A un año del multitudinario 7-N, en varias ciudades del Estado español se convocaron movilizaciones contra la violencia machista y sus múltiples expresiones, centrando la denuncia de este año en las agresiones sexuales.

Verónica Landa Barcelona | @lierolaliero
Miércoles 9 de noviembre de 2016
Foto: Pan y Rosas
Un año ha pasado desde que el 7 de noviembre de 2015 Madrid se llenara de miles de mujeres que denunciaban la violencia machista y la pasividad de las instituciones. Y sí, el 7-N fue histórico porque era la primera vez que se realizaba una marcha estatal contra la violencia machista.
Una de las principales exigencias que se enmarcaron en el 7-N era el pacto de Estado contra la violencia machista entre los diferentes partidos políticos, creyendo que de esta manera se aseguran las políticas de género y los presupuestos para la prevención y ayuda a mujeres que sufren violencia machista.
En esta ocasión, la convocatoria se centraba en las agresiones sexuales, una violencia muy naturalizada, incluso difícil de detectar. Al grito de “No es no, lo otro es violación” se exigía que las instituciones pongan en macha planes para prevenir y atender a mujeres que hayan sufrido violencia sexual.
De 2009 a 2015, según cifras del Ministerio de Interior, ha habido 9.040 violaciones. Teniendo en cuenta que las cifras oficiales no recogen ni por asomo la totalidad de las agresiones producidas y que excluyen aquellas en las que no llega a haber penetración, la cifra sería mucho mayor.
En las concentraciones también se manifestó la indignación contra la idea que las agresiones sexuales y las violaciones se caracterizan siempre por la violencia y porque el agresor es un desconocido. Dejando fuera de lo que se entiende como tales las que pueden suceder en el trabajo, el centro de estudios, entre amistades o familia. Como decía Barbijaputa en este artículo «Nos han vendido que el malo de la película es un desconocido con pasamontañas agazapado en un portal, pero no un juez que te pregunta si “cerraste bien las piernas”, no tu pareja presionándote y culpabilizándote porque hace dos semanas que no lo hacéis, no tu amigo intentando emborracharte para ver si con suerte esta vez “te dejas”».
Partidas presupuestarias contra la violencia machista
Desde 2010 el presupuesto destinado a la prevención de la violencia machista se ha reducido un 26%. Además, los recursos destinados al programa de igualdad de oportunidades han caído un 61% desde 2006.
Mientras, el PP sigue repitiendo su cínico discurso sobre la violencia machista y su «fuerte posición contra la violencia de género», en palabras del ministro de Sanidad Alfonso Alonso.
El PSOE sigue pidiendo un pacto de Estado contra la violencia machista alegando que hay que «dejar de lado el uso político». Obviando intencionadamente su papel en el tijeretazo al presupuesto que comenzó en 2006, cuando gobernaban con Rodriguez Zapatero. Al igual que obvian las consecuencias de las reformas laborales que llevaron a delante, y que si bien perjudicaron al conjunto de trabajadores, sobre las mujeres tuvieron un efecto devastador, volviendo a imponer por ley la vuelta de la mujer al hogar. Según los datos del último trimestre del INE, hay una diferencia del 8% entre la ocupación de mujeres y de hombres, siendo menor la primera. Además, un 60% de población “inactiva” son mujeres, tal y como recoge el mismo estudio.
En la movilización también se exigía una modificación en la ley, que sigue sin reconocer como violencia machista aquella que sucede por fuera de una pareja o expareja. Excluyendo de esta manera miles de situaciones a las que las mujeres nos enfrentamos a diario, desde el acoso callejero a la discriminación laboral.
Otro de los puntos criticados, es la falta de educación contra la violencia machista. La ley integral de 2004 “obliga” a que se incluyan materiales y programas específicos en el sistema educativo. También a que se forme al profesorado y a que haya una persona responsable de igualdad en los Consejos Escolares, entre otras muchas medidas que no se llevan a cabo.
A ello hay que sumarle la eliminación de Educación para la Ciudadanía con la implantación de la LOMCE. Esta asignatura era uno de los pocos espacios “legales” en los que el profesorado podía hablar de temas como la violencia machista o la LGTBIfobia. De este modo se dejan estos temas, así como la educación sexo afectiva, a la voluntad de las direcciones de los centros educativos, muchos de ellos en manos de instituciones religiosas.
