Veinte años, la misma lucha. Alberto Santillán ante miles en el puente: “¿Cómo no tener orgullo de ser el padre de Darío?”
Lleva veinte años denunciando a Duhalde, Solá, Aníbal Fernández y tantos otros responsables políticos de la Masacre de Avellaneda. Néstor Kirchner le mintió en la cara prometiéndole compromiso e investigación. Hoy recorre el país militando la misma causa por la que cayeron su hijo y Maximiliano Kosteki. Aquí su emotivo y contundente discurso en el Puente Pueyrredón, este domingo, ante una multitud.
Pasadas las 13 del domingo. El Riachuelo, testigo mudo de la masiva concentración sobre el Puente Pueyrredón, complementaba una escenografía cargada de simbología y de lucha viva. Al homenaje a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, aún doloroso pese al paso del tiempo, se sumaba el reiterado repudio a la impunidad de los responsables políticos de la Masacre de Avellaneda. Y la tenaz exigencia de juicio y castigo para ellos.
Las columnas del Frente Popular Darío Santillán, del FOL, del Polo Obrero, del MTR, del Teresa Vive, del PTS, del FOB, de Barrios de Pie, del MAR y otras organizaciones se agolpaban en el ancho de los dos carriles del puente. Sin embargo las cadenas mediáticas, oficialistas y opositoras, esta vez decidieron no registrar el evento ni siquiera para hablar del “tránsito”. Eran miles de personas gritando, cantando, agitando contra un sistema represor, encubridor y silenciador.
Pasadas las 13 del domingo, cuando desde el improvisado escenario se terminó de leer el documento de homenaje a los caídos y denuncia a los criminales, tomaron la palabra familiares de Maxi y Darío. Leo Santillán y Vanina Kosteki, hermanes de ambos, plantaron bandera por sus seres queridos y contra el poder asesino. Y les siguió Alberto, papá de Darío. Probablemente haya ensayado antes algunas de sus palabras, pero al momento de dirigirse a la movilización eligió hacerle caso a sus entrañas, su sentimiento y su pasión por darle continuidad a la causa por la que peleaba su hijo.
Escuchá y leé el discurso completo. Mirá también a Leo y Vanina. Y al final podés escuchar el documento leído en el Puente Pueyrredón.
“¡No nos vamos a correr hasta tener una justicia plena!”
“Compañeras y compañeros... Qué día, qué fecha... Veinte años… Más allá de que para nosotros, como familiares, todos los días recordamos a Darío (también los militantes que nos acompañan), hoy estamos en este bendito puente, en el que Dari tantas veces se sumó a luchar... Veinte años en que se junta la bronca, el odio, ése que a veces parece que te va a consumir, porque mientras vos no tenés a tu hijo los responsables políticos de la Masacre de Avellaneda se siguen paseando por todos los medios, libremente, amparados por todo el arco político y por esta maldita Justicia”.
“Por eso dicen lo que dicen, se autoincriminan. Duhalde se autoincriminó, Felipe Solá se autoincriminó. Pero no son como le gustaba decir a Felipe Solá, ‘yo a veces me hago el boludo’. No únicamente vos, pedazo de mierda, te hacés el boludo. También la Justicia se hace la boluda. Acá mi hijo (Leo, hermano de Darío, NdR) acaba de señalar cuántas testimoniales hemos presentado cuando nos las pidieron. Las testimoniales que estamos escuchando dicen lo que ya sabemos”.
“Cuando le presentamos un testigo que dio nombre y apellido, que acusó a Juan José Álvarez y al jefe de Gendarmería, la fiscal Paloma Ochoa miró para otro lado. No desean, no quieren... Yo considero que cuando estudiás para juzgar, para defender, debés tener un compromiso, una convicción, para seguir esa carrera. Porque estás en un lugar del que muchos dependemos. Pero cuando vos estás en un cargo y priorizás tu carrera y no ponés lo que tenés que poner para condenar... Porque en veinte años jamás llamaron a declarar a ninguno de los políticos. Ése es el aura de impunidad que tienen”.
