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Cine y literatura. Zazie en el metro: la imaginación desbordada de Queneau, en versión criolla

Una nueva traducción de la novela de Raymond Queneau llega a nosotros gracias a Ediciones Godot. Entrevistamos a Ariel Dilon, que tradujo el argot francés al argot rioplatense sin dejar de recorrer las calles, la noche y una huelga del metro en París. Zazie como antecedente de nuestra “revolución de las hijas” y una novela (y película) donde todo puede pasar.

Cecilia Rodríguez

Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r

Viernes 18 de diciembre de 2020 16:09

A Raymond Queneau nada de lo humano le es ajeno: él lo contempla todo con una mezcla justa de amor y de ironía

Zazie en el metro es la novela de 1959 que hizo conocido a Raymond Queneau al gran público francés. Adaptada al teatro ese mismo año por Olivier Hussenot y llevada al cine un año después por Louis Malle, la historia sigue a Zazie, niña-adulta, niña-niño, durante un fin de semana atípico en París: la ciudad está enrarecida y atiborrada de vehículos y turistas debido a una huelga del metro.

Zazie, comparada muchas veces con la Lolita de Nabokov, es combativa, insubordinada y habla de un modo que escandaliza la moral de los adultos. Verdadera adelantada de la “revolución de las hijas”, a partir de ella se tratan temas como la pedofilia sin caer en el drama ni en la burla.

Todos los personajes huyen del arquetipo. El tío Gabriel se debate entre la enormidad viril y el arte del baile nocturno en tutú. La tía Marceline no se decide entre la astucia y el (auto) encierro marital. El antagonista de Zazie llevará el recurso al extremo, obteniendo diferentes identidades a lo largo de la historia: será sátiro, feriante, policía y finalmente “príncipe de este mundo y de varios territorios conexos” que se complace en recorrer sus dominios “bajo aspectos diversos, tomando las apariencias de la incertidumbre y del error”.

Raymond Queneau escribe Zazie en el metro en una lengua propia, donde se da todas las libertades. Se trata de un universo y de una lengua ligeramente desplazados de lo real

La nueva traducción realizada por Ariel Dilon y publicada por Ediciones Godot se destaca de las anteriores por huirle al español neutro y prestar especial atención al lenguaje coloquial que Raymond Queneau colocó en el centro de la novela. Dilon buscó equivalentes en el argot rioplatense, sin restringirse, con todo, al hablar de la Capital Federal, logrando con ello una frescura y vivacidad que el lector del sur latinoamericano no encontrará en otras traducciones. Charlamos con él acerca de su labor.

¿Cómo surgió esta idea de traducir el argot francés al argot rioplatense?

Raymond Queneau escribe Zazie en el metro en una lengua propia, donde se da todas las libertades ("En Zazie, hizo lo que me dio la gana", dijo el autor). Entonces, no es que Zazie... esté escrita exactamente en argot parisino, ni que sus personajes sean representantes cabales de la sociedad de un barrio parisino en los años 50, sino que se trata de un universo y de una lengua ligeramente desplazados de lo real y corriente, donde la gente puede llegar a decir cualquier cosa, utilizando el argot, por supuesto, pero también trastornando la lengua por ignorancia, pereza o inventiva, creando un tipo de neologismos llamados palabras-valija que también utilizaba Joyce, a dominar momentánea e inexplicablemente otras lenguas, como le ocurre al personaje de Gabriel con el inglés o a Gridoux con el latín, mezclando caprichosamente la alta retórica con la lengua popular, dirigiéndose de pronto al autor, o intercambiando parlamentos y hasta personalidades con otros personajes, incluso con el loro Laverdure.

Fue muy desafiante mantener el tono, reponer cada juego de palabras, procurar comprender la lógica a veces oscura de muchos chistes verbales o alusiones

Para dar cuenta de todo esto, yo tenía que inventar mi propia lengua tanto como Queneau inventó la suya, y para eso necesitaba el repertorio más amplio y flexible de recursos: para empezar, los que me brinda mi propia variedad lingüística. El español rioplatense tiene muchos recursos análogos a los del argot francés, por ejemplo, el uso del vesre. Nuestra parla, con tantas aportaciones diversas, incluyendo muchos italianismos, tiene una afinidad mayor con la lengua popular de Francia que otras variantes, americanas o españolas. Eso incluye las aportaciones del francés, que a veces parece que nuestra manera de hablar calcase de un modo muy cercano. Además, la rioplatense es la variedad en la que yo crecí y por lo tanto aquella donde puedo moverme con mayor soltura. Todo esto coincidió con un hecho de mercado: los derechos del libro estaban libres precisamente para Latinoamérica, y no para España. Sabiéndolo, busqué para este proyecto un editor argentino, y desde el comienzo me sentí especialmente autorizado a traducir el libro a la Argentina, desde Buenos Aires, desde el barrio por así decir, pero sin olvidarme nunca de que todo sucede en una especie de París inventado y delirante.

