Crónica de un estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA que cuenta la experiencia de estos últimos días de lucha estudiantil y su perspectiva de cómo seguir
Sergio Cilurzo estudiante de Comunicación social UBA
Viernes 7 de septiembre de 2018
Eran un par de personas leyendo y releyendo una parva de papeles escritos a mano. Se pasaban frenéticos indicaciones y comentarios, casi sin escuchar lo que el otro decía. Alrededor, se agolpaban militantes y estudiantes no agrupados, se codeaban entre ellos para ver mejor qué sucedía. Algunos filmaban y así iluminaban con sus flashes, de a ratos, aquella noche del 29 de agosto en el patio de Sociales. Centenas de estudiantes esperaban más atrás, rodeados del humo de los cigarrillos, parados en las mesas, pasándose mates aguados, botellas de gaseosa o alguna cerveza.
Es que ya iban casi cuatro horas de asamblea y estaban impacientes. Habían hablado chicas y chicos, algunos nerviosos por sus primeros discursos públicos y otros con el roce que les dan los años de militancia política.
Hacia la medianoche, una de las chicas que sostenía los papeles toma el micrófono y pide a todos que se sienten. Procede, entonces, a leer dos mociones contrapuestas: toma de la facultad hasta la marcha universitaria del día siguiente o toma por tiempo indeterminado con asambleas permanentes y definición de un plan de lucha. Se preguntó quiénes votaban por la primera y un pequeño grupo de remeras azules, la conducción del Centro de Estudiantes, levantó sus manos. “¿Y por la segunda?”, demandó. El patio entero se sembró de brazos alzados. “Se aprueba entonces la toma por tiempo indefinido de la facultad”. Entre gritos de júbilo y cantos, las y los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA comenzaban a retomar los caminos de la historia del movimiento estudiantil.
Más temprano, esa misma mañana, estudiantes de todas las carreras se habían empezado a reunir en la entrada de la facultad. Compañeros y compañeras de En Clave Roja habían decidido salir a buscarlos a sus aulas para instarles a organizarse de cara a la asamblea del Centro de Estudiantes que tendría lugar por la noche, en la que se debatiría cómo organizar la facultad respecto del reclamo salarial docente.
Ese primer gesto fue desbordado rápidamente por los demás estudiantes, que se sumaron a esa reunión incierta e instaron a sus otros compañeros a arrimarse. Reunión que tomó nombre: “Comisión de base turno mañana ’Sociales se organiza’”. Y que presentó sus resoluciones: que la asamblea sea moderada por los y las estudiantes independientes; toma activa de la facultad impidiendo el ingreso de las autoridades; clases públicas, con cortes de calle; declaración del estado asambleario permanente; creación de una comisión de difusión; pronunciamiento del Centro por el salario para los y las ad honorem, aumento salarial docente acorde a la inflación, plata para la educación y no para la deuda, separación de la Iglesia del Estado, educación sexual integral laica y aborto legal, seguro y gratuito; entre otras. Todas ellas se presentaron a la noche, otorgándole frescura a una asamblea del Centro de Estudiantes hace rato viciada de burocratización.
Al día siguiente, la marcha universitaria tomó el centro de la Ciudad de Buenos Aires bajo un diluvio insolente. Empapadas, desfilaron por Avenida de Mayo y las diagonales las banderas de los centros de estudiantes de la ciudad, de la provincia de Buenos Aires y de todo el país, aplaudidas por sus estudiantes y profesores, y la gente que también hizo propia la manifestación.
El reclamo principal se debía al salario docente (el bastardeo estatal que ofrecía un 10,8 por ciento de aumento ante una inflación que hasta el más despistado puede calcular de 40 puntos porcentuales), aunque también incorporó otras luchas: desde el presupuesto universitario, pasando por el apoyo a los trabajadores despedidos del sector público y privado, el rechazo a la UNICABA, hasta la cancelación del pago de la deuda externa.
Justamente ese día, a causa del desconcierto discursivo y técnico del Gobierno Nacional, el dólar había saltado hasta los 40 pesos. Cumpliendo con lo resuelto en la asamblea, las y los estudiantes de Sociales volvieron -mojados, cansados, pero decididos- a su facultad para continuar con la toma. Las causas se deben a ese juego arcaico de transas, chiquitajes y patoterismo -siquiera vale la pena mencionarlas-, pero en la puerta aguardaban los tristes militantes de Avanza la UES, conducción del Centro, para impedir su ingreso. Tras un par de empujones y manotazos pudieron, de todas formas, entrar y continuar su lucha.
El chispazo de esa comisión de base que había tenido lugar el miércoles a la mañana encendió rápidamente en Sociales. Se crearon comisiones de limpieza, clases públicas, cultura, sindical... a las que se sumaron las comisiones de cada carrera que irían floreciendo con el paso de los días. Se tejieron alianzas con los sectores obreros también en lucha, se organizaron festivales y charlas, las aulas se expandieron a las calles Santiago del Estero y Humberto 1° a través de sus clases públicas.
Ahora que las autoridades tienen que observar desde afuera, los y las estudiantes están tomando posición no sólo de su propia facultad, sino también de ese destino que les está reservado a quienes deciden luchar en vez de seguir leyendo tranquilamente sus apuntes mientras todo se derrumba.
Terminé de escribir estas líneas durante la noche del martes, por lo que no da cuenta de lo sucedido en los tres últimos días. Justamente, el miércoles se celebró una nueva asamblea del Centro de Estudiantes, la tercera desde el inicio de la toma. Allí un orador de otra agrupación hablaba de la lucha estudiantil en un curioso pretérito indefinido: “los estudiantes ’logramos’ apoyar a nuestros docentes”, “la toma ’fue’ un éxito”, etc. Muy extraño, teniendo en cuenta que ese mismo miércoles los y las estudiantes de la Comisión Abierta de Comunicación se habían movilizado junto a los trabajadores y trabajadoras de Télam, que el jueves se realizó una asamblea interfacultades en Plaza de Mayo (de la que participaron también estudiantes de secundarios y terciarios) y que este viernes hubo representación estudiantil en la manifestación por los despidos del ex-Ministerio de Agroindustria.
La lucha estudiantil no es algo que “ya sucedió”, por más que algunos gremios quieran ya descomprimir la situación aceptando una oferta salarial del 25% y un par de cláusulas de revisión. Al contrario, se trata de un proceso activo. Por eso, ya que la lucha estudiantil es acción, preferiría referirme a ella utilizando el gerundio: las y los estudiantes “están haciendo”.