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Red Internacional
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Tribuna Abierta. "Zorras, madres y monjas": El lenguaje machista en el fútbol

Los dichos de los hinchas de los clubes más populares hoy son cuestionadas por la mayoría de las mujeres. ¿Qué implicancia tiene el discurso sexista en la sociedad?

Miércoles 24 de mayo de 2017

Por M. Pía Araneda Toro, militante de Pan y Rosas Teresa Flores.

Cuando hay un partido de futbol, los discursos machistas, homofóbicos y racistas no se hacen esperar, siendo nosotras un blanco común para la denostación constante, se nos agrede “por sí o por no”, es decir tanto en la victoria como en la derrota, debemos soportar un mar de descalificaciones asociadas a ser mujer.

La llamada “pasión de multitudes” aparece ante nosotrxs, todo el despliegue de conductas y símbolos del mundo patriarcal en el que vivimos, cual espejo de nuestra sociedad, nuestra idiosincrasia y cultura se expresan en cuanto las relaciones de poder y sexualidad se concentra en la cancha y posteriormente en las calles. Es así como los hinchas de los clubes más populares, ensalzan a un personaje o equipo, a través de símbolos que siempre son identificados en lo masculino. Ej: El Bulla, El León, El Cacique, El eterno campeón etc. Mientras que a la hora de ridiculizar a un adversario se hace recurrente el uso de apodos femeninos, “insultos” que, por supuesto deben hacer alusión a la identidad propia de cada club, a fin de que la multitud identifique de que equipo se habla.

Entonces tenemos “Las madres” para los hinchas de la Universidad de Chile, en menosprecio hacia el rol de madre, “Las zorras” en el caso de Colo Colo, aludiendo a las prostitutas, “Las monjas” haciendo mención al aspecto religioso de Universidad Católica. Siempre convirtiendo al rival hacia el género femenino, así posicionare en la ubicación de inferioridad, al de “sexo débil”.

Y es así como en general en el deporte se utiliza constantemente el lenguaje sexista como “recurso motivacional” para desarrollar una mayor resistencia en los hombres, apelando a la vergüenza de ser comparados con una mujer, por ejemplo, es común que en entrenamientos sea cual sea la disciplina el entrenador diga; “¡ya niñas a correr!”, “¡usted parece mujercita tanto que se queja!”, “¡vamos, más rápido señoritas, más rápido!”.

¿Qué implicancia tiene el discurso sexista en la sociedad?

Desde la niñez aprendemos e interiorizamos en la sociedad, donde las estructuras sociales de opresión y explotación no solo afectan a nuestra visión de la realidad, sino que pasa a ser nuestra única visión. Dicha dinámica también condiciona las relaciones que se dan entre hombres y mujeres, en donde la mujer, en este sistema capitalista y patriarcal, siempre se situará a un nivel más bajo que su par masculino.

El discurso sexista trae grandes implicancias en el desarrollo del pensamiento y comportamiento, pues nace de una ideología que se crea, replica y perpetúa desde dos sistemas que oprimen y explotan: el patriarcado y capitalismo. En consecuencia, vemos a diario a hombres que se sienten con total derecho a acosarnos, violarnos, susurrarnos al oído, tocarnos al caminar por las calles, hasta ejercer su supuesta superioridad y matarnos. Conductas que constantemente se ven reforzadas por la utilización cotidiana de un despliegue de lenguaje misógino.

Es tal el sentimiento de supremacía masculina, y lo arraigada que está esta imagen de la mujer como signo de debilidad, que está completamente naturalizada la concepción de la mujer como objeto y propiedad, y no como sujeta de derechos, constructo social que está en la música, en la publicidad, en los colegios, en las universidades, en el trabajo, en la política, está en todas partes, pues nos habita día a día.

Es así como a diario son miles las mujeres que son víctimas de violencia machista, cientos de titulares nos informan de algún acto de violencia contra alguna mujer en algún lugar del mundo. Actos repudiables, como el ocurrido este domingo 21 de mayo, en donde una trabajadora del supermercado Unimarc, fue violada por el sub administrador en una bodega del lugar. Pues con el inmenso despliegue de lenguaje misógino junto con una cultura machista por delante, es completamente posible que los hombres se sientan con el legítimo derecho de “tomar” a una mujer por la fuerza en su lugar de trabajo.

Bajo esta misma lógica hoy por hoy funcionan los hinchas de los diferentes clubes al denostar constantemente a las mujeres toda vez que atacan al equipo rival, y acosarlas en las calles al celebrar cuando salen del estadio, y lo más grave, es que hoy lo asumimos como natural, sin siquiera cuestionarnos.

Nuestra responsabilidad en la sociedad

En la actualidad, ha tomado mayor fuerza el trabajo por denunciar hechos de violencia y desnaturalizar el discurso misógeno y machista, pues existe más información y un esfuerzo constante de mujeres y jóvenes desde los lugares de estudio dentro de las vocalías y secretarías de género en liceos y universidades, como también en las comisiones de género en los lugares de trabajo. Además, las agrupaciones y colectivos feministas han influido en poner en pie el debate y agitar nuestras demandas.

Millones de hombres y mujeres nos encontramos frente al desafío de establecer nuevas formas de relacionarnos, cuestionarnos el constante eco del discurso machista y pensar sobre la sociedad que queremos.

En consecuencia, como Pan y Rosas tenemos la férrea convicción en que debemos trabajar juntas, nuestra salida es derribar los pilares del patriarcado y capitalismo, organizándonos en la calle, en nuestro trabajo, en liceos y universidades, impulsando el debate con un trabajo constante en las secretarias y comisiones de mujeres y de diversidad sexual, espacios clave para trazar acciones de lucha, y también articuladas con los compañeros, hombres y mujeres, toda/os trabajando por derribar un sistema que nos violenta y explota día a día.