Publicamos aquí la intervención de Andrea Robles en la charla-debate “Perón y la guerra sucia contra el campo popular. 50 años del documento reservado del Consejo Superior Peronista” realizada en la Universidad Nacional de Luján, el jueves 12 de octubre (se puede escuchar el audio acá).
El documento reservado [1]
El 1º de octubre de 1973 fue repartido en una reunión convocada por el Consejo Superior Peronista, a la que asistió su plana mayor, Raúl Lastiri, el sucesor de Héctor Cámpora en la presidencia, yerno de José López Rega, este último mano derecha de Perón, quien ya era presidente electo, ambos también estuvieron presentes junto a gobernadores y vicegobernadores del peronismo. A raíz de una filtración, esta “orden reservada” fue publicada al día siguiente en los diarios La Opinión y Crónica. Dos hechos fueron emparentados con el documento: el asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, una semana antes, y la aparición de la Triple A, la organización paraestatal comandada por López Rega, al mes siguiente.
Pasado medio siglo de que se conociera el “documento reservado” quisiera detenerme en tres cuestiones que me parece muestran a las claras su naturaleza y objetivo, así como también la definición en torno a la situación planteada. Me parece útil evaluar entonces si se trata de una cuestión del pasado, qué vigencia tiene su discusión en la actualidad.
1) “Guerra contra el marxismo”
Lo primero que nos salta a la vista es la reiteración que hace el documento del objetivo: combatir al marxismo, en el que además se habla de estado de guerra y de guerra contra el marxismo.
Cuando Perón habla de marxismo es muy consciente de que su expresión en las filas del peronismo era resultado de la confluencia de procesos muy profundos que se venían desarrollando desde hacía tiempo. Las políticas de sustitución de importaciones provocaron la emergencia de una nueva clase obrera, extendida y concentrada en grandes fábricas industriales, en las principales ciudades de la Argentina. Hitos que marcaron a toda una generación, como la Resistencia peronista. Y la Revolución cubana que enalteció el imaginario socialista de sectores de masas, especialmente, de la juventud, con gran impacto en la vanguardia y sus partidos, no solo de la propia izquierda, sino también que terminaron de decantar en el peronismo alas a izquierda y a derecha.
Con una tradición combativa, la clase trabajadora profundizó sus métodos de lucha, enfrentando a las dictaduras militares, a las patronales y a la burocracia sindical, con tomas de fábrica, con rehenes, etc., poniendo en pie organismos antiburocráticos, como los cuerpos de delegados y las comisiones internas, que constituyeron, al decir de Lenin, “escuelas de guerra” contra los enemigos de clase.
Al calor del ascenso internacional con epicentro en el Mayo francés, se produce un nuevo salto. Un año después, en 1969, el Cordobazo dio jaque mate a la dictadura de Onganía, revitalizando las fuerzas de la clase trabajadora y estudiantil –cuya alianza quedaría sellada, junto con el desprestigio de la burocracia sindical– sembrando una disposición a la lucha difícil de doblegar. Capitalizado fundamentalmente por el peronismo de izquierda, se crea la Tendencia revolucionaria, en 1973, que aglutinó además de la juventud peronista, universitaria y secundaria, unas 200 organizaciones de base y agrupaciones sindicales combativas.
Por otro lado, durante los ‘60 el predominio del sector económico extranjero con la mayor intervención del imperialismo no le permitió a la burguesía resolver la crisis de hegemonía –que Juan Carlos Portantiero denominó "’empate hegemónico’ de fuerzas entre las fracciones burguesas”–, o sea consolidar un dominio capitalista estable que contuviera las contradicciones de clase.
