En este artículo André Barbieri, dirigente del Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT) de Brasil y editor de Idéias de Esquerda, analiza el fenómeno político de Pablo Marçal cuyo ascenso es comparado con el de Milei en la Argentina.
El ascenso de Pablo Marçal se ha asociado en algunos medios con el del fenómeno de Javier Milei, que llevó a la extrema derecha a la presidencia argentina. En el caso brasileño, está por verse si Marçal tendrá éxito en las elecciones municipales de São Paulo, en un terreno que ya se disputan los seguidores de Bolsonaro. Todo apunta a que Marçal está buscando inspiración en la forma de hacer política de Milei, así como en su forma de proyectarse, para intentar gobernar la mayor ciudad de América Latina, como posible trampolín hacia las presidenciales de 2026. Que lo consiga es otra cosa.
La ruptura entre Bolsonaro y Marçal en el contexto de las elecciones de São Paulo, una pelea pública que ha venido a catalizar la disputa por la base de extrema derecha para las presidenciales de 2026, ha aumentado el interés por la identificación entre el ultra liberal argentino que llegó a presidente y el truhán brasileño que aún intenta consolidarse.
João Cezar de Castro Rocha, crítico literario e historiador de la UERJ [Universidad Estatal de Río de Janeiro, NdT.], afirma que Marçal presenta una superación radical de Bolsonaro y una radicalización del fenómeno de la derecha, una especie de Bolsonaro sin filtro que coloniza la política a través de la “economía de la atención” (una estrategia de promoción pública a través de discursos histriónicos). Trasladando los métodos comerciales de las plataformas digitales a la política, el candidato del PRTB [Partido Renovador Laborista Brasileño (en portugués: Partido Renovador Trabalhista Brasileiro, PRTB)] ha contratado a un equipo de empleados para darse a conocer con reproducciones de las abyecciones que pronuncia en público. Como resultado, su modelo de actuación emula casi a la perfección el de Javier Milei, que saltó a la fama de esta manera.
El analista Gustavo Segré también identifica en Marçal el “fenómeno Milei”, debido al método de irrupción meteórica de una figura desconocida a través de la explotación de las redes sociales [1]. La fijación con el manejo de las plataformas digitales fue una característica del propio ascenso de Bolsonaro, que mezcló el submundo de las redes con semi-ideólogos de extrema derecha, por ahora ausentes en el caso de Marçal. Otros análisis, como el de Júlia Barbon, buscan asociar a Milei y Marçal en la esfera de la construcción simbólica, de discursos destructivos que representarían el verdadero rostro de la política “antisistema”: el “león” de Milei –una fantasía de fuerza en la frágil psicología de la sumisión al poder económico– se reedita con el “M” de Goiás.
De hecho, hay muchas razones para asociar a Marçal y a Milei. Hay similitudes significativas entre ellos en la forma de hacer política, siendo ambos empresarios individuales del entretenimiento (tanto televisivo como motivacional) que tuvieron a su disposición el capital necesario para construir ejércitos en las redes sociales para publicitar sus opiniones reaccionarias, su Weltanschauung [cosmovisión] de extrema derecha. Ambos utilizaron el método de Andrew Tate [influencer de derecha en Internet conocido por sus exhibiciones de riqueza y sus opiniones misóginas] para explotar las redes (contratar a miles de jóvenes que competían entre sí para ver quién proporcionaba más cortes de video virales). Milei y Marçal son talibanes del neoliberalismo, soldados fundamentalistas del sistema del capital en crisis en todo el mundo. Abanderados del espíritu empresarial, sinónimo de precariedad y desempleo. Autodenominados outsiders enemigos del “sistema”, hablan con fuertes dosis de improvisación; en ambos no es difícil encontrar delirios místicos o relatos mesiánicos. Javier Milei, cuando estaba en campaña, fue utilizado por la burguesía argentina para inclinar las elecciones lo más a la derecha posible, antes de emigrar hacia él; Marçal está siendo utilizado ahora del mismo modo por la burguesía de Faria Lima [Importante avenida paulista], a la que ya le resulta difícil ocultar el discreto encanto que ejerce sobre ella el ex entrenador vinculado al crimen organizado.