Del pacto de Estado a los 26 segundos
Al igual que el año pasado, este 7 de noviembre acudieron representantes políticos como Pablo Iglesias, Rita Maestre o Iñigo Errejón. Sin embargo, a pesar del “compromiso” de los representantes políticos, se siguen recordando los escasos segundos que los candidatos presidenciales dedicaron en el debate electoral de junio. Los mismos representantes que hablan del pacto de Estado son los que dedicaron 26 segundos a la violencia machista.
Es probable que durante esta legislatura se apruebe el tan nombrado pacto de Estado contra la violencia machista, que defienden desde todas las grandes formaciones políticas. Con este pacto, el Estado español aplicaría el Convenio de Estambul del Consejo de Europa de 2014. Este Convenio “obliga” a luchar contra las diferentes manifestaciones de violencia machista, como el acoso sexual, el asesinato de mujeres en situación de prostitución o la trata. En un paso hacia esta dirección, el pasado 25 de octubre, la Comisión de Igualdad del Congreso aprobó una iniciativa para que la legislación actual amplíe la definición de violencia machista más allá de la pareja o expareja.
Desde Pan y Rosas seguimos denunciando que el pacto de Estado es una maniobra de los partidos continuistas del régimen del ’78, que pretenden reformar este sistema y que buscan un (imposible) capitalismo más humano y la estabilidad de todas sus instituciones.
Un pacto de Estado en cuestión de violencia machista con el PSOE, el PP o Ciudadanos, es, cuanto menos, que papel mojado para la lucha de las mujeres.
Sería un pacto con el PSOE de las reformas laborales y los recortes en Sanidad y Educación, que aumentaron la doble carga laboral de las mujeres trabajadoras que pasaron a encargarse (o seguir encargándose) de personas dependientes y menores. Un pacto con el PP, el de la reaccionaria contrarreforma del aborto, el que aconseja a las mujeres que lleven silbato por las noches para no ser agredidas, el de la FP de ama de casa. Un pacto con Ciudadanos, que entre otras muchísimas cosas, pretende eliminar toda connotación de género a las leyes porque en su opinión, la violencia de género también la ejercen las mujeres.
A este pacto se sumaría la formación reformista Podemos, que sí bien mantiene un discurso más ofensivo hacia la lucha feminista y algunos ayuntamientos del cambio han lanzado en estos meses alguna campaña sensibilizadora, lo cierto es que en sus propuestas o en sus apariciones la cuestión feminista ha carecido de peso. Del mismo modo que la lucha en las calles y por la organización de las mujeres y el colectivo LGTBI para hacer frente al heteropatriarcado y al capitalismo es un punto ausente. Al igual que con otros aspectos de su política, su estrategia reformista busca avances "democratizantes" e igualitarios a través de las instituciones.
Pero desde Pan y Rosas consideramos que ni un pacto de Estado contra la violencia machista ni todas las leyes que se hagan en esta línea, van a terminar con ella. El sistema patriarcal es como una gran red de mecanismos de opresión para las mujeres, que en el caso de ser trabajadoras e inmigrantes ven como esta red las asfixia con más fuerza aún. Esta red y sus mecanismos de opresiones están presentes en las instituciones del sistema capitalista: en los juzgados, en las comisarías, en el Congreso, los Ayuntamientos.
Si queremos acabar con la opresión que sufrimos, y por lo tanto con la violencia machista en todas sus expresiones, es necesario poner en pie un movimiento de mujeres organizadas de manera independiente del Estado y sus instituciones. Que denuncie la hipocresía y el uso interesado de los partidos políticos, sobre todo si hay elecciones cercanas. Necesitamos retomar la lucha en las calles para acabar con este sistema que únicamente nos depara más opresión, explotación y precariedad para la mayoría de las mujeres. Necesitamos reconstruir alianzas con otros sectores oprimidos y explotados, y con el conjunto de la clase trabajadora, para en común, llevar adelante la tarea de acabar con toda opresión y explotación y comenzar a pensar una nueva sociedad libre de todas ellas.