Desde el punto de vista del marxismo –y podemos decir, desde el punto de vista de la burguesía y de Perón–, la confrontación entre una clase obrera fortalecida y una clase burguesa en crisis marcó, después del Cordobazo, el punto más alto de cuestionamiento al poder capitalista de la historia de nuestro país. O sea, que cuando Perón habla de guerra no está apelando a ninguna metáfora o discurso hiperbólico tampoco se está refiriendo a un plano ideológico. Su formación militar excluye cualquier ingenuidad respecto a lo que está definiendo: el proceso de cierre de las tendencias revolucionarias que anidan en el movimiento de masas, que está ordenando su gobierno, no va a ser pacífico. Es un reconocimiento a una lucha de clases que adoptó rasgos de una guerra civil de baja intensidad [2] que la asunción de Perón al gobierno no sofocó per se.
La vuelta de Perón era para la burguesía la única carta que podía jugar para desviar, contener y cambiar la relación de fuerza después del Cordobazo, por su carácter de partido burgués y por la adhesión política del movimiento obrero al que controlaba mediante la burocracia en las organizaciones de masas.
2) El asesinato de José Ignacio Rucci
Vayamos a la segunda cuestión que quiero resaltar, se trata del motivo que dispara el documento: el asesinato de Rucci.
Rucci asumió la secretaría general de la CGT, en 1970, con el apoyo de Perón. Al mando de los poderosos sindicatos nacionales fue el gran promotor de una “policía interna” en el peronismo para liquidar a activistas y dirigentes obreros. De regreso de su visita a Perón, en Madrid, en febrero de 1973, creó la Juventud Sindical Peronista (JSP). La JSP se unió a los objetivos de las agrupaciones más activas del peronismo de ultraderecha en el ámbito sindical, como el Comando de Organización y la Concentración Nacional Universitaria, que ya venían actuando contra el activismo, y que pocos meses después confluirán en el armado de la Triple A. Su secretario de prensa Osvaldo Agosto nos lo confirma de esta forma: “La Juventud Sindical Peronista fundada por Rucci, pero aprobada previamente por Perón, fue una organización que se pensó y se creó de arriba hacia abajo… su principal tarea era confrontar con la JTP en el terreno que fuera. Por eso los gremios aportaron a sus militantes más jóvenes. La razón de ser de la JSP era la acción” [3]. En sus filas estuvieron conocidos exponentes de la burocracia sindical como el “Momo” Venegas, Jorge Omar Viviani, José Rodríguez, Hugo Moyano y –el últimamente tan renombrado– Luis Barrionuevo.
A su vez, no hay que olvidar que Perón encomendó la organización de su arribo al país: a su asesor de Seguridad y, nombrado al asumir su gobierno, subsecretario de Deportes –dependiente del Ministerio de Bienestar Social, como se sabe, a cargo de López Rega–, al militar Jorge Osinde; a Rucci, junto a otros exponentes del sector ortodoxo del peronismo; y a Juan Manuel Abal Medina, el único con buenas relaciones con la Tendencia. Tampoco, que en sus declaraciones después de la Masacre de Ezeiza, Perón responsabilizó duramente al ala izquierda del peronismo por los enfrentamientos, provocando la salida de facto de Cámpora del gobierno. De hecho, se ha inferido que el asesinato de Rucci estuvo vinculado al protagonismo que tuvo en esos acontecimientos.
La asunción de Perón fue vivida como un triunfo propio para las masas. Perón logró consenso político, desviando coyunturalmente una perspectiva independiente de las masas, pero encumbrado en grandes expectativas en su gobierno. Con el Pacto Social –la política por excelencia del gobierno de congelamiento de precios y salarios–, no pudo evitar que la clase trabajadora buscara ganar terreno para recuperar las conquistas perdidas y a sus organizaciones de manos de la burocracia. Debido al compromiso de la izquierda peronista con Perón, el descontento con el gobierno, que se empezó a colar, fue capitalizado por la izquierda clasista. Valga el ejemplo del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST), del que mi padre fue dirigente, que constituyó una significativa minoría en el movimiento obrero.