Las bases de la radicalización del trumpismo en América Latina
Especímenes como Javier Milei y Pablo Marçal, así como Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, son la putrefacta representación de la degradación social y económica de América Latina, causada por el atraso y la dependencia de una burguesía decadente. En la década de 2000, América Latina fue uno de los dínamos de la economía mundial, pero sólo debido al alto precio temporal de las materias primas en el mercado externo. La bonanza de países como Brasil y Argentina dependía de la entrada de dólares procedentes de la exportación de commodities como la soja, la carne de vacuna, el petróleo y el mineral de hierro, un ciclo económico expansivo que permitía ciertas concesiones sociales y el éxito parcial y limitado de proyectos nacionales como el lulismo en Brasil o el kirchnerismo en Argentina (mientras estas fuerzas protegían y promovían la propiedad privada de los capitalistas, mantenían a la región atrasada y dependiente de actividades primario-extractivistas y hacían todo tipo de alianzas con la derecha). Cuando la crisis de 2008 golpeó al país y provocó el agotamiento de la voracidad china y la entrada de dólares, el ciclo político se invirtió. La contracción de la economía significó una contracción inmediata de las concesiones políticas. La burguesía comenzó a impulsar, a veces abiertamente y a veces encubiertamente, monstruosidades de extrema derecha que habían sido alimentadas por años de conciliación, para aplicar grandes ajustes económicos contra las masas. América Latina es ahora la región con el crecimiento económico proyectado más bajo del mundo [2].
Esta situación, por definición, tiende a seguir proyectando aberraciones de extrema derecha. El marxista sardo Antonio Gramsci señala que los fracasos de las grandes empresas burguesas son respondidos por la clase dominante con la creación tentativa de líderes carismáticos que intentan poner orden en el caos y evitar la guerra civil.
Cuando se producen estas crisis, la situación inmediata se vuelve delicada y peligrosa, porque el campo se abre a soluciones de fuerza, a la actividad de poderes ocultos representados por hombres providenciales y carismáticos [...] Cuando la crisis no encuentra una solución orgánica, sino la del líder carismático, esto significa que existe un equilibrio estático (cuyos factores pueden ser muy variados, pero entre los que prevalece la inmadurez de las fuerzas progresistas) que ningún grupo, ni conservador ni progresista, tiene la fuerza necesaria para vencer [3].
Volveremos más adelante sobre la cuestión de la inmadurez de las fuerzas progresistas, de la que habla Gramsci. Pero es necesario añadir a esta reflexión que estos proyectos carismáticos –que para León Trotsky serían diferentes gradaciones del bonapartismo– son hoy parte constitutiva de la crisis de la autoridad del Estado, o de la crisis de la hegemonía burguesa, y no su solución. En ausencia de nuevos motores para los proyectos hegemónicos, la burguesía se ve obligada a recurrir a sucesivos intentos de soluciones reaccionarias, una más impotente que la otra. A Bolsonaro le puede seguir Marçal. A Trump le puede seguir J.D. Vance [candidato republicano a vicepresidente junto a Trump]. Y en el curso de estos enfrentamientos, las postulaciones de la extrema derecha se radicalizan en la misma medida en que se muestran impotentes para resolver el problema orgánico.
Aproximaciones y diferencias
El declive de las burguesías nacionales latinoamericanas es heterogéneo y tiene ritmos diferentes según los países. Por eso no es de extrañar que haya diferencias entre los procesos que levantaron Milei en 2023 y Marçal hoy. En Argentina, Milei inauguró el fenómeno de extrema derecha que recorrió el mundo desde 2016, con el Brexit en Reino Unido y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Representó de manera distorsionada (porque no siempre con identificación ideológica) el hartazgo o cansancio de masas contra las dos coaliciones tradicionales de la burguesía argentina, el peronismo y la derecha antiperonista –ambas, con Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández, habían llevado al país a la catástrofe–. Como dijo Christian Castillo, diputado nacional del PTS en el Frente de Izquierda y Unidad de los Trabajadores (FITU), “Milei es hijo de las políticas pro FMI que el peronismo aplicó durante cuatro años, y avanza porque el peronismo le da mucho espacio”.
