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Years and Years: ¿el futuro ya llegó?

Celeste Murillo

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Years and Years: ¿el futuro ya llegó?

Celeste Murillo

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La elección de Boris Johnson como primer ministro británico parece un spoiler de la serie de la BBC que ensaya un recorrido distópico y demasiado cercano a la realidad. No hay finales felices en las sociedades capitalistas, ¿existe otro futuro?

William Hanna y Joseph Barbera imaginaron un año 2062 con autos voladores y casas flotantes. Curiosamente, la familia de Los Supersónicos era casi igual a la de 1962 (cuando se estrenó): mamá ama de casa, papá trabaja en una empresa de cohetes, hijo e hija van a la escuela, Robotina es la empleada doméstica. La imaginación llegaba hasta la robotización del trabajo doméstico pero el robot, naturalmente, era una mujer (un homenaje al combo capitalismo-patriarcado).

El futuro llegó y no se parece a los suburbios norteamericanos tecnificados de Los Supersónicos. Los autos no vuelan, las casas no flotan y las mujeres siguen realizando el trabajo doméstico de forma no remunerada. El tecno optimismo, como lo define Natalia Zuazo (Los dueños de internet), ya no tiene el mismo espacio hoy cuando unas pocas empresas disputan el control de la innovaciones tecnológicas e invaden todo: desde las relaciones laborales con las plataformas de la precarización hasta las aplicaciones de citas on line. Pero si hay algo que distingue ese futuro del nuestro es que hoy es sinónimo de incertidumbre.

Mucho más cerca de 2062, los relatos distópicos son la forma de contar el futuro que más aparece en la pantalla. Como la primera temporada de The Handmaid’s Tale (su rumbo esencialista merecería otro artículo), Years and Years se mete con el camino que llevaría a un futuro colapsado, aunque sin alejarse tanto de “lo real” como la serie inspirada en la novela de Margaret Atwood. El creador Russell Davies no tuvo que inventar una república totalitaria donde las mujeres son incubadoras humanas: se limitó a extremar o pensar un desarrollo bastante lineal de algunas tendencias actuales.

El futuro delante de tus ojos

Durante 6 episodios, vivimos la vida de tres generaciones de una familia de Manchester durante 15 años, desde 2019 hasta 2034. En ese lapso de tiempo, vemos cómo los Lyons se debaten entre los dispositivos tecnológicos en el hogar (como los de Amazon y Google, denunciados por intromisión a la privacidad de sus usuarios), la implantación de teléfonos y cámaras en el cuerpo y una realidad gobernada por las tensiones entre el segundo mandato de Donald Trump, el Brexit y una China imperialista.

Este drama familiar no tiene casi nada que envidiar a Black Mirror y sus ficciones de un futuro capitalista plagado de pesadillas más realistas que los finales felices de las comedias románticas. Si hay un punto donde conecta el espíritu de estas dos producciones quizás sea “The Waldo Moment”, episodio la segunda temporada de Black Mirror en el que asoma un futuro donde la política se reduce a campañas mediáticas y se lee entre líneas una crítica a la política contemporánea de los partidos capitalistas en Europa y Estados Unidos.

La otra historia imprescindible de Years and Years es el ascenso de Vivienne Rook (interpretada por Emma Thompson). Mezcla de Marine Le Pen (Front National de Francia), Nigel Farage (político pro Brexit del Reino Unido) y el histriónico Donald Trump, Rook es la outsider que desafía la corrección política y cautiva a quienes se sienten defraudados con los partidos neoliberales. Su retórica apela al “hombre común”, sus preocupaciones desoídas por la casta política, la nostalgia del pasado (desde el temor a la tecnología hasta la vuelta a los valores familiares) y la explotación de miedos sociales alrededor de prejuicios como la xenofobia, la homofobia, el racismo, en resumen, el miedo a los otros.

La primera imagen que vemos de Rook es un programa de televisión donde deja en silencio la mesa al decir: “Me importa un carajo Israel, me importa un carajo Ucrania. Lo único que me importa es que me recojan la basura”. Su incorrección en el lenguaje y en la política hace explotar los celulares y se corre de boca en boca la aparición de una política que dice lo que la “gente común” quiere escuchar. Es la única que desde esa pantalla le habla a la mayoría que ve cómo sus condiciones de vida de deterioran, mientras los políticos atienden asuntos que para la población no son importantes. Rook es el arquetipo del populismo de derecha, que recoge la decepción de años de gobiernos que aplican ajustes neoliberales (de signos políticos tan diferentes como conservadores y de pasado socialdemócrata) y de partidos que representan alternativas más o menos similares del establishment, uno de los componentes del cóctel que llevó a Donald Trump al poder.