El historiador Daniel James escribe:
la victoria electoral y las expectativas que había generado provocaron una oleada de rebeliones fabriles que por primera vez invadieron todo el cinturón industrial del Gran Buenos Aires. Si bien el prestigio de Perón impidió un rechazo explícito de los controles salariales estipulados en el Pacto, los trabajadores encontraron mil maneras de trasladar la victoria política en las urnas a ventajas propias en el lugar de trabajo. Las condiciones de éste y las de sanidad y seguridad, los salarios atrasados, la reclasificación de las tareas y la cuestión de designar nuevas y auténticas direcciones de planta se plantearon como problemas a medida que innumerables quejas acumuladas en el período anterior a 1973 empezaron a ventilarse. En consecuencia, a despecho de una política oficial de consenso y conciliación en el plano político, en términos sociales se presenció una intensificación del conflicto de clase [4].
Veinte días después de la asunción de Cámpora había 176 fábricas ocupadas y de junio a septiembre de 1973, el 43% de las huelgas se realizaban con tomas de fábrica [5]. Según Juan Carlos Torre, “esta incesante movilización obrera, que se prolongaba hasta los aparatos sindicales, cuestionando a las direcciones oficiales, dramatizaba más aún las dificultades que afrontaba la CGT dentro del Pacto Social” [6].
Podemos decir que los organismos de autorganización que implantan la unidad y la democracia entre la clase trabajadora, proyectando su peso nacional, son el “fenómeno maldito” del peronismo y –como intento demostrar en lo que sigue– del Estado.
3) Recursos del Estado
Por último, quiero destacar una oración que puede pasar desapercibida, pero tiene una importancia fundamental: “Deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor”.
¿Y de cuáles elementos dispone el Estado, además de los legales –para los cuales no era necesario un documento reservado–, “para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor”? Empecemos por la clásica definición del Estado. Para Marx, el Estado moderno es la expresión de los antagonismos irreductibles entre burguesía y proletariado. Y su función esencial es la reproducción del orden capitalista. A su vez, en el siglo pasado, en el período de entreguerras, tanto León Trotsky como Antonio Gramsci dieron cuenta de los cambios que operaron en las formas de poder estatal [7], que el revolucionario italiano definió alrededor del concepto Estado integral o Estado ampliado. Brevemente, el concepto de Estado ampliado de Gramsci define el carácter inmanentemente social que adquiere a través de prácticas estatales enraizadas en la sociedad civil y sus aparatos hegemónicos.
Para León Trotsky esta ampliación, que refuerza el poder burgués del Estado, se da en dos sentidos: 1) en la estatización de los sindicatos, 2) en la creación de fuerzas paraestatales como mecanismo complementario de la represión legal. En relación a los sindicatos, la clase obrera pierde la autonomía de sus organizaciones que pasan a ser controladas por el Estado –mediante el cobro compulsivo de las cuotas sindicales, de las obras sociales, etc.– a través de una burocracia, agente de la burguesía, con una doble función política y policial. Es decir, canaliza “a su manera” las reivindicaciones por medio de cierta puja distributiva, pero lo hace imponiendo la atomización y, en la actualidad como nunca antes, una férrea división entre los trabajadores, de planta, terciarizados, contratados, monotributistas, precarizados, no registrados, rotos, de las apps, etc.–, para imposibilitar que las luchas superen los marcos reivindicativos económicos, es decir, el estadio defensivo.
Es a Perón a quien la burguesía tiene que agradecer la gran operación, al estatizar los sindicatos mediante el decreto N° 23.852 de 1945 que habilita diversos mecanismos de ligazón entre el Estado y los sindicatos y de fortalecimiento de las direcciones sindicales, de impulsar en grados no vistos hasta entonces la burocratización de las organizaciones para contener y controlar a la vigorosa clase obrera argentina [8]. Parafraseando a Trotsky podemos decir que, si no fuera por la burocracia sindical –y, agrego, su función de minar la capacidad de fuego de la clase trabajadora como clase nacional–, la policía, el ejército, los tribunales, el senado, el gobierno, aparecerían ante los ojos de las masas proletarias como lamentables y ridículos juguetes. La burocracia sindical es la columna vertebral del peronismo y del Estado burgués argentino. Los hechos agudos de la lucha de clases de la primera mitad de la década de 1970 permiten verificar que no es el Estado un campo de batalla, jamás pierde naturaleza burguesa. Son las organizaciones de la clase trabajadora, las que la burocracia socava, las que se convierten en un centro de disputa para una estrategia emancipadora.
