La derecha en el poder intenta captar, sin mucho éxito, a un sector del movimiento o “comunidad” LGTB para su cruzada racista y anti-inmigración bajo el presupuesto eurocéntrico de la homofobia inherente a determinadas culturas “de origen”, particularmente aquellas unidas a la religión islámica.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 22 de agosto de 2017
Mi rotunda condena a los atentados terroristas de Barcelona va acompañada a mi condena a las grandes palabras del presidente del Gobierno hablando de los “valores de occidente” mientras vende armas a aquellos países donde se sigue ejecutando a la comunidad LGTB y donde se arma esos que cometen esos mismos atentados.
Esta doble moral no es nueva, pero aprovecha la inseguridad de la nueva Europa y la oleada migrante para criminalizar a los que viene de fuera, en extrañas amalgamas en que las palabras significan lo que ellos quieren que signifiquen. Pero un sector, aún más amplio, también dentro la comunidad LGTB no es solo ya multicultural de por sí (como hemos podido ver en las manifestaciones y contramanifestaciones de, por ejemplo, el Pride de Londres y otros lugares de Europa) sino que es capaz de vincular -sea de forma consciente o no- la causa de las dicotomías sexo/género como la de otro tipo de bordes y fronteras reales y simbólicas que se inscriben y re-inscriben sobre sus cuerpos, sus nombres, sus carnets de identidad, el color de sus pieles, la lectura de sus diferencias anatómicas, sus identidades mismas, atravesadas por condicionamientos de muchos frentes y que siempre se han opuesto a las religiones monoteístas incluida la que sostiene con fondos públicos el Estado Español y también la que actúa en nombre de Alá.
Aunque pueda parecer algo forzado, en los tiempos fascistoides de Trump y de ésta Europa que no quiere saber gran cosa de los “refugiados”, se pone en evidencia que los discursos reaccionarios no solo quieren racializar la otredad, cerrar las fronteras socio-geográficas sino también esencializar los géneros, re-marcar los binarismos sexuales, no solo expulsando a las trans del ejército -como en EEUU- o exterminando a los gays visibles en campos de concentración -como Putin- sino concediendo solo los derechos formales que mantienen a la llamada “comunidad LGTB” en sus espacios acotados y “protegidos” pero eliminándolos del espacio público mediante la violencia, el ostracismo, la descalificación eclesial o los recortes, algo que también afecta a algunas conquistas de las mujeres en general.
Y es aquí donde izquierdas y derechas están fracasando en un sentido y en otro. Ya que los discursos queers, a pesar de sus dificultades iniciales para articularse dentro de los grupos anti-racistas o los discursos anti-racistas o anti-capitalistas también dentro de algunos grupos LGTB, son un elemento de multiplicidad y diversidad sexual y racial, imparable ya por su proliferación misma, como hemos podido ver, sin ir más lejos en el ya masivo Orgullo Indignado de Madrid (silenciado por los masas-media al uso), en las manifestaciones contra el Pinkwashing de Israel o contra las fronteras del último Pride de Londres.
Encasillados por fuerzas sociales caducas y coercitivas como hombres o mujeres o como homos o heteros al nacer con igual violencia y teniendo que transitar hacia un lugar “no otorgado” parece lógica nuestra visión clara y meridiana del carácter culturalmente construido de las fronteras geopolíticas y los discursos supremacistas que las sustentan y ratifican, las custodian y las renombran.
Fugitivas del género, saboteadoras del deseo normativizado, desplazados en algunos partidos, refugiadas del hetero-terrorismo, luchamos contra el asimilacionismo de carácter racista y también contra las fronteras hacia personas que vienen de otros lugares o países buscando cobijo y se encuentran feroces cancerberos a las puertas de la Europa derechizada, diezmada, jerárquica, cobarde y atravesada por discursos racistas, homófobos, islamófobos y transfóbicos que se unen, también, como nosotras debemos unirnos en una causa común contra sus bordes, sus mercados, sus policías y sus fronteras, sus cartas de inmigración, sus protocolos médicos y sus presunciones eurocéntricas y heterocentradas.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.