Marçal es una novedad sin ser pionero, ya que en Brasil el símbolo de la extrema derecha es Bolsonaro, catapultado a la presidencia de la República como hijo ilegítimo de un golpe institucional pro imperialista promovido por la Operación Lava Jato. Esto es importante. Muchas de las características de Marçal están tomadas del manual de Bolsonaro, a quien tiene que rendir homenaje. Más importante aún, el fenómeno Marçal surgió en la arena ya como un francotirador en la carrera por la corona de la extrema derecha, representando una reacción a la institucionalización de Bolsonaro, como dijimos aquí.
Esto genera muchas tensiones y contradicciones porque, como señala Fernando Exman, está claro que el bolsonarismo es más grande que Bolsonaro, lo que podría significar enfrentamientos y reformas dentro del amplio segmento de la extrema derecha en Brasil. “Como dijiste: nos van a extrañar”, escribió Marçal, quien fue rápidamente desafiado por Bolsonaro: “¿Nosotros? Salud”. En respuesta, Marçal afirmó haber donado 100.000 reales a la candidatura presidencial de Bolsonaro y haber ayudado en la estrategia digital de la campaña. El enfrentamiento continuó con otros miembros del clan Bolsonaro. El diputado federal Eduardo Bolsonaro intentó descalificar a Marçal y al PRTB por sus vínculos con el crimen organizado (la ironía es gratuita). El concejal Carlos Bolsonaro, de Río de Janeiro, escribió que consideraría votar por Marina Helena [economista y política conservadora, ligada al ex Ministro de economía Paulo Guesdes, candidata a Prefecta de São Paulo por el Partido Novo], nuevamente. Después de que Tarcísio de Freitas anunciara irónicamente que no tenía preferencia electoral entre Marçal y Boulos, Eduardo y Carlos señalaron que apoyarían a Marçal en una posible segunda vuelta (dejando al gobernador de São Paulo pendiendo de un hilo). Mientras tanto, Bolsonaro y su clan corren contrarreloj para colocar en una segunda vuelta a Ricardo Nunes [Empresario y político brasileño, Alcalde (Prefeito) de São Paulo por el Movimento Democrático Brasileño (MDB)] e infligir una derrota al candidato del PRTB. Nada está escrito en piedra, y la carrera por la base de votantes reaccionarios de derechas en São Paulo continúa a buen ritmo.
Milei usó y abusó del personaje de salvador de la nación, pero, al menos en campaña, no desplegó el discurso de alguien “elegido por Dios”, dirigido al público evangélico. Marçal sigue el guión de su predecesor y apuesta por la figura del elegido por Dios para “enfrentarse a todos con el pueblo”, intentando acercarse a los evangélicos –aunque su teología de la prosperidad individual no acepta la mediación religiosa, y es un desafío a los mandarines evangélicos. Dice que “la iglesia no tiene cuatro paredes, tiene dos piernas, tú y yo somos la iglesia”, una ética protestante similar a la estudiada por el sociólogo conservador Max Weber. No es de extrañar que Silas Malafaia, Sóstenes Cavalcante y otros líderes evangélicos ataquen a Marçal en defensa de Bolsonaro, partidario del tradicional control de la cúpula evangélica sobre sus fieles.
