Los días 17,18, 19 y 20 de junio se reunió en Buenos Aires el XIX Congreso del PTS. Más de 300 delegados, delegadas y miembros de la dirección nacional del partido, en representación de miles de militantes de todo el país, analizaron los principales desafíos de la izquierda revolucionaria. En este dossier de Ideas de Izquierda presentamos una serie de notas a nuestros lectores reflejando los principales debates.
Durante su segunda jornada, el XIX Congreso del PTS discutió la situación nacional. En este informe, los principales debates y conclusiones.
El sábado 18, el XIX Congreso del PTS discutió acerca de la situación política nacional. Este punto había sido preparado durante los meses previos en base a dos extensos documentos que fueron debatidos por todos los equipos del partido. En ellos se abordaban los cambios políticos y económicos, los proyectos burgueses en danza frente a la crisis estructural del país, las consecuencias del acuerdo con el FMI, la situación de la lucha de clases y la presencia de la izquierda en el escenario político nacional.
La jornada se desarrolló con un informe de apertura, seguido de decenas de intervenciones que enriquecieron el debate. Al finalizar, también se discutió y se votó un manifiesto programático en base a un proyecto presentado por Guillo Pistonesi.
La intervención inicial del día estuvo a cargo de quien firma esta nota, que comenzó señalando que el análisis de la situación política en Argentina, más que nunca, debía ir unido a la caracterización de la situación internacional que el Congreso había debatido en su sesión del día anterior. El camino hacia el 2023 que hoy discute toda la burguesía, apostando a sostener al debilitado gobierno de Alberto Fernández como un presidente de transición (con apoyo también de la burocracia sindical y de los movimientos sociales oficialistas para este plan), no puede discutirse por fuera de un mundo convulsionado, de la incertidumbre económica que atraviesa al país en lo inmediato en el marco también de una fuerte crisis social, y de la crisis del régimen político. En las clases dominantes se ve más acuerdo en los fines que tienen para el país que en la estrategia para conquistarlos, dando como resultado divisiones en sus principales coaliciones políticas y expresándose este elemento en que de momento no han conquistado hegemonía para avanzar con los mayores planes de ataques que exigen el FMI y los grandes empresarios de la AEA. Desde este marco hay que pensar los posibles giros de la situación, las perspectivas de la lucha de clases y los desafíos de los revolucionarios para el próximo período.
Con esto como marco central, la propuesta fue dividir esquemáticamente el análisis en dos tiempos: aquel que refiere a un plano estratégico, respecto de un debate que está abierto hacia los próximos años, y el rumbo de la transición hacia 2023, que tiene sus especificidades.
Los principales conceptos propuestos para el debate fueron los siguientes:
• ¿Por qué pensar el debate en dos “tiempos”? Porque en la discusión nacional se expresa una contradicción, entre un debate que está abierto en la agenda pública respecto de si Argentina puede cambiar su situación estratégica aprovechando lo que llaman “oportunidades de guerra” (para las clases dominantes), y por otro lado los tiempos de la transición hacia el próximo gobierno, atravesados por los efectos más inmediatos de la realidad internacional y las agudas contradicciones del escenario político local.
• En las últimas semanas se ha acelerado la discusión respecto de si para Argentina podrían abrirse nuevas oportunidades (de negocios para unos pocos) en un mundo que, atravesado por la guerra en Ucrania, demanda energía y alimentos a altos precios. Según quienes sostienen esta visión, Argentina podría aprovechar los cambios en la situación mundial para dar un salto exportador en los próximos años, sumando a la renta agropecuaria un cambio en la balanza energética principalmente (con esperanzas en Vaca Muerta), pero también en minería y en energías como el hidrógeno verde, entre otras. Quienes plantean esta perspectiva de forma optimista, sostienen que implica la posibilidad de que Argentina cambie el horizonte de crisis que tiene por delante (incluidas nuevas crisis de deuda por los pagos que se patearon hacia adelante) y genere las divisas suficientes como para poder pagar la deuda y a la vez superar el problema estructural que llaman “restricción externa” (escasez de dólares para el desarrollo).
