Pobreza, marginación, hambre, violencia policial, malos servicios médicos, bajos salarios, despidos, violencia, falta de servicios básicos en los hogares, falta de empleo. Para los pobres es un estado normal. Con la crisis sanitaria se agrava: el estado de catástrofe es la regla en la que han vivido los proletarios.
Viernes 3 de julio de 2020
Walter Benjamin escribió algunas ideas que resultan sugerentes para pensar los tiempos actuales. En particular la tesis 8 que a la letra dice:
“La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que vivimos es la regla. Debemos llegar a un concepto de historia que le corresponda. Entonces tendremos ante nosotros la misión de propiciar el auténtico estado de excepción; y con ello mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo; cuya suerte consiste, no en última instancia, en que sus opositores se le oponen en nombre del progreso como norma histórica. El asombro por que las cosas que estamos viviendo “todavía” sean posibles en el siglo XX no es filosófico: no es el comienzo de ningún conocimiento; a no ser del de que la idea de historia de que procede es insostenible.”
Benjamin quería decir que para los oprimidos por el sistema, para los trabajadores, las mujeres, los indígenas, los parias, es normal la “crisis”. Excepción en el pensamiento del autor alemán quiere decir catástrofe.
Pobreza, marginación, hambre, violencia policial, malos servicios médicos, bajos salarios, despidos, violencia, falta de servicios básicos en los hogares, falta de empleo. Para los pobres es un estado normal. Con la crisis sanitaria se agrava: el estado de catástrofe es la regla en la que han vivido los proletarios.
Pero, el problema es que los oprimidos se acostumbran a la catástrofe o la admiten sin resistencia. La cantidad de especies en peligro de extinción es alarmante. El control de los grandes corporativos sobe los individuos por medio de la tecnología es inimaginable: hoy pueden saber en dónde estamos, dónde estamos y a dónde vamos y hasta que queremos con los algoritmos a disposición de las grandes empresas y gobierno.
La migración había llegado a una situación límite. Las ciudades cada vez más son inhabitables por la falta de agua, por el precio de las casas y pisos, porque no cabemos. La crisis económica está por llegar como nunca la habíamos visto. Dice el Fondo Monetario Internacional que la crisis que viene será peor que la de 1929.
Las enfermedades psicológicas han adquirido un nuevo pico: 6 de cada 10 tienen efectos en este sentido, estrés y burnout. Los mares, los ríos, el aire convertidos en mercancía llegan a un límite: hay quienes dicen que no pasa de 200 años para que desaparezca el mundo tal y como lo conocemos.
La gran crisis que vivimos es la síntesis de todas las convulsiones posibles. Es imposible enumerar las relaciones de dominio que generan esta catástrofe. Pero todos, sin saberlo, estamos conscientes de los temas que son la esencia del desastre. Crisis de energía: el fin de los combustibles fósiles.
Propiciar el auténtico estado de excepción
Benjamin sostenía que había un estado de excepción reaccionario y uno revolucionario. El primero es el de la crisis económica y su catástrofe. El segundo, el estado de excepción revolucionario es el de la violencia generalizada de los oprimidos contra la legalidad, contra todo tipo de autoridad.
Cuando los de abajo no respetan a la policía, el ejército, a los patrones, a la iglesia, al estado, al derecho burgués, a las instituciones patriarcales como la familia, la escuela, la prisión y se declaran en rebeldía o insumisión estamos ante el verdadero estado de excepción. Es decir, para Benjamin hay un falso estado de excepción y uno verdadero.
Osea que se trata de difundir entre los oprimidos la magnitud de la crisis que vivimos, difundir la gravedad del estado al que nos han obligado a vivir para desencadenar el genuino estado de excepción: el estado de rebelión.
En términos del marxismo estratégico Vladimir Lenin llamó al momento de insubordinación la crisis revolucionaria “el momento en el que los de abajo ya no quieren ser gobernados igual y los de arriba no pueden seguir gobernando como antes”.
Cuando pensamos en lo que Benjamin caracterizó como “verdadero estado de excepción” recordamos el texto del “Gran Sueño”: “no hay ciudadano que no se sienta libre de decir en cada momento su conducta y su porvenir. Surge entonces, de lo más profundo de Rusia, un inmenso grito de esperanza, en esa voz se mezcla la voz de todos los desesperados, los humillados, los desdichados. En Moscú, los obreros obligan a sus dueños a aprender las bases del nuevo derecho obrero.”
Para Benjamin el verdadero estado de excepción es para lo que al marxismo clásico la situación revolucionaria.
El problema de la concepción benjaminianda de revolución es que es “espontaneísta” pues la situación revolucionaria en medio del caos y la catástrofe es un acontecimiento redentor que interrumpe el desastre pero que irrumpe de forma casi milagrosa.
A diferencia del marxismo militante que no espera que irrumpa el acontecimiento que interrumpa el mundo si que se organizar de forma revolucionaria (con un partido y un programa) para, conscientemente, participar de la transformación de una crisis en una revolución triunfante.
De formación judía y alemana Walter Benjamin escribió sus famosas Tesis sobre el concepto de historia como una reflexión antes del suicidio en medio de la crisis de la Segunda Guerra Mundial.
Como hemos escrito en diversas ocasiones, Benjamin no era un marxista “estratégico” sino que sus reflexiones tenían más que ver con la cultura, el arte, la historia y la literatura. Pero, lo leemos para enriquecer algunas reflexiones para el tiempo presente.