Desde el punto de vista de la estructura de los partidos, Milei no procedía de ninguna de las dos coaliciones centrales de la política argentina (ni del peronismo ni del macrismo), y tuvo que crear una farsa de partido, La Libertad Avanza. Marçal, aunque no procede de la política, ha trabajado para partidos de Centrão [4] como PROS [El Partido Republicano de Orden Social (en portugués: Partido Republicano da Ordem Social, PROS), partido que obtuvo su registro definitivo por el Tribunal Superior Electoral (TSE) el 24 de septiembre de 2013] y Solidaridade [Partido político brasileño aprobado también en septiembre de 2013 por el TSE], y ahora se presenta por el PRTB, uno de los partidos fisiológicos más oscurantistas del país, implicado con el narcotráfico y el PCC [5]. Esto ya le está valiendo titulares y ataques de adversarios de los que no parece poder librarse, él que ya ha sido condenado por participar en una banda que robaba cuentas bancarias por Internet.
Pero la analogía nos interesa porque expresa características genéticas de la extrema derecha actual. El meteórico ascenso de Milei y el de Marçal se lograron estimulando el sentimiento anti político entre las masas. De hecho, el discurso político de Milei en Argentina se basó en la “lucha contra la casta”, contra el “sistema político”, levantando la motosierra para “eliminar los privilegios que el pueblo argentino está cansado de ver”. Una vez en el gobierno, demostró que lo que entendía por “casta” era la masa de millones de trabajadores y pobres. Se entendió con la “vieja casta política” para aprobar la Ley de Bases repartiendo cargos, favores y todo tipo de artimañas –con la colaboración de la derecha, el radicalismo (UCR) e incluso un sector del peronismo.
Marçal también presenta el disfraz de la anti política y, al menos en su discurso de campaña, reverbera lo que João Cezar de Castro Rocha considera la destrucción de la política. Proyecta su figura como la de quien está “solo, atacado por todo el sistema”, odiado por lo que Milei llamó la “casta”, a la que anuncia que está dispuesto a eliminar. “Déjenme arreglarlo” es la fórmula personalista del nuevo aspirante a líder carismático de la derecha, que haría lo que Bolsonaro no ha hecho. De hecho, Marçal está haciendo todo lo posible por explotar la institucionalización de la extrema derecha llevada a cabo por Bolsonaro. Ante la supresión de sus redes sociales por parte del Tribunal Electoral, Marçal lanzó una nueva campaña como víctima de una persecución “de lo que hay”, con el lema “presiona, todo el sistema se asustará”. Los rasgos mesiánicos del mensaje se inscriben en el llamamiento a la población para que multiplique sus apariciones en las redes, una personificación del político que, “junto con el pueblo, acabará con la política” –guiñando disimuladamente un ojo al régimen político, llamando a un “alto el fuego” con Lula si es elegido.
Este discurso de la anti política resulta atractivo para las amplias masas, castigadas por el azote de la crisis capitalista y desconfiadas de toda la estructura política que se apoya en la sustitución de los partidos de arraigo social por formaciones fisiológicas superestructuralizadas. Milei y Marçal dan a este discurso el significado específico de anti partido, aunque utilicen la forma partido, y pretenden sustituirla por la veneración al “líder” Milei creó su propio semi-partido, que considera un mero instrumento de su movimiento paleolibertario, y Marçal afirma que se vio obligado contra su voluntad a afiliarse a partidos para poder concurrir a las elecciones. En cualquier caso, serían vehículos para el estrellato del individuo. Como vimos con Bolsonaro, este culto a la personalidad de la derecha se basa a menudo en valores vagos e incoherentes, resumidos en fórmulas breves que adquieren la solidez de los dichos populares.
Gramsci estudió este fenómeno en los Cuadernos de la cárcel. En su diálogo crítico con la obra del politólogo Robert Michels sobre los sistemas de partidos, reflexiona sobre la dimensión que existe en la extrema derecha entre la organización y el papel de la dirección como “intérprete insustituible” de los objetivos de las masas desesperadas. Examinando la cuestión de la forma de partido en su sentido más amplio, el de una tendencia política específica (como en el caso de la extrema derecha), dice:
Mussolini es otro ejemplo de líder de partido que tiene algo de profeta y de creyente [...] También con él, la noción del axioma: “el partido soy yo” tuvo su máximo desarrollo [...]. Además, el llamado “carisma”, en el sentido de Michels, coincide siempre en el mundo moderno con una fase primitiva de los partidos de masas, con la fase en la que la doctrina se presenta a las masas como algo nebuloso e incoherente, que necesita de un papa infalible para ser interpretado y adaptado a las circunstancias [6].