• Esta visión, sin embargo, presenta varios inconvenientes. Entre ellos, que aun habiendo quizás “oportunidades de negocios” para algunos, en un país como Argentina, que es un país dependiente con rasgos semicoloniales, con gran peso de la deuda pública pero también del capital extranjero en los resortes estratégicos de la economía, este camino no es una vía para salir del atraso y la dependencia, algo que está cuestionado incluso desde algunas visiones reformistas que resaltan los problemas de la reprimarización de la economía que, bajo el dominio del capital, termina en más saqueo del país y destrucción del medioambiente, dejando detrás una situación de atraso y empobrecimiento de amplias franjas de la población. Los dólares que entran por una ventanilla se van por otras, como el pago de la deuda y la fuga de capitales. Es por eso que el Congreso incluyó, como punto destacado de su manifiesto, una alternativa programática al “consenso extractivista” que comparten todas las alas de las clases dominantes, oponiéndole un proyecto socialista de salida a la crisis, para poner los avances técnicos y científicos al servicio de las necesidades humanas y en armonía con la naturaleza.
• Los problemas de este tema, sin embargo, no se agotan ahí: en la discusión sobre el gasoducto Néstor Kirchner se expresa también la contradicción de un país que al día de hoy no cuenta siquiera con la infraestructura necesaria para ese salto exportador, que además requeriría de otras inversiones millonarias (y varios años) para construir plantas de licuefacción de gas para exportar a escala global vía marítima.
• Es por eso que los tiempos de la transición hacia 2023 corren de forma relativamente paralela a la discusión de mediano y largo plazo y están cruzados por una combinación de crisis e incertidumbre económica y una agenda electoral atravesada por fuertes elementos de crisis del régimen, sin que se puedan descartar nuevos saltos de la crisis y avances de la lucha de clases. La división abierta en el Frente de Todos (aunque no se rompa la coalición), a la cual nos referiremos más abajo, es también un factor de inestabilidad permanente para el Gobierno.
• En lo inmediato, se observan elementos aparentemente contradictorios. Por un lado, un gobierno debilitado por el impacto de la crisis social (en especial la inflación y los altos índices de pobreza); por los costos políticos y el desprestigio que implican las divisiones del Frente de Todos; y porque viene de una derrota electoral en 2021, que fue expresión del desencanto de sectores significativos de su base electoral. Ahora bien, por otro lado, hay unanimidad en todos los factores de poder de intentar sostener la llamada “gobernabilidad” para hacer una transición electoral. Toda la burguesía, los partidos del régimen, las distintas alas de la burocracia sindical y las burocracias de los movimientos sociales oficialistas, así como el imperialismo, están de acuerdo en sostener a Alberto Fernández.
• Eso no excluye, de todos modos, que puede haber posibles saltos de la crisis entre el momento actual y el 10 de diciembre de 2023. Por un lado, debido a la situación internacional convulsionada y sus efectos sobre Argentina. Hasta el momento, esto venía implicando que por un lado mejoraran los ingresos de dólares al país por los altos precios de los productos agropecuarios, pero por otro lado que aumenten los gastos por la importación de energía, y sobre todo, que impacten fuertemente en las masas los efectos inflacionarios que se trasladan a la economía local, que se suman al hecho de que ya de por sí el plan del FMI es inflacionario. Ahora hay que seguir los últimos cambios: el mundo se encamina a una posible recesión y la FED acaba de hacer su mayor suba de tasas de interés en casi 30 años, lo cual enfría la economía de la principal potencia mundial y es una presión devaluatoria para países como Argentina, que además podría afectar al riesgo país, los flujos de capitales y el precio de las commodities.
• También hay otros factores de incertidumbre económica: el BCRA está en una crisis de reservas, con la contradicción de que Argentina está en un cierto “boom” exportador con precios récord de la soja y de otras commodities, pero no se logran acumular reservas significativamente porque se van dólares en importación de energía (por eso tanta importancia a la discusión de Vaca Muerta), por maniobras de sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones para especular con la brecha cambiaria, por turismo y compras en el exterior, etc. Pero también hay otros aspectos de incertidumbre financiera. El riesgo país está en niveles muy altos a pesar de las renegociaciones de la deuda con el FMI y los privados; en los últimos días se intensificó la incertidumbre sobre la deuda en pesos que se usa para financiar el déficit fiscal (a fin de mes hay un mega vencimiento de 600.000 millones de pesos que se lo mira con un test importante); y en los últimos días hubo aumento de los dólares paralelos como el blue o el llamado contado con liqui.
