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Red Internacional
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Cine // Estrenos. Aquel amor de música ligera

Una reseña de Gilda, no me arrepiento de este amor (2016), de Lorena Muñoz, que se estrena este jueves 15 de septiembre.

Diego De Angelis

Diego De Angelis @DieDeAngelis

Jueves 15 de septiembre de 2016

Es sin dudas Gilda una figura que a priori ostenta una fuerza dramática inconmensurable. Por su historia, por su trayectoria como cantante, querida y venerada por el pueblo, convertida rápidamente, después de su trágica muerte, en una santa. Por sus inolvidables canciones de amor que se han transformado de inmediato en verdaderos himnos populares. Una mujer que no la tuvo fácil, acaso como cualquier mujer en un ambiente dominado por hombres, durante los aciagos años noventa. Es desde ya, y por tales razones, un personaje sumamente atractivo, cuya vida exhibe una potencialidad cinematográfica excepcional.

Potencialidad, sin embargo, que Gilda, no me arrepiento de este amor (2016), la película que Lorena Muñoz consagra a la vida de la cantante popular, pareciera desaprovechar. Tal vez porque no termina de profundizar ninguna de las características que ofrece su compleja biografía. O tal vez por la exposición ligera de su construcción dramática. Como si la directora haya considerado mejor sobrevolar la historia del personaje, trabajar con liviandad los sucesos más importantes de la realidad que la envuelve. Realidad que permanecerá en un absoluto fuera de campo.
La película de Muñoz comenzará por el final –el 7 de septiembre de 1996, el micro en el que iba Gilda con su banda y su familia rumbo a un recital en Entre Ríos embistió de frente un camión-, a partir de una secuencia que definirá por completo el tono ampuloso que no soltará en ningún momento. Desde el interior de un coche fúnebre que traslada el cajón, será posible observar el llanto desconsolado de sus seguidores, familiares y amigos, buscando así significar, por medio de una banda sonora triste y elegíaca, el profundo dolor que provocó su muerte, el amor que envuelve su figura, el comienzo de la leyenda.

Luego, mediante un flashback, aparecerá en pantalla Myriam Alejandra Bianchi (Natalia Oreiro) -recién después se convertirá en Gilda-, frente al espejo, descontenta por su trabajo de maestra jardinera, con la intención de cambiar y dedicarse por fin a lo que siempre soñó desde pequeña: el canto. A través de un aviso en un diario, realizará una prueba y se convertirá en cantante de una banda de cumbia, conquista inaugural de una dificultosa carrera, principalmente obstaculizada por su marido (Lautaro Delgado), reacio desde el principio a que siga una profesión que la tendrá la mayor parte del tiempo fuera de casa, fuera de la atención de sus hijos y de sí mismo. Su carrera estará atravesada también por las propias dificultades del pesado universo de la industria tropical, regenteada por matones y perversos jerarcas.

El relato avanzará a partir de la repetición constante y sonante de los acontecimientos más sobresalientes de la vida de Gilda, sin detenerse considerablemente en ninguno. Las siempre tibias peleas con su marido, las peleas con los siempre odiosos empresarios, las siempre idénticas instancias de composición de cada uno de sus grandes temas. O también mediante escenas un tanto pueriles que intentarán sugerir las bases fundantes del mito, como la recurrente exhibición de estampitas religiosas que Gilda besará. Escenas que por su construcción invariable y estereotipada atentarán contra la fluidez de la historia.

Será en los recitales, en las secuencias en vivo –acaso lo mejor del film de Muñoz-, donde podrá percibirse cierta eficacia, relacionada con el gran nivel de producción, junto a las notable performance de Oreiro, en un papel ajustado a su medida, pero que termina opacado por un proceder narrativo que prefiere navegar superficialmente por los sucesos que puntúan la historia trágica de la protagonista.

Gilda, no me arrepiento de este amor terminará siendo una película solemne, demasiado respetuosa de los buenos modales del cine mainstream. Un film que desaprovechará la oportunidad que le ofrece una figura inolvidable y controvertida. Acaso porque no logra generar en la pantalla la profunda devoción que, desde el principio y durante todo el film, tanto proclama.

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FICHA TECNICA
REPARTO: Natalia Oreiro, Lautaro Delgado, Susana Pampín, Ángela Torres, Javier
Drolas, Roly Serrano.
Dirección: Lorena Muñoz
Guion: Lorena Muñoz y Tamara Viñes
Año: 2016 | Argentina


        

Diego De Angelis

Nació en Buenos Aires en 1983. Licenciado en Letras en la UBA, escribe sobre literatura y cine en diferentes medios. Programa y coordina el ciclo "Cine para lectores".

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