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Red Internacional
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Aniversario. Anatoli Lunacharski: Revolución, Arte y Educación

Ante un nuevo aniversario de su fallecimiento, recordamos a Anatoli Lunacharski, conocido por su papel fundamental en la educación soviética tras la Revolución de Octubre de 1917.

Jueves 26 de diciembre de 2024 00:36

Retrato

Lunacharski (1875-1933), nace en el pueblo de Vitebsk, el cual en aquel momento formaba parte del Imperio Ruso (actualmente en Bielorrusia). Desde joven, se destacó por ser muy talentoso. Según Trotsky, era capaz de dar conferencias sobre Nietzsche, discutir el imperativo categórico de Kant y comparar a Sófocles con Shakespeare. Pero lo que definió su vida fue su compromiso con la revolución y el socialismo, al que dedicó más de cuatro décadas, soportando prisión y exilio sin renunciar a sus ideales marxistas. Como señala Trotsky, “en él se hicieron carne y sangre las ideas de la revolución, no fueron un entusiasmo juvenil”. [1]

Sin embargo, su personalidad era compleja. Trotsky lo describe como un hombre de talento brillante, pero con una elasticidad de carácter que a menudo lo llevaba a fluctuaciones políticas y filosóficas inesperadas. Esta “generosidad diletante”, en palabras de Trotsky, a veces debilitaba su sentido crítico, aunque siempre volvía al pensamiento básico de la revolución y el socialismo.

En 1917, Lunacharski regresó al bolchevismo tras años de distanciamiento. Durante la Revolución de Octubre y los primeros años del poder soviético, desempeñó un papel clave como Comisario de Educación. Trotsky resalta su capacidad única para ganarse la confianza de los círculos intelectuales, que inicialmente veían a los bolcheviques como “ignorantes usurpadores”. Lunacharski demostró que el nuevo régimen no sólo respetaba la cultura, sino que buscaba democratizarla.

“Más de un druida académico tuvo que quedarse con la boca abierta ante este vándalo que leía sin dificultad media docena de lenguas modernas y dos clásicas”, escribe Trotsky. Esta habilidad para tender puentes entre la revolución y la intelectualidad permitió que el arte y la ciencia tuviesen hilos de continuidad en un contexto de transformación radical.

Trotsky también menciona episodios que revelan su carácter impresionista, como su casi ruptura con el partido en 1917 por rumores falsos sobre la destrucción de la catedral de San Basilio durante los combates en Moscú en el marco de la guerra civil de este período. Lunacharski retiró su renuncia, pero se dirigió a los obreros, campesinos y soldados:

“El pueblo de los trabajadores es ahora el dueño absoluto del país. Además de las riquezas naturales, heredó enormes riquezas culturales, edificios de una gran belleza, museos, bibliotecas. Todo eso ahora es un bien del pueblo. Todo eso ayudará al pobre y sus hijos a volverse hombres nuevos. Ustedes gritan, ¡vergüenza al ladrón que se apropia del bien ajeno! Y ustedes lo amenazan con los peores castigos. Pero es cien veces más vergonzoso ser el ladrón del pueblo… Sí, ustedes son el joven dueño del país y, aunque ustedes, ahora, tengan mucho en qué pensar y mucho por hacer y trabajar, sabrán defender sus riquezas artísticas y científicas…”.

“Es particularmente terrible, en estos días de lucha violenta, de guerra destructiva, ser Comisario de Instrucción Pública. Solamente la esperanza de la victoria del socialismo, fuente de una nueva cultura superior, nos brinda un alivio. Sobre mí pesa la responsabilidad de la protección de las riquezas artísticas del pueblo…”.

“Les suplico, camaradas, denme su apoyo, les pido su ayuda. Conserven para ustedes y para sus descendientes la belleza de nuestra tierra...”. [2]

La figura de Lunacharski y su legado quedaron retratados también en Impresiones de la Rusia Soviética y el Mundo Revolucionario, obra de John Dewey, quien visitó el país en los años posteriores a la Revolución. En este libro, Dewey destaca cómo Lunacharski lideró la preservación de los tesoros culturales y artísticos de Rusia, asegurando que fueran accesibles a los más amplios sectores populares. Como señala el autor, “Lunacharsky, más que nadie, es responsable del cuidadoso resguardo de los tesoros históricos y artísticos de Rusia”. [3]

El 26 de diciembre de 1933, Lunacharski falleció mientras se dirigía a asumir su nuevo cargo como primer embajador soviético en España. Trotsky concluye su homenaje reconociendo su contribución histórica: “Ni sus amigos, ni sus adversarios honestos pueden negar el respeto que merece su memoria”.