En este contexto, las migraciones se convirtieron en uno de los principales blancos de los miedos, enarbolados por las derechas (incluso con argumentos del feminismo liberal y los valores occidentales). La xenofobia se presenta como explicación a los problemas de la decadencia en las sociedades capitalistas: desde la violencia hasta la pauperización. Las y los migrantes son señalados como los violadores y asesinos (Donald Trump), responsables de ataques sexuales (Marine Le Pen) y, sobre todo, del desempleo, la crisis de los servicios sociales o los vestigios de los Estados de bienestar europeos. Las derechas son las que más supieron explotar las consecuencias de la propia política imperialista en África, Medio Oriente y América latina (en el caso de EE. UU.) y llevar la respuesta estatal a la cima de la barbarie como son los campos de concentración de migrantes en la frontera de Estados Unidos y México.

La migración y la xenofobia están en la columna vertebral de Years and Years. Es protagonista de denuncias de corrupción estatal y empresaria, violación de los derechos más elementales y los usos más terribles de la tecnología al servicio de la tortura y la privación de la libertad de personas, cuyo único “delito” es no gozar de la libertad de empresas y corporaciones para hacer circular su capital por el mundo. Las políticas xenófobas no son exclusivas de la ultraderecha en esta Europa distópica: hay gobiernos “progresistas” como el español que también endurece sus fronteras y persigue migrantes.

Los barrios de containers donde viven los refugiados en la serie no se alejan de los campamentos donde viven millones de personas recién llegadas a Europa. Los centros de migrantes, donde están las personas detenidas por vivir en la ilegalidad a la que son empujadas por los mismos gobiernos, no serán extraños para quien haya visto al menos una imagen en redes sociales de “La jungla” de Calais en Francia o Melilla en el Estado Español.

Decilo con un emoji

En el relato de Years and Years, los integrantes de la familia Lyons representan diferentes conflictos contemporáneos. Las relaciones humanas mediadas o empapadas por la tecnología son una constante. Uno de los focos es la comunicación, y algo interesante es que la relación con la tecnología no está demonizada. Los dispositivos del estilo Alexa son en la serie una forma de conectar a la familia y son presentados como algo que favorece las relaciones entre las personas. Pero no todo es alegría; Bethany, una adolescente, prefiere no hablar con sus padres en el desayuno y se oculta detrás de un filtro como los que se usan en Instagram y solicita por mail una reunión para hablar formalmente con ellos. Es posible implantar los dispositivos necesarios para hacer llamadas utilizando solamente las manos, sacar fotos con los ojos y manejar contenidos virtuales con el cerebro. Las redes sociales, como en la vida real, son materia de polémica.

En este futuro cercano y distópico, hay personas, como Bethany, que se identifican como transhumanos, un movimiento que busca “descargar” todos los contenidos del cerebro y subirlos a la nube. “No me siento cómoda con mi cuerpo, por eso quiero deshacerme de él”, “no quiero ser carne”, les dice a sus padres. Aunque suene a cuento de ciencia ficción, hay personas en la vida real que reflexionan sobre la idea de una sociedad poshumana, es decir, superar “limitaciones” como la muerte o perfeccionar capacidades con la tecnología. De hecho, existe un movimiento de ideas transhumanistas de este lado de la pantalla. Hay otras ideas y discusiones que son extremadas o ridiculizadas. El terraplanismo aparece en las noticias y Ralph, esposo de uno de los Lyons, está completamente convencido de que los descubrimientos científicos se equivocan. Ralph también cree que existe una conspiración detrás de la existencia de los gérmenes, que no serían reales (lo más llamativo no es la idea del guionista, sino que esté en alza en la vida real en sectores de la sociedad estadounidense, de la misma forma que el movimiento antivacunas).