• En ese marco, ya es un hecho que el acuerdo con el FMI no se cumplirá en los próximos trimestres, en cuanto a sus metas de acumulación de reservas y objetivos fiscales. Entre sus exigencias, el organismo internacional pide una mayor devaluación para licuar el déficit fiscal y “cuidar” la acumulación de divisas, en pos de un plan organizado alrededor de pagar la deuda ilegal. En las próximas semanas y meses, el plan será “recalibrado”: el presidente Alberto Fernández y su ministro Martín Guzmán buscarán explotar en la nueva negociación las necesidades de Estados Unidos de tener un interlocutor en la región, en el marco de la relativa debilidad de la principal potencia mundial en la zona que dejó en evidencia la Cumbre de las Américas. Sin embargo, algo es seguro: de ninguna negociación saldrá una solución para las grandes mayorías, que solo puede venir de una ruptura con el FMI y un desconocimiento soberano de la deuda, con medidas de emergencia como la nacionalización de la banca y el monopolio estatal del comercio exterior, entre otras medidas que solo pueden ser implementadas por un gobierno de los trabajadores como parte de un plan para reorganizar la sociedad en función de los intereses de las mayorías.
• De conjunto, la situación argentina no se puede pensar por fuera del crítico marco internacional; de que ya hay signos de que la economía podría desacelerarse; y de que se profundizan las presiones devaluatorias que podrían reactuar sobre la inflación, que ya es la más alta en los últimos 30 años. Esto hace que si bien todos los factores de poder están apostando a sostener la transición electoral, hay muchos elementos de precariedad (a lo cual se suma la crisis del régimen político a la que nos referiremos más abajo), que hacen que no podamos descartar nuevos giros bruscos de la situación y un aumento del malestar social y de la lucha de clases.
• Sobre la lucha de clases, y si bien las burocracias sindical y de los movimientos sociales oficialistas vienen jugando un rol de contención y hay pasividad en sectores de masas (este aspecto y las desigualdades entre los distintos sectores de la clase obrera fueron extensamente analizados en los documentos previos al Congreso), también cabe destacar que se desarrollan procesos de lucha y que hay que seguir la evolución de los mismos sobre todo si la inflación pega un nuevo salto. Por un lado, el movimiento piquetero opositor mantiene una presencia permanente en las calles por sus reclamos, organizando a una franja importante de los sectores más golpeados por la situación económica y social, y hoy está siendo atacado no solo por la derecha política y mediática, sino también por la propia Cristina Kirchner, como se vio el mismo lunes pasado después del Congreso del PTS, y que obliga a seguir y evaluar una dinámica de posible mayor enfrentamiento frente a los ataques del Gobierno. Desde el PTS y el MAC rechazamos estos ataques y damos nuestro apoyo a la pelea por las demandas más urgentes, a la vez que planteamos como una salida de fondo la pelea por trabajo genuino, peleando por una reducción de la jornada laboral a 6 horas, 5 días a la semana, para trabajar todos y todas con un salario como mínimo igual a la canasta familiar. También planteamos la perspectiva de un movimiento único de desocupados con libertad de tendencias. Por otro lado, y sumándose a procesos importantes que se habían visto el año pasado, comienzan a despuntar luchas importantes en sectores de la gran industria, como la del SUTNA en el AMBA o la de los obreros de Bagley en Córdoba contra el ataque al convenio, luchas docentes por la paritaria en distintas provincias o el proceso de los peones rurales en el NOA, por señalar algunos ejemplos. También los estudiantes secundarios vienen entrando en escena con reclamos por el gas y el frío en las escuelas, por viandas, pasantías o contra la prohibición del lenguaje inclusivo en CABA. Como veremos más abajo, las decenas de intervenciones en la jornada de debate permitieron enriquecer esta caracterización y dar cuenta de la profundidad y desarrollo desigual de los procesos de lucha de clases en todo el país. También se dio cuenta en el informe de los realineamientos que tienen lugar en la burocracia sindical (con la UOM como máxima expresión), así como las hipótesis sobre el posible desarrollo de procesos de “nuevas direcciones” (sectores que no responden a la burocracia sindical tradicional pero que tampoco son clasistas) o sindicalismo de base, como se insinuó el año pasado con los procesos de “autoconvocados” en todo el país. Estar atentos al desarrollo de estos fenómenos es importante para participar audazmente de ellos a la vez que peleamos por su coordinación y por construir fracciones clasistas, a la vez que denunciamos la tregua de la burocracia sindical, exigiendo paro general a sus conducciones.
En este marco, hay otros dos grandes temas más de la agenda política: la campaña electoral y el problema del próximo gobierno.