Al mismo tiempo, Gramsci advierte que detrás de cada incoherencia hay un programa, que debe ser combatido por la izquierda socialista.
En ciertos momentos de “anarquía permanente” debida al equilibrio estático de las fuerzas en lucha, un hombre representa el “orden”, es decir, la ruptura por medios excepcionales del equilibrio mortal, y a su alrededor se agrupan los “asustados”, las “ovejas hidrófobas” de la pequeña burguesía: pero siempre hay un programa, aunque sea genérico, y genérico precisamente porque tiende sólo a readaptar la cobertura política externa a un contenido social [7].
Precisamente, hay un programa (y una ideología) detrás de los discursos vagos e incoherentes sobre “déjenme arreglarlo”, “soy yo y el pueblo contra todos los demás” y cosas por el estilo. La anti política es el correlato ideológico de la política neoliberal de eliminar todos los obstáculos posibles al libre automatismo del mercado. Como dicen Dardot y Laval en La nueva razón del mundo, la anti política sirve a los intereses de un tipo de gobierno cuya esencia está determinada por la eliminación de todos los obstáculos a la valorización del capital. No es ningún secreto que para Milei el mundo se reduce al empresario individual que, pisoteando a los demás, crea riqueza gracias a su propia fuerza y creatividad. Tanto es así que el DNU y la Ley de Bases, considerados por la ultraderecha argentina como el elixir de la juventud para una economía en ruinas, fueron redactados por los propios empresarios multimillonarios que se beneficiarán con ellos (la reforma laboral de Milei tuvo sus cláusulas a la medida de los “mega empresarios” de Techint, Mercado Libre, Ledesma y diversas patronales de la Asociación Empresaria Argentina) [8]. Marçal es también un sacerdote del emprendimiento y del fundamentalismo individualista neoliberal, hasta el punto de defender en debates electorales la construcción de “programas de creación de nuevos emprendedores en las escuelas públicas” como lucha contra la izquierda. En sus piezas publicitarias como “coach” anima a los jóvenes a abandonar el CLT [9] y convertirse en emprendedores, y en una campaña llegó a hacer un vídeo insinuando demagógicamente un permiso de trabajo para convencer al mundo de que la felicidad está en un empleo con salarios de miseria. Tanto para Milei como para Marçal, la ideología-programa del espíritu empresarial sólo tiene un significado: la precariedad y el deterioro total del trabajo.
Esta ideología-programa de ataque a todo lo colectivo como norma se expresa en el agudo anticomunismo de ambos. Irónicamente, Marçal trató de competir con Bolsonaro en la capacidad de cada partido para “eliminar el comunismo”. A Eduardo Bolsonaro le dijo que él sería mucho más eficaz para eliminar a esa “pandilla de comunistas” de São Paulo (en la que incluye cómicamente a gente como “Ricardo Nunes, el PMDB y el PSDB”). En otra ocasión, dijo que no era comunista porque “primero te ocupas de tu vida y luego de los demás”. Javier Milei construyó ideológicamente su campaña contra lo que él entendía por comunismo, con toda la ignorancia de la extrema derecha al respecto. Calificó al comunismo de “satánico y canceroso” y de “enfermedad del alma”. De hecho, en el debate presidencial argentino, le preguntó a la candidata de la izquierda socialista, Myriam Bregman (dirigente del PTS, ex diputada nacional por el FITU), por qué quería “instalar el comunismo en la Argentina, que ha sido un fracaso en lo económico, social y cultural, además de haber asesinado a 150 millones de personas”.
