Con la política criminal del ultraderechista, el agronegocio y las mineras se envalentonaron aún más contra la biodiversidad y los pueblos originarios de Brasil.
Valeria Foglia @valeriafgl
Domingo 9 de agosto de 2020 18:14
Los números son categóricos: de acuerdo a Tropical Forest Fires Watch, en agosto de 2019 se quemaron más de treinta millones de hectáreas de sabana, tierras agrícolas y bosques de Brasil. Se trató de la peor temporada de incendios en casi una década y ocurrió apenas ocho meses después de que Bolsonaro llegara al poder. Nadie podría acusarlo de no haber anticipado que su gestión envalentonaría al extractivismo del agro y la minería, que pedían a gritos flexibilización de leyes de protección de la Amazonia.
Según la misma publicación, hay una conexión entre los incendios forestales y una deforestación también inédita: en la temporada 2018-2019 se perdieron más de 10 000 kilómetros cuadrados de bosque, la pérdida anual más alta en una década. Jair Bolsonaro casi duplicó el ritmo de destrucción de la selva amazónica brasileña: 34 % más [1]. Pero esto no es agua bajo el puente: ahora mismo la Amazonia brasileña está otra vez bajo las llamas. De agosto de 2019 al mismo mes de 2020 sumó 9.205 km2. En casi dos años, un territorio equivalente a la superficie de El Salvador (21.041 kilómetros) fue arrasado por el fuego.
Tras nombrar a Tereza Cristina, la Musa del Veneno, en la cartera de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, una de las primeras medidas del ultraderechista presidente de Brasil fue achicar un 25 % el presupuesto de Ibama [2], la agencia pública de control ambiental.
“Más del 15 % del territorio nacional es delimitado como tierra indígena y quilombola. Menos de un millón de personas viven en estos lugares aislados del Brasil de verdad, explotadas y manipuladas por ONG”, había dicho Bolsonaro en Twitter tras asumir. Y de las palabras intentó ir a los hechos: en febrero de 2020 su Gobierno presentó un proyecto de ley que atacaba directamente territorios indígenas en favor de mineras y agronegocio.
La MP (medida provisoria) 910 establecía mayor concentración de tierras al otorgar la tenencia a los llamados "colonos" que “limpian” (queman y desmontan) para la producción agrícola o la minería. El proyecto avanzaba tanto sobre los derechos territoriales indígenas y la biodiversidad que, a raíz de una fuerte presión nacional e internacional, no prosperó.
Se señala directamente a la agroganadería industrial como responsable de instigar y provocar estos salvajes incendios en uno de los principales pulmones planetarios. Un informe de Chain Reaction Research, grupo de expertos en temas de deforestación, estableció qué grandes empacadoras de carne tuvieron incendios en sus alrededores. JBS encabeza el ranking, como no podía ser de otra manera. Estos verdaderos “gánsteres de la carne”, mayores operadores del mundo e implicados en múltiples casos de corrupción, tuvieron 317 096 alertas de incendios en su área. Los siguen Minerva (105 091), Marfig Global Foods (100 341), Amazon Boi (67 479), Vale Grande Industria e Comercio de Alimentos (66 663), Mercurio Alimentos (64 040), Masterboi (49 298), Irmaos Goncalves Comercio e Industria (46 981), Frigoli (39 075), Matoboi Alimentos (29 644).
¿Y ahora?
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) concluyó, a partir de cientos de imágenes satelitales del área, que los incendios del 2020 podrían abarcar una superficie aún mayor que los de 2019. Hubo al menos 6.091 fuegos registrados en julio de 2020, mientras ese mismo mes del año pasado se registraron 5.318. En tierras indígenas, uno de los objetivos de Bolsonaro y el extractivismo, significó un aumento del 77 %.
El cambio en la estrategia de Bolsonaro, con la prohibición de los incendios forestales y la militarización durante los cuatro meses de la estación seca, no significó una merma de aquellos. A diferencia del período anterior, ahora Brasil se enfrenta además a las condiciones sanitarias gravísimas de la pandemia y la política criminal de Bolsonaro.
Te puede interesar: Bolsonaro fue denunciado en La Haya por crímenes contra la humanidad
Te puede interesar: Bolsonaro fue denunciado en La Haya por crímenes contra la humanidad
Recientemente un artículo de The New York Times sostenía que Bolsonaro se vio presionado por Gobiernos europeos, empresas locales y potenciales socios comerciales extranjeros a “dar pelea contra la deforestación” en Brasil y fijar metas que al momento fue incapaz de cumplir. También nombró al general Hamilton Mourão, su vicepresidente, al frente del Consejo Nacional de la Amazonia. A fines de junio el militar aseguró que “la cuestión ambiental” del Amazonas “no será impedimento” para el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.
Con Bolsonaro en el poder, se está destruyendo a diario el equivalente a más de tres mil campos de fútbol de bosque amazónico. El Observatorio del Clima de Brasil estima que a fin de este 2020 la pérdida total anual podría ser de 13 000 kilómetros cuadrados. “La explosión de la deforestación en la Amazonia tiene como causa importante el discurso del presidente de la república, que deslegitima la inspección ambiental al tiempo que estimula la ocupación de la región por un modelo depredador", afirma Suely Araújo, encargada de Políticas Públicas del Observatorio.
No está en discusión que el fuego en territorio amazónico y Siberia, así como a comienzos de año en Australia, está ahogando al planeta. En lugar de ser reservorios de gas carbónico que equilibren su presencia en la atmósfera, los bosques incendiados se vuelven emisores descomunales.
Te puede interesar: Nueva oleada de incendios y deforestación en el Amazonas en plena pandemia
Te puede interesar: Nueva oleada de incendios y deforestación en el Amazonas en plena pandemia
La Amazonia brasileña, además, es la región que alberga un 20 % de las reservas de agua dulce del planeta. Su destrucción, junto a la que se produce en otros “focos calientes”, está afectando el clima en otras partes de la región y reduce las posibilidades para el balance del sistema Tierra en el momento en que más lo necesita.