“No quiero dejarme ganar por la bronca, aunque a veces me supera. Pero mi hijo me da otra cosa, eso que está enfrentado a todo lo que yo siento muchas veces. Me da amor, me da lucha. Cuántas veces me fue a visitar al hospital (yo soy enfermero) y a veces no lo podía atender y se quedaba en un costadito, cruzado de piernas, siempre con un libro en la mano (forrado con hojas de diario). Después salíamos, a veces íbamos a la feria, otras a tomar una cerveza, y charlábamos de la vida. Hablaba un poco de las mujeres (él estaba en pleno crecimiento y ligaba, sí, realmente ligaba). Pero con la conciencia de seguir pensando de cómo nos han partido por la mitad”.
“Tengo seis maravillosos nietos. En cada nacimiento, en vez de estar muy contento y feliz, estaba pensando en ese hijo que no estaba disfrutando de ese momento. Nos han partido por la mitad, pero nosotros estamos. A veces es difícil, se hace cuesta arriba. Pero refugiarnos a llorarlos en nuestras casas, por lo menos en mi caso, hubiese sido una traición. Darío no se merecería eso”.
“Darío fue un luchador, grande, con las pelotas inmensas en esa estación, cuando lo zamarrearon, cuando le dieron semejante itacazo, cuando lo arrastraron... Mientras, Fanchiotti decía que no había estado adentro (de la estación), mientras decía ‘yo estoy herido’ porque una compañera le había dado un palazo. Creo que esa compañera hubiera querido partirle la cabeza, estando mi hijo a los pies de Fanchiotti con un agujero así en la espalda. Y no les alcanza nada. Mi hijo estaba ahí, desangrándose y a la vez pariendo miles de hijos e hijas con una conciencia diferente. Con esas pelotas grandes y ese convencimiento de decir ‘conmigo no van a poder’ (y se le estaba yendo la vida) intentaba pararse para demostrarles que él volvió (a la estación) para no traicionarse, que él volvió para llevarse hasta el último (de los compañeros). Es lo que él decía, lo que él creía”.
“Y ese convencimiento pleno fue teoría y práctica, fue palabra y poner el cuerpo hasta lo último. Por eso tenía escrito en la cabecera de su dormitorio ‘sentir la injusticia ajena como propia’. Y por eso esa mano, ese volver cuando se estaban yendo todos, sabiendo que había un compañero herido, que era Maximiliano Kosteki, al que ese pedazo de rata de (el oficial Carlos) Quevedo le había levantado las piernas para que se desangrara más rápido. Ver a Darío arrodillarse al lado de Maximiliano, ver que lo primero que hace es tomarle el pulso... Quince años tenía Darío cuando nos pidió permiso a su mamá ya mí para hacer un curso de primeros auxilios... Ese reflejo para que el compañero no se vaya, para que el compañero no nos deje”.
“Y no les alcanzó con eso. Cuando entran los cobardes, cuando entra el brazo armado del Estado, cuando lo obligan a irse y cómo le disparan, cobardemente, de espaldas, sin siquiera tener las pelotas para mirarlo de frente... Y así se nos fue Darío. No quiso que el compañero se vaya solo y se quedó. Después están las imágenes de cuando lo tiran arriba de la camioneta policial”.
“Yo soy enfermero hace 35 años y estoy siempre trabajando entre la vida y la muerte. También le reclamo a la vida por qué mierda no me dejó estar en ese momento al lado de mi hijo, abrazarlo y, por más que sea consciente que se estaba muriendo, decirle lo mucho que lo amo”.
“¿Cómo no tener el orgullo de ser el padre de Darío Santillán? ¡Cuánto me ha enseñado! Él me sacó de mi burbuja laboral, me puso los pies en la tierra y hoy estoy por convencimiento en muchos lugares en los que Darío hubiera acompañado tantas y tantas luchas. Por eso a veces miro y pienso ‘ojalá mi hijo esté viendo a través de mis ojos’, para que vea que no está solo, que no lo olvidamos, que vea cuántos somos hoy, a veinte años”.
“No quiero hablar de las traiciones, pero no las puedo dejar pasar. No nos olvidamos tampoco de aquellos y aquellas que han caminado junto a Darío, que han tenido los mismos sueños, que me acompañaron a mí y a mi familia gritando ‘¡justicia!’... Esos que hoy están aplaudiendo a los asesinos de la Masacre de Avellaneda. Aplauden a Felipe Solá, a Aníbal Fernández, a Duhalde... Y entonces a veces uno piensa cómo pueden salir de las entrañas de nuestros grupos semejantes pedazos de porquería... No quería nombrarlos, pero no puedo pasar por alto las traiciones”.
