En las escuelas secundarias de Capital Federal y Buenos Aires se están llevando a cabo peleas contra los códigos de vestimenta. ¿Cuál es la manera de tirarlos abajo? Estudiantes secundarios opinan sobre el tema.
Jueves 6 de octubre de 2016 18:15
En la puerta de la escuela cuelga una bandera pidiendo por la infraestructura. En las escalinatas blancas del Mariano Acosta estaba Sol Schmal, con su mochila pintada a mano y sus carpetas. Ella tiene 15 años, cursa el tercer año del secundario y es integrante de la agrupación “No Vamo A Calmarno”, referenciada en Pan y Rosas dentro del Frente de Izquierda.
Sol cuenta que desde que entró al colegio recuerda problemas con el código de vestimenta. “Había varios casos en los que las compañeras nos sentíamos hostigadas o nos hacían pasar un mal momento por cómo nos vestíamos. Cada vez que te veían mostrando, por lo menos el hombro, te hacían taparte.” Se mordió los labios, tomó aire y siguió: “Todo se agravaba por la situación socioeconómica. Eso era lo que justificaban tratarnos mal. Hacían mas diferencia todavía. Mirá, tengo una compañera a la que un preceptor le preguntó porque andaba vestida así y cuando ella se iba a defender, la interrumpe y le dice que no le sorprendía por el barrio en el que ella vivía. Que seguro por eso estaba vestida así y la hicieron taparse porque tenía la panza al aire”.
Esta problemática se ve en las distintas escuelas de Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Las estudiantes se enfrentan día a día a las autoridades de sus escuelas y sus normas y pelean contra los sentidos comunes machistas que se les quieren imponer.
“Después de todos estos casos que encontramos, hablamos con el centro de estudiantes para cambiar el código de vestimenta. Recién el año pasado la conducción del centro de estudiantes, que es kirchnerista, pudo reformarlo ¡pero sin organización! Lo hicieron por arriba, acordando a solas con las autoridades…
De un día al otro cambiaron el código. Nadie se enteró como fue” y siguió “Igualmente en la práctica no se cumple la reforma del código. Ahora nos damos cuenta que sin organización no se puede. No había manera de cambiarlo. Nos pasa exactamente lo mismo que antes. Nos siguen hostigando. Nos hacen tapar cada vez que nos mostramos, pero simplemente porque queremos vestirnos como queremos.”
Dentro de la organización de los y las estudiantes de los colegios hubo distintas formas de encarar el machismo de los códigos de vestimenta. Luca Ermili es estudiante del colegio Normal 1, del barrio Congreso de la Ciudad de Buenos Aires. Milita en la agrupación No Vamo A Calmarno y está cursando el último tramo de su secundaria.
A principio de año junto con sus compañeros organizaron un “pollerazo”. “El código de vestimenta molestaba a todas nuestras compañeras. Las criminalizaban por querer vestirse como querían. Entonces, decidimos organizar una jornada de polleras en el colegio, donde los hombres fuimos vestidos así también, en apoyo a su lucha” y siguió “ese hecho se replicó en todos los medios y sacudió la cabeza de más de uno. Nosotros logramos tirar el código de vestimenta y la organización siguió. Te aseguro que ahora antes de hablar, lo piensan dos veces. Hay una fuerza por abajo, que les marca la cancha. El machismo con la organización no avanza ni un paso”.
Sol, que va a ir por primera vez este año al Encuentro Nacional de Mujeres con Pan y Rosas contó a este medio: “Es necesaria y fundamental la organización de todos los compañeros y compañeras para terminar con el machismo en las escuelas. Hay que tener ganas de salir a luchar en las calles, adentro de los colegios, desde los centros de estudiantes y las comisiones de género. Tenemos que aprender eso, sin organización no se llega a nada. Juntos somos imparables. Y la realidad no deja de demostrarlo”.