Apocalipsis now

El desastre ambiental no necesita exageraciones. Pero ubica las crisis climáticas en Europa para dar la idea de que la catástrofe está cerca del Reino Unido. Pero las fuerzas más destructivas en Years and Years se encuentran en la propia sociedad capitalista. El escenario condensa demasiadas tensiones geopolíticas, militares y comerciales. Ucrania es invadida por Rusia con la excusa de mantener la estabilidad, mueren líderes clave, hay grandes recambios políticos y se potencia la crisis migratoria. China pone en pie Hong Sha Dao, una isla-base militar, algo parecido a lo que hacen los super barcos chinos como el Tian Kun Hao que puede excavar grandes secciones del fondo marino y moverlas hasta 15 kilómetros para crear nuevas islas. De hecho en 2017, Estados Unidos lanzó una provocación contra China cuando uno de sus destructores entró en la franja de 12 millas náuticas que rodea una isla artificial en el Mar de China Meridional.

Como parte de las tensiones políticas, muchas empresas empiezan a desaparecer y millones de personas pierden su empleo, los bancos colapsan y obstaculizan el acceso al dinero (para las economías inestables como la argentina, esto es no-ficción). Otros millones pierden su hogar y se profundiza la precarización del trabajo: uno de los Lyons, otrora ejecutivo de finanzas, se transforma en repartidor de una empresa similar a Rappi, que le paga literalmente centavos, y usa su cuerpo para experimentos farmacéuticos por algunas libras.

Una de las reflexiones sugerentes es que el camino al colapso no está plagado de meteoritos o invasiones alienígenas. El avance de gobiernos de derecha y regímenes autoritarios no llega después de un fenómeno extremo, avanza sobre la eliminación de conquistas, el ataque a derechos conquistados y el intento de modificar relaciones de fuerza. Luego de una década marcada por la crisis y los planes de austeridad, las derechas interpelan con una retórica populista a quienes ven con decepción con la casta política. También avanzan en el caldo de cultivo de la precarización de la vida en el capitalismo, en el que se reproducen viejos prejuicios y miedos contemporáneos.

En unos de los episodios, la abuela Muriel lanza una arenga en la mesa familiar. Las palabras del personaje tuvieron amplia repercusión en los medios británicos después de su emisión, lo que muestra algo de la fibra sensible que tocó. Se pregunta por la pasividad y la resignación con la que la mayoría de las personas, como ellos, asisten a injusticias sociales cotidianas, de las que se nutre el sistema capitalista para funcionar. Desde las maquilas en el sudeste asiático donde reina la esclavitud hasta los salarios bajísimos de trabajadoras y trabajadores de supermercados y otros servicios, se erosionan las expectativas y, como consecuencia, se debilitan las luchas de quienes resisten y luchan por otras perspectivas.

El mensaje sobre un futuro desesperanzador en el capitalismo no se traduce necesariamente en escepticismo. Pone al público frente a un futuro cercano y posible y, a decir verdad, no muy alejado del presente. Pero ningún desenlace es inevitable, especialmente si, como indica la abuela en el almuerzo de domingo, hacemos algo. Y no es necesario esperar al colapso, estar en el abismo de la inhumanidad, para priorizar a las personas y sus necesidades sobre las ganancias y los intereses de la minoría social que detenta el poder.

La ausencia más llamativa es la acción colectiva. Ante las injusticias y el hartazgo, el guion solo encuentra héroes y heroínas con la convicción de frenar la barbarie. Desde el desafío a la autoridad policial que cerca los barrios pobres, pasando por la denuncia de la complicidad estatal y empresarial, hasta un ataque comando para desnudar las condiciones a la que son condenados los migrantes. La historia está repleta de ejemplos de que nunca hay héroes suficientes para enfrentar las injusticias y, en cambio, sobran las jornadas donde la acción colectiva de hombres y mujeres puso un freno la barbarie de su tiempo, conquistó con luchas aquello que hoy conocemos como derechos (muchos amenazados) y algunas veces hasta soñó otro mundo.

La ciudad de Manchester que vemos en Years and Years no se parece en nada a la que vio la Revolución industrial. Es muy parecida a la Manchester real: moderna, vibrante y cosmopolita, pero a la vez adormecida en una sociedad marcada por la precariedad. Quizás sea hora de levantarse del sueño, como escribió el poeta Percy B. Shelley hace 200 años a quienes resistieron la masacre después de la revuelta contra el hambre en esa misma ciudad: “Levántense como leones después del sueño, en un número imposible de vencer, libérense de las cadenas que han caído sobre ustedes durante el sueño. Ustedes son muchos y ellos son pocos”.


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Celeste Murillo

@rompe_teclas
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.