¿Sentías que en las traducciones al español disponibles hasta el momento se perdía mucho de la novela?

Sé que no es simpático que un traductor diga esto sobre el trabajo de sus colegas, menos aun cuando él se ha ocupado del mismo proyecto literario. Es como decir: "tu versión es mala, la buena es la mía". Pero para qué vamos a andar con vueltas. En las dos traducciones previas al español que conozco –ambas por traductores peninsulares–, la singularidad verbal de la novela queda completamente aplanada, disuelta, tan normalizada que la escritura pierde todos sus rasgos de estilo e incluso todo su interés. Tal vez sean versiones correctas, pero yo no veo allí a Queneau, y mucho menos a Zazie.

Es un libro único: a pesar de que es difícil, ha tenido siempre, desde su publicación original, una popularidad extraordinaria.

¿Qué dificultades encontraste en el trabajo?

Las dificultades van a la par de los placeres: me divertí muchísimo. Desde luego, fue muy desafiante mantener el tono, reponer cada juego de palabras, procurar comprender la lógica a veces oscura de muchos chistes verbales o alusiones, estar con la singularidad de cada personaje, sostener la coloquialidad a rajatabla (porque la novela está plagada de diálogos), no caer en la tentación de ayudar al lector más de lo que el propio Queneau ayudó al lector francés de 1959. Es un libro único: a pesar de que es difícil, ha tenido siempre, desde su publicación original, una popularidad extraordinaria.

¿Qué pensás de la adaptación fílmica de Louis Malle?

No voy a hacer un comentario muy sesudo, no voy a hablar como un crítico de cine: adoro esa película desde hace mucho tiempo. Es un clásico para mí, siempre vigente. Verla me hace feliz, con la misma clase de felicidad que me producen las películas de Jacques Tati. Me gusta la Zazie de Malle casi tanto como el libro, sabiendo que son dos cosas diferentes. Una vez, en 2017, la vi en París, en una función especial que la Cinémathèque Française organizó para niños de escuela. Era una matinée, la función de primera hora de la tarde. Me reí como loco, era un chico más. No puedo evitar ver a la Zazie del libro con los rasgos de la actriz de la película, y esa contaminación no me molesta para nada.

Además, me gusta el cine de Malle: Ascensor para el cadalso, Los amantes, Adiós, muchachos son películas en las que veo una especie de autenticidad, al igual que en Zazie. Me gusta lo que Malle piensa sobre el libro, a partir de un reportaje donde habla de su propia adaptación en vísperas del estreno en París, y donde además cuenta que le gustó mucho a Chaplin, que la vio en Suiza, en un festival, a pesar de que Chaplin no entendía el francés.

Sinceramente creo que la de Malle es una adaptación muy buena, en el sentido cabal de la palabra adaptación. A su modo, eso significa que el cineasta supo "traducir" el espíritu del libro a un lenguaje diferente, el del cine. La película no es el libro, pero recupera su esencia, así como yo espero haber recuperado la esencia del original, a través y a pesar del pasaje de lengua.

Queneau ama el mundo precisamente por lo que tiene de cómico, por la comicidad que hay en la misma tragedia

¿Qué cosas descubriste sobre Raymond Queneau al embarcarte en esta traducción?

Una especie de bondad, que también podríamos llamar hospitalidad para con todas las personalidades, incluso o especialmente la del villano del libro, porque hay un villano: nada de lo humano le es ajeno, a Raymond Queneau, solo que él lo contempla todo con una mezcla justa de amor y de ironía. Queneau ama el mundo precisamente por lo que tiene de cómico, por la comicidad que hay en la misma tragedia, un poco como Chejov, pero de una manera menos apegada al naturalismo, un poco más intelectual, más vanguardista. Es un filósofo, ya no con el martillo, como Nietzsche, sino con la precisión poética que le permite construir mundos a partir de los escombros del nuestro, más el filo de una sabia risa que le permite no tomárselos en serio.

¿Cómo fue el trabajo con la gente de Ediciones Godot?

Se entusiasmaron con el proyecto y lo hicieron suyo. Me tuvieron confianza. En el proceso de revisión, frente a las muchas rarezas del libro, se fueron dejando permear y persuadir de que teníamos que ser muy radicales en la fidelidad al original, defendiendo su legibilidad pero sin "corregirlo", en el sentido de forzarlo a atenerse a la norma, y confiando además en la inteligencia del lector. Si uno se deja seducir por la apuesta de Zazie, uno disfruta de cada una de sus rupturas, y olvida las recomendaciones de la academia del sentido común.


Cecilia Rodríguez

Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)

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