• Respecto del proceso electoral, hoy es lo que prima en gran parte de la agenda superestructural y está muy abierto, empezando por el hecho de que las internas y crisis de Juntos por el Cambio y del peronismo hacen que todavía no esté claro qué candidatos se van a terminar imponiendo. Por un lado, el peronismo está en una situación difícil, gestionando desde el poder una crisis y viniendo de una derrota electoral en 2021 producto de haber aplicado planes de ajuste e incumplido sus promesas electorales de 2019. Las críticas permanentes del kirchnerismo a Alberto Fernández y Martín Guzmán buscan ocultar la responsabilidad de la corriente de la vicepresidenta, que dejó correr todos los planes de ajuste y ahora busca preservarse del descontento por la vía de diferenciarse de forma retórica, sin tener un plan alternativo, más allá de tales o cuales propuestas de medidas parciales que no cambian lo esencial (más aún: el mismo día que el PTS finalizaba su Congreso, lanzó un ataque sobre el movimiento piquetero). A la vez, esa propia interna del Frente de Todos es un factor de inestabilidad permanente y debilita el prestigio de la propia figura presidencial. Hacia 2023, aún si se preserva la unidad, el peronismo de conjunto tiene un problema para encontrar candidatos competitivos. Por eso vemos una danza de nombres, desde el propio Alberto Fernández (aunque lo hace para intentar que no se licúe más su poder), hasta Daniel Scioli, Jorge Capitanich, Wado de Pedro o Sergio Massa, entre otros. ¿Esto quiere decir que el peronismo ya perdió? No necesariamente, porque en la oposición de derecha también tienen problemas y porque intentarán reeditar de forma senil el malmenorismo de 2019.
• Para la izquierda, estratégicamente, el problema central en este punto es hasta qué nivel llega la experiencia que se haga con el peronismo en el poder. Qué franjas sacan conclusiones por izquierda, de independencia de clase. La histórica votación del Frente de Izquierda Unidad en 2021, con más de 1,2 millones de votos en todo el país, expresó un avance en ese sentido y, junto con el desencanto, el malestar social y los procesos mencionados de lucha de clases, constituyen los puntos de apoyo para esta pelea fundamental que se desarrollará con mayor o menor velocidad según la política que tengamos los revolucionarios y los ritmos de la crisis y los procesos de lucha de clases y radicalización. Lo que ya es una conquista es el gran peso del PTS y del FITU en la escena política nacional, donde nuestro espacio es una voz ineludible ante cada debate y cuenta con figuras y referentes muy conocidos, que son también puntos de apoyo para la lucha de clases y para avanzar en la construcción de partido mediante las asambleas abiertas del PTS, lo cual fue temario de la jornada siguiente. El movimiento piquetero opositor (más allá de las críticas que desde el PTS tenemos ante sus métodos de organización y estrategias), es la otra pata de la presencia de la izquierda en la escena nacional.
• Juntos por el Cambio tiene el problema de que salieron como ganadores del proceso electoral de 2021 pero están atravesados por múltiples internas. ¿Se puede romper la coalición? Hoy no es el escenario más probable, pero no se puede descartar por completo que la dinámica de la situación termine empujando hacia ahí. Macri es ambiguo respecto de si va por el “segundo tiempo”, Bullrich se precandidatea dentro del ala de los “halcones” y Larreta viene trabajando desde hace años para ser presidente. Por su parte, la UCR busca subirse el precio dentro de la coalición después del fracaso del gobierno encabezado por el PRO.
• Juntos por el Cambio no se puede discutir sin debatir el fenómeno más novedoso que es el desarrollo de Javier Milei, que está actuando como un factor de la situación nacional aprovechado para derechizar la agenda política, y que sobre todo presiona sobre Juntos por el Cambio, ya que, si bien Milei agarra un poco de todos los espacios, le saca principalmente a JxC. Milei es un emergente que se basa con demagogia populista de derecha sobre la crisis del régimen, sobre el fracaso de los sucesivos gobiernos. Sin embargo, en la foto de la coyuntura se discute si Milei llegó a un techo (alrededor del 15 %) e incluso si empezó a bajar, tanto por errores propios (como las declaraciones sobre la venta de órganos), como porque sectores mediáticos que le venían dando manija le empezaron a pegar. El acto que hizo en Gerli también fue un fracaso e incluso empiezan a trascender internas del espacio. ¿Cómo va a seguir? Venía siendo un fenómeno en ascenso y ahora hay síntomas de un cambio de dinámica. Si la crisis del país y de las otras coaliciones se profundiza puede tener más oportunidad, si se estabiliza, aún precariamente, puede ser menos y quedar más lejos del peronismo y de Juntos por el Cambio.