Visto desde aquí, las palabras de Perón después del asesinato de Rucci, “Esos balazos fueron para mí, me cortaron las patas” no eran para nada exageradas. A lo largo de la historia hemos visto que la burguesía puede, para garantizar su dominio, permitirse gobiernos de izquierda reformista, en función de la relación de fuerzas establecida y la situación económica para, cambios mediantes en esta ecuación, invocar a un partido de orden para el gobierno. Una muestra elocuente son los distintos gobiernos de Perón y los gobiernos peronistas, en general.
Esto se ve más claramente cuando vemos que poco después que Perón apele en el documento al uso de “todos los elementos de que dispone el Estado” hizo su aparición la Triple A, cuyo fin era impedir que la vanguardia confluyera con el movimiento de masas.
La política de Perón en su conjunto se asentaba, por un lado, en el éxito del Pacto social y una serie de leyes que apuntaron a fortalecer el control de la burocracia sindical y fagocitar el poder de las comisiones internas antiburocráticas –como la Ley de Asociaciones Profesionales y la reforma al código penal. Y, por el otro, sobre la base de las patotas al interior de los sindicatos, las organizaciones ultraderechistas, como las que mencionamos que seguían actuando, y la Triple A paraestatal, que asesinó entre 1500 y 2000 activistas, dirigentes y personalidades reconocidas de la izquierda peronista o no peronista. La falta de prestigio de Isabel Perón obligó a acentuar la política represiva por medio de la Triple A y, a partir de febrero del ‘75, ordenando la intervención del Ejército también.
Hoy no hay duda de que Perón fue el artífice de la Triple A, eligiendo a través de decretos suyos –a los que se pueden acceder con facilidad en el Boletín oficial– a cada uno de los que ocuparon la jefatura operativa de la banda paraestatal, la que fue centralizada desde el Ministerio de Bienestar Social con Lopecito –como lo llamaba cariñosamente Perón– y la Policía Federal, a cargo del comisario Alberto Villar. Villar, especializado en contrainsurgencia, por ejemplo, en 1971, fue con sus tropas el represor de la las huelgas y movilizaciones en Córdoba, conocidas como el Viborazo. Pasado a retiro durante el gobierno de Cámpora, regresa al servicio activo por pedido expreso de Perón, a inicios de 1974, que asume el cargo de subjefe y poco después la jefatura de la Policía Federal.
La importancia de la Memoria
En medio siglo, los pactos de impunidad en relación al accionar de la Triple A se han sucedido gobierno tras gobierno, con diferentes políticas pero con un mismo cometido común: perpetuar a la burocracia sindical, garantizar la impunidad de sus autores intelectuales y materiales, ocultar el papel de Perón como figura emblemática para sectores de masas. Y por sobre todo encasillar la lucha de los explotados y oprimidos en una supuesta oposición absoluta entre democracia y dictadura, ambas asentadas en el orden capitalista. Como muestran los ‘70 y muchos otros ejemplos históricos, cuando ese orden es amenazado, la primera se encarga de abrir paso a la segunda.
Uno de los objetivos centrales de la dictadura militar fue eliminar a toda una generación que había empezado a hacer una experiencia con el peronismo, cuyos anhelos no eran solo de reformas sino de cambios revolucionarios. Liquidar a estar generación y estos anhelos ha sido un gran triunfo burgués. Siguiendo a Enzo Traverso, la cultura neoliberal predominante, dibuja el siglo XX como un siglo de guerras, totalitarismos, genocidios y víctimas, excluyendo interesadamente lo que fue también el siglo de las revoluciones, de las luchas emancipadoras, de la descolonización en todos los continentes y de proyectos colectivos… Como dice en su libro Melancolía de izquierda, a través de la cultura dominante han confinado la imaginación social en los estrechos límites del presente [9].
