desplegando con todo esa intuición de que el amor entre Martín Fierro y el soldado Cruz no es sólo un amor de hermanos, sino que va más allá y a la vez plantea un espacio y un tiempo utópicos. Y la verdad es que si hay un mundo nuevo por delante, yo quiero que sea bastante parecido a ése que prefiguran las andanzas de la China Iron.
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