Ahora bien, volviendo al principio, más allá de los escenarios electorales, ¿cuál es la fortaleza del régimen político y cuáles son sus problemas? Un compañero había planteado en una minuta del pre Congreso si en nuestro análisis no estaba subestimada la fortaleza del régimen. Desde el informe se planteó que en Argentina hasta ahora hay una cierta estabilidad precaria pero no hay hegemonía o, dicho de otro modo, que hay bastante consenso entre las distintas alas de la burguesía sobre el plan extractivista, sobre profundizar la precarización laboral, sobre achicar el déficit fiscal, sobre seguir bajo el régimen del FMI y sus recetas de ajuste, pero tienen crisis y diferencias sobre cómo avanzar con esos planes. La burguesía tiene más claros sus fines que su estrategia. Entonces: aun llegando bien a la transición electoral de 2023, lo cual no está dicho, queda un problema hacia el próximo gobierno y eso explica en parte las divisiones que se ven entre los que proponen un plan de shock de entrada y algunas alas del peronismo que dicen que hay que avanzar con más acuerdos con la burocracia, con Cristina como una ala también que plantea un capitalismo con más regulación del Estado. Se reedita hacia el próximo gobierno, pero en un contexto más crítico, un debate que ya se dio durante el Gobierno de Macri: con el “gradualismo” no pueden avanzar con las reformas que quieren el FMI y los grandes empresarios de la AEA, pero con medidas de “shock” pueden chocarse con una fuerte resistencia de la lucha de clases, como pasó en diciembre de 2017 contra la reforma previsional. Sobre este trasfondo, y en un marco de crisis internacional, están inscriptas en el horizonte nuevas crisis del régimen burgués que darán nuevas oportunidades para la lucha de clases y para los revolucionarios si nos preparamos adecuadamente, lo cual fue punto central de la sesión del día domingo.
Luego del informe, se puso a consideración de todos los delegados y delegadas el proyecto de manifiesto presentado por Guillo Pistonesi en los días previos al Congreso, donde están sintetizados nuestros ejes programáticos en respuesta a la situación política, así como la exigencia a las direcciones de los sindicatos, de la CGT y la CTA a que rompan su subordinación al gobierno del Frente de Todos y convoquen a un paro general por las reivindicaciones más sentidas de la clase trabajadora ocupada y desocupada, que sea el inicio de un plan de lucha preparatorio de una huelga general para derrotar el plan de hambre y entrega que impone el FMI y las grandes patronales.
El debate con decenas de intervenciones
Después del informe, la jornada siguió con decenas de intervenciones de delegados y delegadas de todo el país que aportaron sobre cuestiones programáticas (la síntesis de este debate se expresa en el manifiesto que votó el Congreso), así como sobre la caracterización de la situación nacional y de la lucha de clases específicamente.
En particular, compañeros y compañeras de todo el país aportaron ejemplos y reflexiones para dar cuenta de que la lucha de clases, en el momento actual y como sintetizó Raúl Godoy en la reflexión final de la jornada, se desarrolla de forma desigual en el país, tanto geográficamente como respecto de distintos sectores sociales, combinándose pasividad en algunas franjas con procesos interesantes en diversas regiones.
El compañero Oscar Coria de Córdoba, por ejemplo, expresó que, en su visión, tienden a desarrollarse los conflictos cuando se encuentran los canales de organización para que eso suceda. Además del importante ejemplo de Bagley, otros compañeros de la misma provincia como Sergio Folchieri o Javier Musso hicieron referencia al importante proceso de municipales que tuvo lugar o al desarrollo del movimiento de desocupados en la provincia. Compañeros y compañeras de Rosario como Julia Tessio y Hernán “Bocha” Puddu hicieron referencia por su parte a procesos que se vienen dando en su región de tomas de terrenos, así como luchas de portuarios, autoconvocados de salud o choferes de colectivos, en algunos casos con interesantes elementos de autoorganización. Delegados y delegadas del NOA, de Jujuy y Tucumán, dieron cuenta de forma vibrante del profundo proceso de lucha y organización de los peones rurales y de la experiencia de UATRE-Ledesma. Desde distintos lugares del país, se hizo referencia también a peleas por las paritarias de docentes o trabajadores estatales. Estas interesantes intervenciones, entre muchas otras, permitieron dar cuenta de una visión federal y desigual según sectores sociales, de los procesos de lucha de clases que hay en el país, junto a los del AMBA como la lucha del SUTNA y el ya mencionado de los movimientos sociales opositores de extensión nacional.