Bregman lo rebatió categóricamente:
Javier Milei, no sé si fue Macri quien te lo dijo en un momento de impotencia de ambos, pero en realidad lo que decís es falso, fake news de enormes proporciones, que se repite por todos lados, pero no por repetirse en las redes sociales se convierte en verdad. ¿Por qué repetís esta basura? Porque necesitás ocultar que defendés un sistema capitalista en el que el 30 % de los alimentos producidos se tiran, mientras los niños mueren de hambre, porque defendés un sistema basado en el robo del trabajo asalariado. Nosotros, en cambio –soy socialista, Milei– defendemos la idea de que todos los recursos de la economía deben planificarse en función de las necesidades sociales, y no de las necesidades de un puñado de ricos, que es lo que vos defiendés [10].
Este anticomunismo es la forma en que se oponen a la verdad de que toda la riqueza humana construida hasta la fecha ha sido el resultado de la cooperación del trabajo en íntima relación con la naturaleza. Como señalan Emilio Albamonte y Matías Maiello, el poder del trabajo cooperativo es lo que permite crear no sólo nuevas fuerzas materiales, sino nuevas fases de la civilización humana –y para impedirlo, el capitalismo se ve obligado a apropiarse permanentemente del trabajo cooperativo. El único “mérito” –si se le puede llamar así– del empresario individual es aplicar los trucos más eficientes para robar el producto del trabajo cooperativo, y esclavizarlo como condición para la continuación de la acumulación ampliada de capital. Esta es la razón central por la que sólo una gran batalla anticapitalista en el terreno político, pero también en el ideológico-cultural, puede hacer frente a la extrema derecha, astuta partidaria de la explotación máxima del trabajo.
Una izquierda que quiere radicalizar la lucha contra la extrema derecha y el capital
Y aquí podemos volver al tema de la inmadurez de las fuerzas progresistas del que hablaba Gramsci. En el caso de São Paulo, Guilherme Boulos, del PSOL, es la encarnación de lo contrario de lo que se necesita para enfrentarse a Marçal y a la extrema derecha. Incluso desde un punto de vista estrictamente electoral, Boulos omite conscientemente el hecho de que el emprendedor Marçal tiene un programa abierto para que los trabajadores y los pobres trabajen hasta morir. Opta por no oponerse a los fundamentos de la explotación capitalista, que Marçal comparte con Nunes y Tarcísio –diferentes matices del bolsonarismo– y que eleva a la máxima potencia. Al contrario, Boulos utiliza miméticamente los mismos argumentos aceptados y dictados por la fracción de la clase dominante reunida en torno al Frente Amplio Lula-Alckmin, beneficiaria de los ataques neoliberales del gobierno federal, como el “Marco Fiscal” y los recortes presupuestarios en Salud y Educación.
Junto con la liberal Tábata Amaral [Politóloga del Partido Socialista Brasileño, diputada federal por São Paulo], Boulos no se cansa de decir que Marçal es un matón. Mientras tanto, deja intacta la reforma laboral –impulsada también por su vicepresidenta, la golpista Marta Suplicy [Ex Ministra de Cultura de la República Federativa de Brasil durante el gobierno de Dilma Roussef, tras renunciar al PT se afilió a Solidaridade, y actualmente se desempaña como funcionaria de la alcaldía paulista]– que Marçal defiende en nombre de la destrucción de los derechos laborales en el altar de la dictadura patronal en fábricas, empresas y plataformas. Boulos no defiende los derechos laborales plenos para todos como contrapunto al empresariado neoliberal de Marçal. Recluta para su gabinete a un coronel de la policía militar que fue Comandante de la Policía en la época de las matanzas de Osasco y Barueri, imitando a Nunes, que también había reclutado a un comandante de dicha fuerza para su proyecto de gobierno. Dialoga con empresarios y líderes evangélicos, asegurándoles que no cuestionará la privatización de Sabesp [Compañía de Saneamiento Básico del Estado de São Paulo (Sabesp)] por Tarcísio. Ha eliminado de su programa la defensa de la legalización de las drogas, emparejándola con el sentimiento conservador impuesto por la persecución policial a la juventud negra. Quiere “cuidar de São Paulo” y “combatir las desigualdades” sin tocar el trabajo organizado por la agenda institucional golpista. Una dirección consciente para ser aceptado como “un igual” por los verdaderos dirigentes económicos de la ciudad que pretende gobernar.