El mejor homenaje que podemos hacer a la generación de los ’70 es extraer las enseñanzas del pasado, actualizar la lucha por el socialismo como la mejor perspectiva para enfrentar a la derecha negacionista y antiderechos. Y desconfiar de los que hablan de “memoria”, pero niegan cualquier proyección en el futuro, de quienes nos convocan a dejar nuestros anhelos de lado, conformarnos con el “mal menor” y la resignación, o sea, a la peor de las derrotas.
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Texto completo del “Documento Reservado”
Consejo Superior Peronista
1° de octubre de 1973
I. Situación
1. El asesinato de nuestro compañero José Ignacio Rucci y la forma alevosa de su realización marca el punto más alto de una escalada de agresiones al Movimiento Nacional Peronista, que han venido cumpliendo los grupos marxistas terroristas y subversivos en forma sistemática y que importa una verdadera guerra desencadenada contra nuestra organización y contra nuestros dirigentes. Esta guerra se ha manifestado de diversas maneras; por ejemplo:
a. Campaña de desprestigio de los dirigentes del Movimiento buscando ridiculizarlos mediante slogans, estribillos o insultos, atribuyéndoles defectos personales e imputándoles "traición" al general Perón o a la doctrina.
b. Infiltración de esos grupos marxistas en los cuadros del Movimiento con doble objetivo: desvirtuar los principios doctrinarios del justicialismo, presentando posiciones aparentemente
más radicalizadas y llevar a la acción tumultuosa y agresiva a nuestros adherentes (especialmente sectores juveniles) colocándose así nuestros enemigos al frente del movimiento de masas que por sí solo no pueden concitar, tal que resulten orientando según sus conveniencias.
c. Amenazas, atentados y agresiones destinadas a crear un clima de miedo o desconfianza en nuestros cuadros, y a intimidar a la población en general.
d. Asesinato de dirigentes peronistas.
2. El estado de guerra así planteado se dirige en el fondo contra el país, ya que si bien aparenta afectar a nuestro Movimiento, tiende a impedir la constitución y actuación del gobierno que presidirá el general Perón por decisión mayoritaria del pueblo argentino. El crimen cometido contra el compañero Rucci, particularmente por el modo y la oportunidad en que fue consumado, indica que se trata de destrozar al Movimiento Nacional Peronista y a sus dirigentes, creando al mismo tiempo una situación de caos social, que haga posible la frustración del gobierno del Pueblo.
3. Ese estado de guerra que se nos impone, no puede ser eludido, y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino también a atacar el enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión. En ello va la vida del Movimiento y sus posibilidades de futuro, además de que en ello va la vida de sus dirigentes.
II. Directivas
1. Movilización: El Movimiento Nacional Justicialista entra en estado de movilización de todos sus elementos humanos y materiales para afrontar esta guerra. Quien rehúya su colaboración para esta lucha, queda separado del Movimiento.
2. Reafirmación doctrinaria: Debe realizarse una intensa campaña para difundir y reafirmar los principios doctrinarios del Movimiento, esclareciendo sus diferencias fundamentalmente con el marxismo. En esta campaña no se admitirá intromisión alguna de elementos promarxistas, con pretexto de polémica u otro similar, y se les excluirá de toda reunión y del acceso a todos los medios de difusión del Movimiento.
3. Información: Se debe hacer saber a los dirigentes de todos los niveles y a la masa peronista la posición que toma el Movimiento en relación a los grupos marxistas, explicando las circunstancias determinantes y llevando a su convicción la necesidad de participar en forma activa en la lucha contra nuestros enemigos.
