Hoy se cumplen 15 años de la ocupación de Zanon, una lluvia de imágenes y recuerdos se me vienen a la cabeza, con tan solo 11 años me tocó vivir una de la mayores experiencias de la clase obrera de los últimos años.
Domingo 2 de octubre de 2016
Vivimos los duros 90, en un barrio humilde de Neuquén, el Barrio San Lorenzo, con mi viejo casi todo el día fuera de casa por los altos ritmos de producción en la fábrica y mi vieja, Graciela Frañol hoy reconocida docente luchadora de Neuquén y dirigente del PTS, que en aquel entonces se encontraba terminando el terciario de formación docente y teniendo laburos precarios.
Llegado el 2001 el país atravesaba una dura crisis económica y política, que como ya es sabido siempre la pagamos los de abajo. Miles de familias quedaban en las calles. Millones de trabajadores y trabajadoras desocupadas.
Desde la inocencia (y no tanto) que se puede tener a esa edad, con 11 años, sentía en el ambiente que algo no estaba bien, que la plata no alcanzaba y que mi viejo después de muchas peleas en la fábrica, se había quedado sin laburo, como cientos de familias.
Nos tocó vivir duros y gratos momentos que quedaran grabados para el resto de nuestras vidas.
El proceso de lucha y organización de los obreros y obreras ceramistas que resistían los despidos mientras el gobierno, la policía y la anterior conducción del sindicato respondían con amenazas a nuestras familias, hicieron que nos tengamos que mudar provisoriamente a casa de compañeros y familiares, para luego a decisión de los obreros tener guardias ceramistas en casa. Tampoco faltaron las patotas y la represión policial.
Con mi hermana siempre recordamos cuando en una de las represiones más brutales a los trabajadores y sus familias, la policía tenía la orden de llevarse a todos los que tuvieran camisas de grafa, los reprimieron y persiguieron por todo el centro de Neuquén, e intentaron llevarse a un obrero que apenas podía correr. Junto con sus hijas hicimos un cordón para que no se lo llevaran mientras la policía nos apuntaba con sus armas reglamentarias, con apenas 11 y 14 años logramos impedirlo.
Así transcurrían esos agitados años, en donde por momento el clima de tensión era enorme y la exposición de mi viejo, Raul Godoy, hacía que muchas veces temiera por que no volviera a casa.
Recuerdo cómo sacaba a escondidas los volantes de la mochila de mi viejo y los repartía en la escuela a mis compañeros y a mi maestra. Recuerdo amanecer con bolsas de comida afuera de casa, que la gente nos dejaba y llevarlas orgullosa a la fábrica, donde después se repartían entre los trabajadores. Recuerdo salir con mi hermana y la comisión de mujeres de Zanon, de la que mi vieja Graciela Frañol fue fundadora, recorriendo los barrios neuquinos. Yendo casa por casa explicando que centenares de familias se habían quedado sin trabajo, que salíamos a pedir alimentos y fondo de huelga para que sus compañeros, nuestros padres, puedan seguir bancando la lucha, una lucha que todos estábamos dispuestos a no abandonar, porque no íbamos a permitir engrosar los índices de desocupación.
Y aunque algunos fueron momentos difíciles, teníamos momentos de grata satisfacción. Toda la solidaridad desplegada nos fortalecía: los docentes que habían decidido mandar notas en los cuadernos de comunicación para difundir el conflicto y juntar alimentos, los médicos y enfermeros que se manifestaban públicamente diciendo que si reprimían y algún policía resultaba herido no iban a ser atendidos en los hospitales públicos, los artistas e intelectuales que se acercaban conmovidos, los presos que donaron sus raciones de comida para sostener el acampe, la Confederación Mapuche, los estudiantes…y en lo personal también fue muy importante el acompañamiento de camaradas del PTS, que con distintos gestos aliviaban las tensiones de aquellos días. Desde acompañar en la militancia, hasta cuidarnos y contenernos humanamente en momentos difíciles y de tensión.
Recuerdo también con una sonrisa cómo cada vez que íbamos a la fábrica era toda una aventura, nos divertíamos con las hijas de otros ceramistas, las recorridas adentro de la fábrica en la que nunca faltaban las historias de fantasmas que aparecían en diferentes sectores o la vez que se nos ocurrió pintarnos unas pecheras para ir a las marchas en defensa de nuestros padres y por nuestro futuro. También una navidad y años nuevo en el acampe frente a los portones de la fábrica junto al resto de las familias.
Anécdotas tenemos muchas, pero las lecciones fueron fundamentales: la lucha de Zanon y la puesta a producir bajo control obrero fue una respuesta, fue una salida a la gran crisis del 2001, fue demostrar y dejar en evidencia que una fábrica puede producir sin patrones. Como decía un ceramista: "si podemos manejar una fábrica porque no el país". Eso es Zanon, una trinchera que no vamos abandonar y que la vamos a seguir peleando, como también lo vienen haciendo los obreros de MadyGraf, una gráfica bajo control obrero en el corazón de la zona norte de Buenos Aires, por la expropiación.
Después de 15 años, desde mi experiencia y ahora más consciente como militante revolucionaria, estoy más que orgullosa de haber pertenecido a esta gran gesta obrera, y de haber aportado con lo que podía.
Mi viejo muchas veces nos decía "algún día la fabrica la vamos a manejar los trabajadores" y así fue.
Zanon bajo control obrero no se hizo solo, fue gracias a la heroica lucha que llevaron adelante todos los ceramistas, al gran apoyo por parte de la comunidad neuquina y por la estrategia de un partido revolucionario, el PTS, encarnado en ese momento por Raul Godoy, que luego de estar muchos años estructurado en esa fábrica de manera clandestina y pacientemente, supo actuar correctamente en el momento preciso
Toda esta experiencia que si bien viví de muy pequeña fue la que marcó y me formó en la actualidad como una militante revolucionaria. Y que con el tiempo, mientras fui creciendo, pude terminar de entender la frase que decía Raúl: "si vamos a dejar el cuero en esta que sea por todo", por la vida que nos merecemos, por un mundo sin explotadores ni oprimidos.