A continuación, una apreciación personal sobre una película que sacudió al mundo, y que por algo lo hizo.
Domingo 13 de octubre de 2019 14:39
Entrar al cine siempre es una experiencia que puede transportarte casi mágicamente al lugar donde se desarrolla la película, más aún cuando la escenografía y las tomas están tan bien logradas como en Guasón.
La particularidad del Guasón es que parece llevarte a la puerta de salida del cine a las corridas (como salen Bruce Wayne y sus padres del teatro) y a chocarte con una calle cercana a Retiro o a cualquier ciudad capitalina del país del que seas. Es que Ciudad Gótica no es más que la escenografía perfecta que se para frente al espejo reflejando la decadencia de la urbe capitalista.
Arthur Fleck no parece ser más que un pobre tipo con pésima suerte al comienzo. Sin embargo, el desarrollo del personaje no hace otra cosa que demostrarnos lo equivocados de esa primera impresión, no existe la pésima suerte en una sociedad asquerosamente desigual.
Guasón es producto de un programa social mínimo que se recorta y cierra, un trabajo del que es despedido y, por sobre todas las cosas, del desprecio total de una sociedad que padece de la grave enfermedad del capitalismo. Esa combinación de factores es potenciada por el desequilibrio mental de una madre y las repercusiones sobre la salud mental de Arthur.
“Un ‘héroe’ que crea su propio villano”
Guasón lleva hasta las últimas consecuencias la genial idea de dejar de demonizar a los villanos. Uno puede no compartir desde ya el método ni la salida individual de Arthur, quien desesperadamente se convierte en un asesino de todo lo que no le dejó cumplir sus sueños, pero es imposible no empatizar con él, ponerse en sus zapatos. Sin dudas, Phoenix lo hizo.
Marx hace más de un siglo escribió que el capitalismo creaba a sus propios sepultureros, nada más actual que esta frase que la película vuelve argumento mostrando como un cínico candidato a alcalde (claro representante de la élite de Ciudad Gótica) es en gran parte creador del Guasón, futuro enemigo acérrimo de su hijo Bruce.
Las pinceladas más finas de la época la dan la huelga que genera mayor bronca entre los ciudadanos, por la basura. Un detalle nada menor cuando alrededor del mundo la juventud centralmente es parte activa de un enorme movimiento que cuestiona cómo el capitalismo destruye el medioambiente. También las movilizaciones de odio a los ricos, o Wayne planteando ser la única salvación ante la crisis que hunde a Ciudad Gótica. Teléfono para Argentina, y para Alberto.
Arthur Fleck está lejos de ser un héroe revolucionario ni mucho menos, pero sí hace al menos preguntarnos: ¿Es esta la vida que queremos? Para no crear Guasones, primero deberían dejar de existir los Wayne.