4. Definiciones: Los grupos o sectores que en cada lugar actúan invocando adhesión al peronismo y al general Perón, deberán definirse públicamente en esta situación de guerra contra los grupos marxistas y deberán participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha. Asimismo, deberán acatar estas directivas.
5. Unidad: Para esta lucha es fundamental consolidar la unidad del Movimiento. Para ello:
a. Las orientaciones y directivas que emanen del general Perón en el orden partidario o en función de gobierno, serán acatadas, difundidas y sostenidas sin vacilaciones ni discusiones de ninguna clase, y ello como auténtica expresión de la verticalidad que aceptamos los peronistas.
b. Nadie podrá plantear cuestiones personales, o disensiones de grupos o sectores, que afecten o entorpezcan la lucha contra el marxismo.
c. En cada rama del Movimiento se actuará con estricta disciplina, para cumplir los programas o planes de acción que se elaboren por las direcciones superiores correspondientes.
d. No se admitirá comentario, estribillo, publicación o cualquier otro medio de difusión que afecte a cualquiera de nuestros dirigentes. Quien lo utilice o quien los reproduzca o tolere, será considerado enemigo del Movimiento y quedará expulsado del mismo. La defensa de todos comienza en la defensa de cada uno.
e. No se admitirá que ningún grupo utilice expresiones destinadas a menoscabar a otros grupos peronistas, o a exaltar el propio grupo en desmedro de los demás.
f. Las cuestiones que se susciten en el orden partidario se plantearán por vía reservada a la autoridad superior del Movimiento que corresponda en cada rama. Ninguna cuestión interna se considerará más importante que la lucha emprendida ahora.
g. Las objeciones a actos de gobierno producidas por los peronistas que ejercen funciones públicas se harán también por vía reservada, al funcionario peronista de mayor jerarquía que corresponda, con comunicación a la autoridad superior del Movimiento en cada rama.
h. Debe excluirse de los locales partidarios a todos aquellos que se manifiesten de cualquier modo vinculados al marxismo, a sus posiciones políticas o a sus actos.
i. En las manifestaciones o actos públicos los peronistas impedirán por todos los medios que las fracciones vinculadas al marxismo tomen participación.
j. Se prestará apoyo solidario a todo compañero o grupo que pueda ser afectado a raíz de actos de lucha cumplidos en razón de esta campaña que se inicia.
6. Inteligencia: En todos los distritos se organizará un sistema de inteligencia, al servicio de esta lucha, el que estará vinculado con el organismo central que se creará.
7. Propaganda: Se impedirá toda propaganda de los grupos marxistas máxime cuando se presenten como si fueran peronistas, para confundir. Se impedirá la difusión por todos los medios.
8. Participación popular: Se esclarecerá ante la población de cada lugar cuál es la posición del Movimiento y las motivaciones y sentido de esta lucha; todo ello para suscitar el apoyo y la participación de todos en la misma.
9. Medios de lucha: Se utilizará todos los que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad. La necesidad de los medios que se propongan, será apreciada por los dirigentes de cada distrito.
10. Acción de gobierno: La actuación de los compañeros peronistas en los gobiernos nacional o provinciales o municipales, sin perjuicio de sus funciones específicas, deben ajustarse a los propósitos y desenvolvimiento de esta lucha, ya que a ellos compete la principal responsabilidad de resguardar la paz social. En tal sentido:
a. Deberán impulsar de inmediato el cumplimiento de medidas tendientes a dar vigencia a los principios del justicialismo.
b. Deberá actuar en permanente comunicación con los sectores populares y velando por la solución de los problemas.
c. Deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor.
d. Deberán prestar la mayor colaboración a los organismos del Movimiento movilizados en esta lucha.
11. Sanciones: La defección de esta lucha, la falta de colaboración para la misma, la participación de cualquier clase en actos favorables al enemigo y aun la tolerancia con ellos, así como la falta de ejecución de estas directivas, se considerará falta gravísima, que dará lugar a la expulsión del Movimiento, con todas sus consecuencias.
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