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Estado Español

ELECCIONES 26M. A 8 años del 15M, la única aspiración de la “izquierda” reformista es gobernar con el PSOE

Frente al bloque de la derecha y el fortalecimiento del progresismo neoliberal del PSOE, la “izquierda del cambio” no es salida para la clase trabajadora y los sectores populares. Construyamos una izquierda de clase y anticapitalista.

Jueves 16 de mayo de 2019

EFE/Luca Piergiovanni

Las elecciones municipales y autonómicas del 26M se presentan como una suerte de segunda vuelta de las generales. Como el 28A, ni la derrotada derecha tricéfala, ni el proyecto de “regeneración democrática” en el que coinciden el PSOE, Unidas Podemos y las confluencias de los llamados “ayuntamientos del cambio”, representan una salida a las grandes demandas sociales y democráticas que se pusieron ya sobre la mesa hace ahora 8 años, el 15 de mayo de 2011. Entre los proyectos políticos que se presentan no encontramos ninguno que se defina por defender un claro programa anticapitalista y contra el Régimen.

El PSOE se juega a confirmar su victoria. Pero lejos de aquellos que han querido vender el inicio de una nueva “hegemonía socialista”, ni ha logrado superar su caída histórica tras el 15M, ni ha sido producto del entusiasmo que genera su propio proyecto político.

El temor al ascenso de Vox y una posible alianza “a la andaluza” de las derechas, por un lado, y el blanqueo por parte de Unidas Podemos del partido que hace apenas 8 años era parte del “no nos representan”, están detrás de esta recuperación.

La derecha puede verse abocada a agravar su pérdida de poder territorial. El PP puede ahondar su debacle perdiendo plazas como la Comunidad de Madrid, Castilla y León o Murcia. Cs por su parte puede ver relegado el sorpasso que rozó el 28A por un posible efecto de concentración de voto en el PP. Y Vox, que obtuvo un nada despreciable 10%, está por verse si se mantiene en unos comicios en los que la falta de inserción territorial le jugará en contra.

A pesar de esto, las tendencias más reaccionarias que emergen de las entrañas del Régimen del 78 no están ni derrotadas ni en retroceso, como ha hecho creer la “ilusión” del voto al mal menor el 28A. La derecha seguirá en unas primarias permanentes por ver quien hereda la hegemonía perdida por el PP. Por lo tanto, la escalada de ver quien es más reaccionario seguirá animando la polarización por derecha.

Pero además el proyecto de restauración reaccionaria que, con sus matices, encarnan el PP, Cs y Vox, es parte también de otras agendas. En primer lugar, la del búnker del Estado, con el Rey y la Judicatura al frente, que seguirán su ofensiva reaccionaria en especial contra el independentismo, pero no solo. Como dato, en el distrito de la Zarzuela, donde vota fundamentalmente el personal de Palacio, entre las tres fuerzas sacaron el 70%, con Vox a la cabeza con un 40%. Un reparto que se repite si tomamos estamentos como la Policía Nacional, la Guardia Civil o el Ejército según algunas encuestas.

Pero también el mismo Gobierno de Pedro Sánchez seguirá dando muchas más de cal que de arena, haciendo gala de ser el principal partido de Estado, lo que equivale a decir el partido del Rey y del 155. Solo en estos días lo hemos visto “en acción” vetando a Junqueras en el debate electoral por medio de Instituciones Penitenciarias, denunciando a heridos del 1-O por medio de la Abogacía del Estado o a los encausados de organizar aquel referéndum de “organización criminal” por medio de la Fiscalía.

Por su parte, Unidas Podemos enfrenta el 26M siguiendo la hoja de ruta de antes y después de las generales. Su objetivo es cosechar un peso decisivo para integrarse en gobiernos autonómicos y municipales junto al PSOE y que los socialistas les apoyen en aquellos “ayuntamientos del cambio” donde puedan reeditar una victoria -como Madrid o, con muchas más dificultades, Barcelona-. El cálculo es que una generalización de pactos locales y autonómicos allanaría las negociaciones para que Iglesias y Garzón logren el asiento en el Consejo de Ministros que vienen reclamando.

Que esta campaña electoral haya coincidido con un nuevo aniversario de la irrupción del 15M, deja aún más en evidencia el rumbo de integración acelerada al Régimen transitado por el neorreformismo. Quienes se presentaban como la expresión política de aquella indignación masiva contra “la casta” y Régimen, hoy trabajan por su preservación.