“Darío luchaba mucho por un cambio de conciencia. En cada uno veía un potencial para luchar. A veinte años, cuando decimos que no los mataron sino que los multiplicaron, miren esto, miren esto. Desde el lugar en que esté seguramente estará sonriendo y no únicamente estará orgulloso, como nosotros, como familia, si no también orgulloso de todos ustedes”.
“Yo no me olvido de nada. No me olvido de los responsables políticos. No me olvido de los cobardes que dispararon. No me olvido de esta de mierda de justicia que no hace nada por condenarlos. Nosotros tenemos que trabajar más que la fiscal y el juez... El juez Lijo creo que ni siquiera vio la causa. Y la fiscal Paloma Ochoa, más allá de que nos recibe lindo y todo eso, cuando tiene que actuar... Ante la simple pregunta de si vamos avanzando, si tenemos el hilo conductor hacia los políticos, (dice) ‘no, todavía no hay manera de inculparlos’”.
“Hemos conseguido la condena social. ¿Pero hasta cuándo nos vamos a conformar con la condena social? No queremos una condena social. Ya basta. Queremos que terminen con sus huesos junto con la población carcelaria común. En realidad aparte, porque en esa población carcelaria común quizás alguno se equivocó pero otros están presos por causas armadas”.
(A Fanchiotti y Acosta) “ahora quieren darles la libertad condicional. Pero son el Estado. Cuando disparan, disparan por el Estado. Cuando disparan saben lo que van a hacer. Entonces, a veinte años no podemos permitir que salgan en libertad condicional. Porque los jueces dictan un dictamen ahora y quizás dentro de dos o tres semanas, cuando ya no sea tanta la efervescencia, quieran dejarlos salir. Tenemos que estar atentos para que Fanchiotti y Acosta no salgan”.
“En este día se nos cruzan toda clase de sentimientos. Amo a mi hijo, lo extraño enormemente, extraño sus abrazos, también extraño cuando se cabreaba (porque era bastante cabrón). Pero mierda si no ha dejado un camino para seguir una lucha. Acá estamos los que queremos estar, acá no nos obligan a venir. Acá estamos por convencimiento, porque estamos en la vereda justa, en la vereda de la lucha, en la vereda en la cual tenemos que terminar cambiando este bendito país”.
“La bronca a veces te lleva a pensar ‘ey, ¿hasta cuándo pondremos los muertos nosotros? ¿Hasta cuándo pondrá los muertos el pueblo?’ Estamos podridos de poner los muertos... ¿Qué pasará cuando el día de mañana los muertos sean de la vereda de enfrente? Ahí tendremos un verdadero gobierno popular y una verdadera justicia como la que nos merecemos”.
“Yo no pido únicamente justicia por Darío y por Maxi. Cuántos casos, cuántas compañeras y cuántos compañeros han caído. Todos por el brazo armado de la política. Luchemos para que alguna vez vayan presos. Alguna vez tienen que pagar. No puede seguir siempre así. Tampoco puede ser que nos gobiernen los mismos de siempre, veinte o treinta años. Ya basta con todo eso. Por eso es buena la unidad, compartir. Y tiene que haber diferencias, sí, pero tenemos que entender que el camino es uno solo. Individualmente no lograremos nada”.
“Por eso verlos acá, verlos en las provincias... Y ese fuego encendido que hay en todos los lugares, ese fuego algún día será una gran fogata para realmente tener una Argentina digna, por lo que dieron la vida tantas compañeras y tantos compañeros”.
“Darío era la continuidad de los 30.000 compañeros desaparecidos. Y de Darío para acá, cuántos compañeros han levantado sus banderas también. Por eso sostenernos en estos largos veinte años fue difícil. Es muy difícil. Pero están ustedes, que los tienen tan alto, que los respetan, que los quieren y que también quieren justicia. Y si ustedes los sostienen tan alto a Darío y a Maxi, también nos sostienen a nosotros como familia. Necesitamos que estén al lado nuestro y esto es una demostración más”.
“Este es un grito fuerte de todos los compañeros y las compañeras para que escuche la maldita Justicia y para que escuchen los malditos políticos: ¡no nos vamos a correr hasta tener una justicia plena! Les agradezco compañeros y compañeras, los abraza con el corazón un padre orgulloso de su hijo. Gracias”.
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