Respecto de esto, Fredy Lizarrague, entre otros aportes, había reflexionado también sobre la importancia de la gimnasia de luchas, autoorganización y coordinación que haga la clase obrera como preparación ante los mayores ataques que vendrán, y sobre la importancia de la intervención de los revolucionarios en estos procesos para llegar a futuros ascensos con engranajes para intervenir de forma decisiva en la situación cuando los ataques de las clases dominantes busquen avanzar y cambiar de forma más ofensiva la relación de fuerzas entre las clases. En otro plano, se refirió también a un debate que surgió en el Congreso planteado por el compañero Hernán Cortiñas, quien partió de considerar que es indiscutible que el PTS pegó un gran salto en su presencia política en la realidad nacional, pero que podíamos cometer el error de que eso nos lleve a una orientación voluntarista en el terreno de la construcción, dada la baja intensidad que hubo hasta ahora en la lucha de clases. Lizarrague se refirió al respecto al gran salto que implica para el PTS su gran presencia en la política nacional, contando con los principales referentes del FITU y 3 de los 4 diputados nacionales del espacio, y a cómo ahora el gran desafío que tenemos es poner esas conquistas al servicio de potenciar la organización de 6.000 o 7.000 personas más en las asambleas abiertas del PTS de acá a fin de año.
Por su parte, Christian Castillo se centró en advertir que, dadas las tendencias contradictorias de la situación, teníamos que estar abiertos a escenarios alternativos, sea que termine primando alguna estabilización aunque sea precaria para llegar a 2023, o sea que las clases dominantes pierdan el control, dado que el equilibrio actual es muy frágil, sobre todo si se les dispara la inflación. Ligado a esto, ver que la lucha de clases también puede ser que dé un salto, así como el descontento y la bronca, o que se den hipótesis de procesos de sindicalismo de base en los cuales tengamos que intervenir audazmente. A la vez, y dado que el escenario está abierto, señaló también la importancia de no quedarnos solamente esperando las luchas, sino ver también que hay un fenómeno de procesamiento de la experiencia con el peronismo en el poder sobre el cual tenemos que intervenir para la construcción de partido.
A estos escenarios, Pablo Anino incorporó la hipótesis de que haya un “aterrizaje suave” sin pérdida del control, resaltando que el gobierno viene orientándose a una política de aumento de las tasas de interés y de controlar las importaciones, que pueden imponer elementos de desaceleración económica, y resaltó que las clases dominantes están unidas por el extractivismo, pero que además del debate sobre shock o gradualismo están divididas sobre los grados de intervención estatal en la economía o liberación de los mercados.
Respecto de la situación nacional, Fernando Rosso también hizo un interesante aporte para pensar la crisis del peronismo. Entre otros elementos, resaltó que uno de los “secretos” de la resiliencia del peronismo fue siempre su capacidad adaptativa para acomodarse a los signos de los tiempos. Desde el fin de la dictadura a esta parte, supo ser “renovador” en los ‘80 en una de sus alas, luego el menemismo se subió a la ola neoliberal en los ‘90 y el kirchnerismo, luego de 2001, estuvo en sintonía con la ola de gobiernos “progresistas” en varios países de la región. Sin embargo, parte de su crisis actual, que se relaciona con la falta de hegemonía, es que hoy no están claros los signos de los tiempos, y eso explica en parte la desubicación del peronismo en general y también del kirchnerismo en particular. Son elementos a tener en cuenta para pensar la relación de fuerzas en el terreno político y actuar sobre esta “ventana de oportunidad” que es la crisis del peronismo.
Por último, la jornada fue cerrada recogiendo todos los aportes de los distintos delegados y delegadas al proyecto de manifiesto, cuya versión final fue publicada en La Izquierda Diario para ser puesta a disposición de las distintas asambleas abiertas que nuestro partido está realizando y realizará a lo largo y lo ancho del país y para poder llegar a las organizaciones del pueblo trabajador y de la juventud con un programa que solo podrá imponerse con la organización desde abajo y la lucha en la perspectiva de un gobierno de la clase trabajadora, que sea el inicio de la construcción de una sociedad socialista desde abajo, diametralmente opuesta a lo que nos propone el irracional y decadente capitalismo.
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