Hace 8 años, decenas de miles ocuparon las plazas, alumbraron el movimiento de las mareas, la lucha por la vivienda, contra las subidas de tasas universitarias, las huelgas generales contra la reforma laboral o la huelga minera, para decir una verdad que no ha cambiado ni un ápice: los dos grandes partidos del turno aplicaban las políticas dictadas por “banqueros y empresarios” en contra de las “mayorías sociales”. Hoy Unidas Podemos se prepara para ser parte de un nuevo gobierno “progresista” que, como estamos viendo en el vecino Portugal y ha repetido aquí Sánchez, no dará marcha atrás con ninguna de las contrarreformas aprobadas por Zapatero y Rajoy, rendirá obediencia a la Comisión Europea -que pide nuevos ajustes- y limitará el fin de los recortes al pago de una deuda que supera el 100% del PIB y el techo de gasto de Bruselas.

Espoleado por la crisis capitalista, el 15M abrió una crisis de Régimen que sigue viva. La Corona quedó cuestionada hasta el punto de llevar a la abdicación de Juan Carlos I. La cuestión catalana reemergió hasta desembocar en el otoño de 2017 con un desafío sin precedentes al “atado y bien atado”. Sin embargo, hoy Unidas Podemos ya no habla ni de reforma constitucional, hacen bandera de la defensa de la Constitución del 78, mantiene una posición constitucionalista que niega en los hechos toda posibilidad de ejercicio del derecho a decidir y siguen poniendo a la Monarquía fuera de agenda, a pesar de su creciente cuestionamiento como demuestra el movimiento de las consultas.

El mejor escenario en el que han puesto en práctica esta integración ha sido justamente en los llamados “ayuntamientos del cambio”. La izquierda del “cambio” llegó al gobierno de las principales ciudades enarbolando parcialmente algunas de las demandas sociales más sentidas, como la lucha contra los desahucios, la auditoría de la deuda, planes de emergencia social, la remunicipalización de los servicios públicos dependientes de las entidades locales. Sin embargo, acaban el mandato haciendo gala del pago de la deuda municipal engrosada por los gobiernos del turno, sin siquiera reducir los índices de crisis social que se encontraron al entrar, manteniendo las grandes políticas locales de racismo institucional -como la persecución del top manta- y sin haber tomado ni una sola medida contra los grandes capitalistas metropolitanos.

No faltan botones de muestra, como la ausencia de remunicipalización alguna, salvo pequeñas excepciones que a veces ocultaban un rescate, como Madrid Bici. Es más, se han renovado contratos a las grandes empresas de servicios, como Clece de Florentino Pérez, que se ha hecho con buena parte del servicio de atención a domicilio en Barcelona. O en materia de vivienda, donde no solo no se ha tomado ninguna medida contra la propiedad de los grandes especuladores, sino que en estos años se ha seguido inflando el precio de los alquilares y aumentando los desahucios de inquilinos.

En la gestión del Estado, en su nivel municipal, la movilización social no solo no entraba -aquello de “un pie en las instituciones y mil en las calles” quedó como un recuerdo de campaña- sino que hemos visto a Carmena, Colau o Santisteve enfrentando a las huelgas de trabajadores, como los del transporte urbano de Zaragoza o el metro de Barcelona, apelando muchas veces a un discurso de “trabajadores privilegiados” que en nada tenía que envidiar al de la derecha.

A 8 años del 15M, el neorreformismo se propone ser parte del cierre por arriba de la crisis de régimen abierta con el 15M sin resolver ninguno de los grandes problemas sociales y las demandas democráticas que la originaron. Una nueva “casta de izquierda” del Régimen del 78 que se sobrevive a sí mismo creando un nuevo bipartidismo de bloques.

Frente a este panorama, desde la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) nos pronunciamos de manera general por el voto nulo o la abstención, como hicimos también en las elecciones del 28A. No creemos que al crecimiento de la extrema derecha, que es la punta del iceberg de las corrientes reaccionarias de Régimen y en las que el PSOE se incorpora de forma intermitente, se le pueda enfrentar alentando las ilusiones en un “mal menor” que deja sin resolver las principales demandas de la clase trabajadora y el pueblo. El único camino realista es apostar por construir una izquierda anticapitalista y de clase, que ponga en el centro el fortalecimiento de la organización y movilización social.

Otras candidaturas, como “Madrid en pie”, que Izquierda Unida, Anticapitalistas y La Bancada presentan para el Ayuntamiento de Madrid, plantean algunas críticas a Manuela Carmena que compartimos, como su denuncia a los pelotazos urbanísticos como la “Operación Chamartín”, a la persistencia de los desahucios o la necesidad de remunicipalizar los servicios públicos. Por ello, sectores de activistas y militantes sociales comprometidos participan de la candidatura o llaman a votarla. Sin embargo, a pesar de sus críticas, esta candidatura hace una reivindicación general del gobierno municipal de Carmena. De hecho, muchos de sus integrantes han sido parte del mismo hasta ahora, en especial su cabeza de lista Sánchez Mato, responsable del pago serial de la deuda municipal hasta su purga por Carmena y Montoro. Consecuentemente, levantan un programa reformista que en lo esencial se asemeja al que en 2015 llevó a Carmena a la alcaldía, sin proponer ninguna medida claramente anticapitalista. En vez de proponerse desarrollar la autoorganización y movilización social -ni siquiera para imponer su limitado programa de reformas-, se mantienen en una hoja de ruta basada en ser el soporte y presión por izquierda a un posible gobierno de Más Madrid.