Para conocer más sobre las semblanzas de los líderes de la Revolución Rusa según Anatoli Lunacharski, hacer click acá.

Comisario del pueblo para la Educación

“¡Ciudadanos de Rusia! Mediante la insurrección (..) las masas trabajadoras han conquistado auténticamente el poder por primera vez en la historia”. [4]

El nombramiento de Lunacharski como Comisario del pueblo para la educación fue indiscutido. Sheila Fitzpatrick, en Lunacharski y la organización soviética de la educación y las artes, señala que su nombramiento no fue casual, “es que se le reconocía como el principal especialista del partido en la materia”. [5] Lideró el comisariado del pueblo para la educación, conocido como el Narkomprós, desde su fundación en 1917 hasta 1929. Desde ya en un equipo con importantes figuras y referentes, en las que se destaca como principal y fundamental, Nadezhda Krúpskaia. Pero también es conocida la influencia casi constante en los debates y en el interés personal de Lenin.

En el “Decreto sobre la educación popular”, emitido el 11 de noviembre de 1917, Lunacharski expuso los principales lineamientos. En un contexto donde el analfabetismo era uno de los principales problemas que asolaban a la población, el objetivo fue claro: alfabetizar a la población mediante la creación de escuelas que ofrecieran educación gratuita y obligatoria.

Uno de los aspectos más innovadores de su enfoque fue la distinción entre enseñanza y educación. Para Lunacharski, “la enseñanza es la transmisión de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educación es un proceso creador”. Esto implicaba que los amplios sectores populares debían convertirse en sujetos de su propia educación y de la sociedad que estaban construyendo. Lunacharski también enfatizó en el propio decreto sobre la importancia de mejorar las condiciones laborales de los maestros, reconociendo su papel crucial en la formación de las nuevas generaciones. Propuso que, “las justas reivindicaciones deben ser satisfechas a toda costa y sin demora”.

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Debates pedagógicos

Durante los primeros años de la Revolución Rusa, hubo grandes debates. Uno de ellos fue el que enfrentó principalmente a dos grupos: el de Petrogrado, liderado por Anatoli Lunacharski y Krupskáia, y el de Moscú, encabezado por Pozner.

El grupo de Petrogrado defendía un enfoque basado en las corrientes progresistas europeas y americanas, promoviendo una educación antiautoritaria y no escolástica siguiendo principios de la “escuela activa” de Dewey. Proponían una educación politécnica que enseñara evitando la especialización hasta la adolescencia tardía.

Por su parte, el grupo de Moscú priorizaba la creación de escuelas-comunas que funcionaran como un entorno integral para el niño durante todo el año, rechazando el enfoque de Petrogrado. Proponían que las habilidades técnicas fueran adquiridas en el trabajo práctico cotidiano, integrando la vida escolar con la producción comunitaria.

A pesar de las tensiones, ambos grupos coincidieron en conceptos progresistas como la educación universal, laica y gratuita, y rechazaron los castigos, las tareas en casa y los exámenes.

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“Los debates despertaron tal pasión que se prolongaron más allá del comienzo del curso escolar, que hubo de ser retrasado un mes, hasta el 1 de octubre”. [6] Este primer debate culminó en el I Congreso Panruso de Educación, donde las propuestas de ambos grupos fueron discutidas y plasmadas en documentos como la “Declaración sobre la Escuela Única de Trabajo” de Lunacharski y el “Informe sobre la Escuela Única de Trabajo” de Pozner. Aunque coexistieron diferencias, el resultado marcó un hito en la construcción de un sistema educativo revolucionario que buscaba equilibrar el desarrollo individual con las necesidades colectivas de una nueva sociedad basada en el principio de que los trabajadores y el conjunto del pueblo decidan el destino de sus propias vidas.


[1Trotsky, L. (1934). Anatoli Lunacharski: Arte, educación y revolución. Recuperado de Escritos de León Trotsky (1929-1940)

[2Escritos 1929-1940, Libro III, edición digital del CEIP León Trotsky en ’Con Lenin y Trotsky (extractos)’.

[3Dewey, John, (1929) Impressions of Soviet Russia and the revolutionary world, New Republic, Nueva York, (traducción propia).

[4Dewey, John, (1929) Impressions of Soviet Russia and the revolutionary world, New Republic, Nueva York, (traducción propia).

[5Fitzpatrick, Sheila (2017) [1977], Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921), Madrid, Siglo XXI España, pag. 26.

[6Fitzpatrick, Sheila (2017) [1977], Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921), Madrid, Siglo XXI España, pag. 54.