Gramsci advirtió que “en la lucha política no se pueden imitar los métodos de lucha de las clases dominantes, sin caer en fáciles emboscadas”. De hecho, tales métodos colaboran con la emboscada de los experimentos de radicalización de extrema derecha. Con Lula, Alckmin y Marta Suplicy, Boulos se comprometió a preservar el orden del capitalismo salvaje en Brasil después del golpe institucional, que para resolver sus constantes crisis produce en serie a Bolsonaros, Tarcísios, Marçais.
Frente a Javier Milei en Argentina, la izquierda actúa de manera muy diferente. El comportamiento político del Partido Socialista de los Trabajadores (PTS), que encabeza el Frente de Izquierda y Trabajadores, es un choque frontal programático e ideológico contra la extrema derecha mileista. Mientras el peronismo en sus diversas caras, incluido el kirchnerismo, colabora a través de los sindicatos y la superestructura estatal para preservar el equilibrio del gobierno de Milei, la izquierda argentina apuesta a la movilización en las calles y la lucha de clases. Incluso con una presencia histórica en el Congreso Nacional, utiliza sus bancas para impulsar la lucha extraparlamentaria, convocando en el propio parlamento a movilizaciones contra el DNU y la Ley Bases, contra el recorte presupuestario en educación pública, en defensa de los jubilados y contra los despidos. Plantea un programa anticapitalista de 10 puntos para unir a trabajadores, mujeres y jóvenes contra el espíritu empresarial ultra liberal de Milei, en defensa de aumentos salariales automáticos indexados a la inflación; servicios públicos de calidad administrados por los trabajadores; del medio ambiente con el fin del saqueo extractivista capitalista; reducir la jornada laboral a 30 horas semanales, sin reducción salarial, para acabar con el desempleo; el fin del sometimiento al FMI, con la abolición del pago de la deuda pública fraudulenta y del monopolio del comercio exterior; entre otros.
Además, en Argentina vemos una izquierda que elabora teóricamente, que produce constantemente ideológicamente en defensa del marxismo y de las ideas socialistas, con elaboraciones teóricas y la publicación de libros y folletos, para recrear en la nueva generación de jóvenes y trabajadores. el imaginario del comunismo en diálogo con las corrientes de pensamiento actuales.
Una izquierda que está dispuesta a radicalizar programática e ideológicamente el enfrentamiento contra la extrema derecha, el Poder Judicial y todo el orden capitalista está ganando prestigio, tiene atractivo en segmentos influenciados por el peronismo y crece como nunca en Argentina. Prepara el futuro. Este es un ejemplo para la izquierda brasileña. En Brasil, una confrontación de esta naturaleza requiere un compromiso con la fuerza de la movilización y la lucha de los trabajadores, los negros, las mujeres, los LGBT, los indígenas y todos los sectores oprimidos, con un programa que ataque las bases de la dependencia y el atraso capitalistas que producen monstruosidades. como Marçal. Una lucha integral, que propone la derogación inmediata de todas las reformas: reforma laboral, reforma de las pensiones, nueva educación secundaria, ley de subcontratación irrestricta; la derogación del marco fiscal; la abolición de cualquier privilegio de la agroindustria que destruya el medio ambiente, como el Plan Safra [Plan de cultivos]; la respuesta inmediata a las demandas de las huelgas en curso; el fin de la subcontratación y la uberización del trabajo, mediante la contratación de trabajadores subcontratados y derechos laborales plenos para todos; no a los recortes en educación y salud, más financiación para las universidades federales y estatales, siguiendo el ejemplo de la lucha de la UERJ.
El gran desafío es construir una fuerza de izquierda socialista en Brasil y América Latina que sepa lo que quiere y vaya más allá de los límites permitidos por el orden para enfrentar a la extrema derecha y al capital. Sólo así podremos interferir decisivamente en el eterno retorno de las nuevas caras del trumpismo que seguirán surgiendo en el curso de la crisis capitalista.
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