En el caso de Barcelona, la candidatura de CUP-Capgirem ha planteado una política de oposición por izquierda al ejecutivo de Colau y se ha hecho eco de las luchas y reivindicaciones de los sectores que enfrentaban al “ayuntamientos del cambio”, como las de plantilla de TMB, Movistar, las trabajadoras de asistencia a domicilio o los manteros. Creemos que muchos de aquellos que han hecho una experiencia con el proyecto de los Comunes pueden verse representados en el voto a esta candidatura, en la que además se han integrado a algunos activistas de estos procesos de lucha. También en su programa plantean algunas medidas anticapitalistas -como la expropiación de las viviendas vacías- y contra el Régimen que compartimos.

Por estos motivos daremos nuestro voto a esta candidatura. Sin embargo, nuestro apoyo no puede dejar de ser crítico. Por un lado, por las diferencias con la estrategia conciliadora de “mano extendida” a la dirección burguesa del procés que ha mantenido en este período la CUP. Por el otro, porque el discurso de campaña se está ubicando, a nuestro entender erróneamente, en el terreno de ser una presión por izquierda a Colau. Tomando el espíritu de los sectores en lucha a los que nos referíamos más arriba, de reeditarse un gobierno de Colau o que asumiera Maragall de ERC, la clave pasará por una política independiente y que confíe solo en las fuerzas de la movilización social para imponer nuestras demandas.

A pesar de que en estas elecciones nos pronunciemos de forma general por la abstención o el voto nulo, desde la CRT no lo hacemos por una concepción antiparlamentaria. Más allá de las diferencias que mantenemos, hemos planteado a organizaciones como la CUP o Anticapitalistas que el ciclo electoral que concluirá el domingo 26 de mayo era una buena oportunidad para impulsar candidaturas que dieran expresión política de clase y anticapitalista a los sectores que han hecho una experiencia con el neorreformismo y las direcciones burguesas del catalanismo.

La CUP optó por concentrarse en el municipalismo, con una gran cantidad de listas que, aunque algunas expresan posiciones y programas más a la izquierda, como la de la capital catalana, se orientan en una suerte de giro a lo social y la política de reformas en el ámbito local. Al mismo tiempo se ha propuesto abrir una reflexión y debate interno sobre el balance que dejan los años de mano extendida a la dirección procesista. Desde la CRT hemos saludado esta intención como un paso auspicioso. Para nosotros, sólo un balance profundo que saque conclusiones del desbarranque estratégico que implicó la subordinación a la dirección burguesa y pequeñoburguesa del procés, puede abrir el camino a construir una alternativa política claramente anti régimen, anticapitalista y de independencia de clase, que busque la alianza con el resto de sectores populares del Estado y ligue la lucha democrática del pueblo catalán con la lucha general contra el Régimen del 78 y por resolver los grandes problemas sociales.

Anticapitalistas, por su parte, ha optado por seguir dando el apoyo a Unidas Podemos e incluso integrar sus listas en no pocos municipios, comunidades y las elecciones europeas. Pero el verdadero talón de Aquiles para este grupo sigue siendo la “alcaldía del cambio” que dirigen con la figura de “Kichi” en Cádiz. Un consistorio que ha calcado las políticas y límites del resto de equipos de gobierno municipal de la “izquierda del cambio”, y que siguen sosteniendo sin la más mínima crítica. Toda una expresión, en primer lugar, de su resistencia a romper definitivamente con una formación, Podemos, en cuya gestación y lanzamiento fueron pieza capital. Pero también de una estrategia gradualista que sigue poniendo el acento en “radicalizar” las instituciones de la democracia capitalista y no en desarrollar la lucha de clases para superarla.

Que no haya una alternativa política de independencia de clase, anticapitalista, abiertamente anti régimen y que ponga el eje en desarrollar la lucha de clases es un gran déficit. Para enfrentar a la derecha y a las políticas pro patronales de los gobiernos “progresistas” es urgente y necesario levantar una extrema izquierda de este tipo, o el campo seguirá abonado para que emerjan soluciones radicales por derecha como estamos viendo en Europa tras el fracaso de la experiencia de Syriza.

Desde la CRT seguiremos poniendo todo nuestro empeño en avanzar en esta tarea, desarrollando la movilización social con la clase trabajadora al frente, enfrentando el corsé de la burocracia sindical y bregando por vincular la lucha obrera con el movimiento de mujeres, la juventud y las luchas democráticas. Pelear por un programa que enfrente a los grandes capitalistas y construir la fuerza política y social que sea verdaderamente capaz de “tomar el cielo por asalto” es la tarea fundamental de este período.