×
×
Red Internacional
lid bot

CRÓNICA. Bariloche: diez años del crimen de Bonefoi y la rebelión de El Alto contra el gatillo fácil

Hace 10 años eran asesinados Diego Bonefoi de 15 años de edad, y en la posterior represión Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, las víctimas del gatillo fácil aquel 17 de junio del 2010 en el Alto de Bariloche. Lo que desnudó la realidad de exclusión y marginalidad que contrastaba con la prosperidad turística, en una ciudad que se debatía entre dos realidades antagónicas.

Martes 16 de junio de 2020 18:40

La noticia de los asesinatos de los chicos por parte de la Policía de Río Negro y la feroz represión desatada contra sus familiares y vecinos, se esparció como reguero en el país. Es que una vez más la maldita policía había cobrado la sangre de nuestros pibes y descargado su furia contra los sectores más carenciados de la población.

Desde Neuquén partimos aquella madrugada Leopoldo “Polo” Denaday, abogado del CeProDH, Graciela Frañol, docente y dirigente del PTS, junto a quien escribe, en aquel momento en el programa radial Pateando el Tablero y prensa del PTS. Llevábamos la solidaridad de las organizaciones neuquinas y ponernos a disposición de la lucha del Alto.

Nuestra llegada a la ciudad se dio en el marco de una virtual pueblada que se había tomado el Centro Cívico y había movilizado exigiendo justicia por los asesinatos. El Gobierno de Bariloche se encontraba superado, el intendente Marcelo Cascón era increpado por los vecinos del Alto y el gobernador Sainz del radicalismo rionegrino respondía a los reclamos intensificando la intervención de fuerzas represivas como el grupo especial de la policía, el BORA y la Gendarmería Nacional con el fin de aplacar las protestas que se intensificaban y que se encontraban en las calles con la movilizaciones de los sectores acomodados de la ciudad que reivindicaban el violento accionar de la policía.

Todo este escenario convivía en las frías calles del paraíso turístico de la Patagonia, que veía alterada su temporada, por los marginales excluidos que se sublevaban porque no soportaban más la prepotencia del poder que abusa y avasalla sus derechos. Los esclavos de la bonanza turística y mano de obra de los complejos de recreación, decía basta de abusos, reclamaban ser escuchados y que dejaran de matarlos.

La ejecución de Diego por la nuca cuando se encontraba en el barrio junto a dos amigos despertó una lucha histórica, Bariloche a nuestra llegada era una ciudad sitiada. El Centro Cívico, edifico emblema de la ciudad era epicentro de una asamblea multisectorial que se había reunido y tomado el edificio para exigir y demandar las respuestas del Estado ante los asesinatos. Las calles de la ciudad eran un desierto que contrastaba con la clásica postal turística reemplazada por restos de cubiertas y cenizas, vestigios de una noche de furia, los barrios del Alto eran zona liberada.

Las calles de las 181 viviendas, donde vivían los chicos, eran testigos silenciosas de la brutal represión que duro horas y se repitió en varias oportunidades. Sus esquinas con hollín mostraban un entreverado ambiente de humo de salamandras, con los restos del humo espeso de las cubiertas encendidas por los vecinos y los gases lacrimógenos con los que la policía de la provincia había reprimido en el Alto. La ira de los vecinos se descargó contra la comisaría 28, y es que la indignación iba en aumento en el lapso de horas tres pibes habían sido las víctimas fatales de la represión, habían dejado su vida en las calles Diego Bonefoi, Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco. En el Hospital Carrillo además habían recibido a 13 heridos producto de la represión.

La trama de encubrimiento tiene responsables en las altas cúpulas, como el el ex secretario de seguridad Víctor Cufré, el ex jefe de la Policía provincial Jorge Villanova que garantizaron la impunidad de los efectivos que actuaron en las jornadas de represión. El fiscal que debía investigar nunca lo hizo, el juez evitó pruebas primordiales, como las escuchas telefónicas, para poder dar fehacientemente con los responsables materiales de los asesinatos. El Ministro de seguridad de la provincia y el gobernador militarizaron la ciudad con policías de toda la provincia que fueron trasladados a Bariloche, el intendente Cascón abandono la ciudad, los sectores de comerciantes exigían represión y mano dura para defender su paraíso. La ciudad era un caos, la gente había dicho basta y estaba decidida a defenderse de los abusos policiales y del olvido del poder.

Lee también: Juicio a policías por los casos de gatillo fácil y represión de 2010 en Bariloche

Ocho años después el policía Sergio Colombil fue condenado a 20 años de prisión por el asesinato de Diego. En cambio los responsables de las muertes de Sergio y Nicolás siguen impunes. Nunca se investigaron sus muertes con seriedad, el sabor amargo que dejó en los familiares las acciones del poder que se coludió con la justicia para garantizar la impunidad, son testigos de los miles de abusos que siguieron sucediendo en as barriadas luego de aquella masacre del 17 de junio del 2010.

Hace 10 años el Bariloche profundo, el de las barriadas del Alto se apoderaba de la ciudad con barricadas en las esquinas, para repudiar y exigir justicia por el asesinato de tres pibes humildes, hostigados, fusilados por la maldita Policía de Río Negro. El gatillo fácil se hacía presente nuevamente y dejaba en evidencia el rol de las fuerzas represivas como guardianes de los intereses empresariales y del poder. En la ciudad las heridas siguen abiertas, la historia continúo y se repitió en más oportunidades, Diego, Sergio y Nicolás pasaron a engrosar una triste lista de víctimas de gatillo fácil, que continuaron en una ciudad que sigue exigiendo justicia por sus caídos y mantiene fresco en su memoria también el asesinato de Rafael Nahuel.

Mira también: De cómo convertir el gatillo fácil en homicidio en riña

Las víctimas del gatillo fácil en la Argentina se suman por miles y son el resultado del accionar represivo al servicio del poder político y económico de turno, especialmente en momentos de crisis cuando son usadas para asegurar la preservación de los privilegios del Estado en favor de las ganancias de los poderosos como lo estamos viviendo hoy.

Por eso, para resguardar a nuestra juventud y a las mayorías, es necesaria la disolución de todas las fuerzas represivas y sus instituciones. Solo con la fuerza de las y los trabajadores, los desocupados y los jóvenes precarizados es posible pensar una sociedad donde la seguridad la hagamos entre todos sin policías.