Contrario a lo que muestran las estadísticas de instituciones y organizaciones que atienden casos de violencia, en la mañanera de hoy 6 de mayo, López Obrador aseguró que gracias a la fraternidad de las familias mexicanas, la violencia en el hogar no ha aumentado.
Miércoles 6 de mayo de 2020
El presidente argumentó que en México la violencia hacia las mujeres en el hogar no se pueden medir como en el resto del mundo, pues aquí “hay una cultura de mucha fraternidad en la familia”. Cuando una periodista lo increpó, contestó:
“Sí existe machismo pero también mucha fraternidad familiar, la familia en México es excepcional, es el núcleo humano más fraterno, esto no se da en otras partes, lo digo con todo respeto, son de las cosas buenas que tenemos.”
La realidad es que la violencia en el hogar ha aumentado estrepitosamente, pues para nadie es un secreto que en México la violencia patriarcal es parte de la cotidianidad de millones de mujeres, claro, parece que al señor presidente no le ha llegado la noticia de que en en el país que gobierna el 60% de las mujeres sufren violencia, a pesar de ser datos que ha arrojado su propia administración.
Para mediados de abril las llamadas de mujeres pidiendo ayuda o asesoramiento por situaciones de violencia había aumentado en un 120%. El 66% era por violencia física y el 22% por violencia psicoemocional. Llama también la atención que el 60% de los casos son de mujeres que no habían sufrido violencia por sus parejas antes de la cuarentena.
Es escandalosos que en un país en el que al día 10 mujeres son asesinadas por su condición de género, un presidente que se dice de izquierda niegue el aumento en la violencia hacia las mujeres producto de la pandemia, la cual no ha parado de desnudar las miserias más profundas de este sistema.
Una de las grandes contradicciones que esta crisis ha develado es lo grande que ha sido la feminización del trabajo -el 79% del trabajo de enfermería está a cargo de mujeres- y lo precarias que son las condiciones de las mujeres. Como lo hemos denunciado desde Pan y Rosas, la precarización laboral también es violencia, pues lo que tiene de fondo es que para los gobiernos y empresarias nuestras jornadas laborales y nuestras vidas valen menos.
No es una sorpresa que AMLO minimice la violencia patriarcal o que mantenga discursos medievales frente a nuestros derechos. A año y medio de que inició su mandato seguimos sin derecho al aborto a nivel nacional, y hoy los mismos militares responsables de la violencia sexual que sufrieron nuestras compañeras de Atenco en 2008 y de elevar hasta los cielos las estadísticas de feminicidio después de la supuesta guerra contra el narco, vuelven a salir a las calles y a los hospitales ahora con el nombre de Guardia Nacional.
Pero Obrador no se detuvo ahí con la glorificación de la familia mexicana, aprovechó la situación para hablar del cuidado y respeto a los adultos mayores gracias a “la herencia de las grandes civilizaciones y culturas lejanas”, dijo. Claramente ese respeto no lo comparte su gobierno ni los empresarios, pues el 74% de los adultos mayores laboran en condiciones ultraprecarias, sin pensión alguna trabajan subcontratados para limpiar el metro, de recogedores de basura o de cerillitos hasta el día de su muerte.
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Lo que demuestra una vez más el presidente de la 4T es que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Estas declaraciones se suman a una serie de “metidas de pata” que le han costado varias críticas en el marco de un movimiento de mujeres internacional y que en México, el país de los feminicidios, no se ha quedado atrás. Al inicio de la cuarentena AMLO dijo que el cuidado de los mayores serían tarea de las mujeres pues “los hombres somos más desapegados”.
Desde el inicio de su gobierno destacaron las declaraciones moralistas sobre los valores de la familia, los cuales desde el movimiento de mujeres y de la diversidad sexual hemos cuestionado hasta el cansancio, pues estos discursos apuntan a naturalizar los roles patriarcales que nos han sido otorgados “divinamente”.
Estos van desde la concepción de que las mujeres somos las responsables naturales de los cuidados doméstico, la crianza de los hijos y el cuidado de los enfermos la cual ha llevado a que a nivel mundial realicemos el 76% de los trabajos de cuidado en la mayoría de los casos sin remuneración alguna. Esto no es casual ni natural, las clases dominantes se han apoyado históricamente sobre esta idea para ahorrarse millones de pesos en la reproducción del trabajo.
Como las feministas de la segunda ola decían, lo personal es político, la violencia que pareciera estar constreñida al hogar no es responsabilidad únicamente de los integrantes de estas, es en realidad resultado de condiciones sociales que se reproducen a través de la ideología dominante.
La cultura machista de las familias mexicanas a la que tantas y tantos hacen alusión, no es un problema meramente cultural ni familiar. Responde a una estructura social y economica, el matrimonio entre el capitalismo y el patriarcado, estro reproducido por el contenido televisivo que empresas como Televisa y TV Azteca se enriquecen produciendo apelando a los valores familiares tan alabados por nuestro presidente; y a la profunda dependencia económica a la que millones de mujeres están sometidas producto de lo precarizados que son nuestros trabajos y el trabajo doméstico no remunerado que nos es asignado de manera “natural”.
En Pan y Rosas pensamos que como el problema no es individual, la salida tampoco puede serlo, no bastan con la atención telefónica o en línea, es urgente que se implementen refugios transitorios para las mujeres víctimas de violencia, para esto pueden utilizarse todos los complejos hoteleros que en estos momentos están desocupados.
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Las y los estudiantes podemos imponerle a las autoridades universitarias que nuestras escuelas y facultades cumplan esta función. El dinero para esto tiene que venir del propio Estado y qué mejor que logremos que salga de los millones que son destinados a la militarización del país o de impuestos especiales a los empresarios que se ahorran millones del trabajo doméstico del que nosotras nos hacemos cargo.
Queda claro que si AMLO se niega a aceptar que la violencia en el hogar a incrementado, mucho menos hará algo para combatirla. Las decenas de miles de mujeres que inundamos las calles de todo el país el pasado 8 de marzo debemos arrancarle estas demandas a través de la organización y la movilización.
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